Ricardo Homs
Es de llamar la atención que haya tantas especulaciones acerca de la gravedad de la pandemia del Coronavirus. A través de redes sociales nos llegan mensajes que nos revelan que ha habido pandemias más graves que la actual, como fue la denominada “gripe española”, que se dice tuvo una mortandad superior a los 20 millones de personas alrededor del mundo, precisamente, hace cien años.
Sin embargo, en la WEB es fácil localizar una página que ahora exhibe proyecciones fatídicas sobre el avance del Covid19 a lo largo del mundo, país por país.
Esta página (https://covid19-projections.com/mexico) ha creado un modelo de inteligencia artificial y machine learning, que muestra el desarrollo probable de esta pandemia en cada uno de los países más importantes del mundo. A través de este modelo se prevé que México, a partir de la cifra oficial actual de 6,510 decesos ocurridos hasta el viernes 22 de mayo pasado y con la observación de que se consideran solo los atribuidos directamente al Coronavirus, según las cifras oficiales, se estima que para el 04 de agosto próximo llegaremos a sumar 88,206 muertes.
Aún así, hay quienes cuestionan que el COVID19 no es tan mortal como otras pandemias anteriores.
Sin embargo, la pregunta correcta debiese ser… ¿Cuántos millones de personas habrían muerto si ese virus, o sea la gripe española, hubiese llegado hoy y no estuviésemos preparados para combatirlo, como sucedió con el coronavirus?
No estamos considerando que el mundo de hoy es totalmente diferente al de hace 100 años y una pandemia peligrosa podría acabar en el mundo de hoy, por lo menos con la mitad de la humanidad.
Hace cien años la mayoría de la gente casi no se movía del lugar donde nacía y lo más probable es que ahí viviera toda la vida e incluso, algún día ahí muriera.
Si llegaba una epidemia a una región, ésta acababa con toda la gente con salud vulnerable de ese lugar y después se extinguía hasta desaparecer.
En cambio, hoy vivimos la época de la movilidad.
En cuestión de horas podemos llegar a Europa volando….. o llegar a China o Australia de un día para el otro.
Sin embargo, hace cien años sólo podíamos llegar a Europa por barco y era una peligrosa travesía de tres o cuatro semanas solo para cruzar el océano Atlántico.
Quien se había infectado con un virus peligroso hace cien años y se subía a un barco, seguramente moriría en la travesía y quienes se hubiesen contagiado en el viaje, pues llegarían enfermos y serían enviados directamente al confinamiento en un hospital para morir ahí, o salir curados.
En contraste, nuestra capacidad de movilización actual, es más grande que nunca. Viajamos con mucha facilidad y tenemos contacto con fuereños continuamente.
Esto significa que alguien que es contagiado de modo asintomático, o sea sin que le den los síntomas y por tanto, sin que nadie se dé cuenta, puede llevar el virus alojado en su cuerpo a lugares muy lejanos y contagiar a muchísima gente. Por ello el riesgo de contagio hoy es altísimo.
La rapidez del contagio hoy hace extremadamente peligroso ser portador de un virus y peor aún, ser asintomático, porque aunque esta persona no se enferma, sin embargo, sí transmite el virus.
Debemos considerar que las pandemias son un fenómeno cíclico y siempre lo han sido y tenemos que aprender a convivir con ellas. Antiguamente, como hemos explicado aquí, las epidemias generalmente terminaban teniendo alcance regional y por ello quizá no nos enteramos si nosotros vivíamos en lugares más lejanos. En cambio, hoy, gracias a la movilidad propia de esta época, las pandemias serán globalizadas como sucedió con el COVID19.
Definitivamente los mexicanos no estamos preparados para combatir con eficiencia una catástrofe sanitaria, por problemas de idiosincrasia.
Los mexicanos mantenemos una relación extraña con el destino y más aún con la muerte. La vemos tan cercana que le perdemos el respeto y hasta jugamos con ella haciendo rituales culturales que nos hacen perder el significado trágico. Entonces construimos una festividad como la del día de muertos. Hacemos de ella un personaje de caricatura como las catrinas y utilizamos nuestro ingenio para construir las calaveritas, donde dejamos fluir nuestro humor irreverente en relación con la muerte. Incluso ya la convertimos en una deidad religiosa con el nuevo culto a la “Santa Muerte”.
Esto termina incidiendo en una actitud irresponsable hacia el peligro. Si le perdimos el respeto al acontecimiento más importante de nuestra vida, que es la muerte, entonces vivimos el presente a la ligera y sin apesadumbrarnos Por ello los sectores populares no se ajustan a las restricciones sanitarias por convencimiento y siguen en la calle visitando los tianguis y conviviendo.
Es necesario trabajar desde ahora con visión de futuro, para atacar la pandemia que viene. El gran pendiente es generar una cultura de prevención, lo cual implica una reeducación nacional.
¿Usted cómo lo ve?
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