Urge resignificar emociones vividas durante pandemia en espacios de aprendizaje: académica

Staff/Rossi

  • La Dra. Cimenna Chao Rebolledo participa en el webinar ‘Generación de ambientes para la convivencia afectiva’

Ante el desequilibrio en el bienestar emocional y físico que ha generado la pandemia, particularmente en jóvenes, existe la necesidad de replantear y llevar a los espacios de enseñanza y aprendizaje estrategias y herramientas que propicien su equilibrio personal, señaló la Dra. Cimenna Chao Rebolledo, académica del Departamento de Educación de la IBERO.

“Cuando vemos este desequilibrio, que los factores de riesgo aumentan en relación a lo que podrían ser los factores de protección, es decir, estas circunstancias, capacidades o competencias que permiten sobreponernos a situaciones de crisis o aflictivas, desde la educación sabemos que hay necesidad de replantear y llevar a los espacios de enseñanza y aprendizaje justamente estrategias, herramientas que permitan planear y sobreponer desde la acción pedagógica, antes de llegar a la acción psicológica, este desbalance”, dijo.

De acuerdo con la académica, la población joven ha presentado estados emocionales de irritabilidad, violencia, ansiedad y estrés; mientras que a nivel físico el principal problema es el sedentarismo, mismo que ha impacto a nivel musculo-esquelético, de visión, en el peso y en la alimentación.

En ese sentido, la docente advirtió de la necesidad de ambientes de convivencia, espacios de aprendizaje y de enseñanza en donde puedan confluir, lo más explícitamente posible, la emoción y la cognición. Es decir, lugares donde se pueda volver a reconocer y reencontrar estas emociones que se han vivido a largo de la pandemia y que se puedan, de alguna manera, resignificar.

Al participar en el webinar, Generación de ambientes para la convivencia afectiva, organizado por el Departamento de Educación y por la Confederación de Escuelas Particulares (CNEP), la académica invitó a pensar en espacios en donde confluyan la emoción y cognición, en donde, por un lado, se aprenda sobre las emociones (educación emocional), a validarlas, reconocerlas, nombrarlas e identificar las causas que nos llevan a estar o prevalecer en ciertos estados emocionales.

“Cuando hablamos de aprender desde las emociones, hablamos de llevar desde la pedagogía, desde la didáctica, desde la manera en la que enseño y en la que movilizo los conocimientos y las habilidades, en este proceso de enseñanza y aprendizaje, lo que llamaríamos pedagogía que emociona, formas de aprender y enseñar que generan emociones, que favorecen o no, por un lado, el aprendizaje y también la convivencia”, dijo la también directora de la revista internacional de Educación Emocional y Bienestar.

La académica propuso esta confluencia porque los distintos estados emocionales generan distintas disposiciones: conductuales, cognitivas, actitudinales, relacionales y afectivas que favorecen o no la convivencia, o el aprendizaje. Es decir, dependiendo de cómo se configuren estos estados emocionales, individuales y grupales, se van a estar generando en nuestros espacios de convivencia y aprendizaje.

Sobre las emociones que generan disposiciones, la investigadora comentó que hay emociones con las que convivimos todos los días y se pueden categorizar en logros, epistémicas y sociales, que en un espacio de enseñanza y aprendizaje contribuyen al alcance de metas, al proceso de aprendizaje mismo, a la posibilidad de dialogar y reflexionar; de atreverse, conocer y manipular información, herramientas y habilidades.

Así como las emociones que tienen que ver con la parte social: la convivencia, colaboración y posibilidad de abrirnos al diálogo y pedir ayuda, contactar a otros para seguir trabajando y aprendiendo.

A decir de la académica, los ambientes en donde prevalecen el gozo, la admiración, la alegría, la sorpresa y la curiosidad; y espacios de enseñanza y aprendizaje en donde se permite fluir y disfrutar el acto creativo, el compartir, dialogar en torno a algún tópico, problema o situación; y hay empatía, gratitud y relaciones que generan un apego positivo o un sentido de pertenencia a ese grupo, favorecen disposiciones para la convivencia positiva para el aprendizaje.

Sin embargo, explicó que del otro lado del espectro se tienen emociones que podrían estar afectando la convivencia y el aprendizaje. Aunque es importante recordar que todas las emociones son válidas, se deben reconocer a aquellas que llevan a estadios relacionales y actitudinales que podrían afectar negativamente la convivencia y el aprendizaje.

Por ejemplo, cuando nos encontramos estresados, aburridos o cuando vivimos situaciones de frustración por no alcanzar metas esperadas. O cuando nos apena o da vergüenza el fracaso, o cuando nos enojamos ante una situación que percibimos como injusta. Así como las emociones que interfieren negativamente con las relaciones al interior del aula como la envidia, los celos, el desprecio, emociones asociadas a la exclusión y la discriminación.

“O la tristeza que reina en las aulas por la percepción de pérdida, en algunos casos, de soledad, de tal suerte que necesitamos estar conscientes, atentos a cuáles son las emociones que prevalecen, que reinan de manera preponderante en espacios de enseñanza y aprendizaje”, dijo.

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