Abog. Isbelia E. Farías L.
Dra. Ciencias Sociales
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mateo 22:39)
Si Dios ha hecho al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, ¿te imaginas a Dios el día de su creación diciendo “a este ser humano lo crearé mejor que a otros”, o “a este ser humano lo crearé tan superior que podrá juzgar a los demás”? Definitivamente, no parece la imagen compasiva y amorosa de un Dios redentor. Pero, muchas de las personas que afirman creer en Dios tienen comportamientos o actitudes racistas y hacen comentarios xenófobos. Recientemente escuché a una persona decir: “Los árabes son lo peor, los conocí y todos son malos, rencorosos, no perdonan y solo desean experimentar lujuria con la mujer”.
Desafortunadamente, la cita anterior es real y, aparte de incurrir en un error de argumentación denominado falacia por generalización, en el que se establece una conclusión sin tener suficientes datos sino solo algunos casos que tal vez guardan ciertas coincidencias, fue proferido por una persona que se autoafirma como creyente cristiana. Esto, a simple vista, pudiese parecer contradictorio, ya que, con frecuencia, muchas personas que dicen creer en Dios, también sostienen que imitan las cualidades de su hijo Jesucristo.
Sin embargo, no es un caso aislado. Al contrario, hay una compleja relación entre las creencias religiosas y el racismo la cual ha sido estudiada por diferentes autores. De hecho, algunas interpretaciones religiosas se han usado a lo largo de la historia para justificar algunas prácticas que son segregacionistas.
Los ejemplos de ello se pueden encontrar en publicaciones como The Curse of Ham: Race and Slavery in Early Judaism, Christianity, and Islam” en el que David M. Goldberg explora cómo la interpretación del mito de Cam, que aparece en la Biblia, ha sido usado para justificar el racismo, e incluso la esclavitud. También, el texto “White Too Long: The Legacy of White Supremacy in American Christianity” de Robert P. Jones analiza cómo el cristianismo blanco en Estados Unidos ha constituido una supremacía blanca.
Un estudio de Elahi & Khan, titulado Islamophobia: Still a challenge for us all, señala cómo la islamofobia afecta de forma negativa a los musulmanes en el área laboral, salud, políticas contraterrorismo y en los crímenes de odio. Gracias a este informe se popularizó el término “islamofobia”, el cual es referente en la comprensión del impacto que tiene esta forma de rechazo y hostilidad hacia el islam en las naciones occidentales.
Sin embargo, no todos los musulmanes son árabes ni todos los árabes son musulmanes, por lo cual hay un término específico que describe la aversión hacia todas las personas de origen árabe, el cual es arafobia, y hace referencia a los prejuicios y discriminación hacia cualquier persona de origen árabe, incluyendo su idioma, países y culturas.
La arafobia se puede manifestar en exclusión social, políticas discriminatorias, estereotipos negativos y violencias. El activista político, crítico literario y destacado académico palestino-estadounidense, Edward Said (1935-2003), escribió una obra que se convirtió en un hito dentro de los estudios poscoloniales titulada Orientalism (1978) y en ella indica cómo, desde Occidente, se construyó una imagen distorsionada del islamismo y de todo el mundo árabe.
De acuerdo con Said, el “orientalismo” se presenta como un marco discursivo usado para construir una imagen negativa sobre las culturas islámicas, árabes y del Medio Oriente. Dichas representaciones reducen la complejidad de dichas culturas y las transforman en imágenes exotizantes, simplistas y usualmente despectivas que retratan a la población árabe como irracional, atrasada o violenta.
De modo que, si bien algunas ideas religiosas han sido utilizadas para justificar la discriminación y el racismo, también es cierto que dentro de la religión han surgido movimientos motivados hacia la justicia, inclusión social y la igualdad.
Apacigua o apaga tu guerra interior
Este tema es complejo y las preguntas no han sido contestadas a cabalidad, es decir, quedan espacios para la reflexión. Sin embargo, me gustaría concluir afirmando que, si estás en contra de las guerras, si no te gusta ser discriminado/a, excluido/a o convertirte en una víctima de políticas excluyentes, sé el reflejo de lo que quieras ver en el mundo exterior, pues, gran parte de la realidad está construida a partir de interpretaciones. Por lo tanto, baja las armas de tus prejuicios, calma o apaga tu guerra interior y encontrarás la paz en tu entorno.
Es verdad que no siempre resulta fácil nadar en contra de la corriente. Si estás en un ambiente en el que hay racismo, quizá te podrías sentir tentado/a a sumarte a este grupo y comenzar a sentir y expresarte igual. Ya Stanley Milgram demostró con sus renombrados experimentos sociales que el ser humano puede tener una tendencia hacia el mal e infligir daño a otros por presión, sobre todo si es una autoridad quien lo ordena, pero, también está en cada individuo la capacidad de tomar la última decisión y, como dijo Nelson Mandela “nadie nace odiando a otra persona por el color de piel, su origen o su religión. La gente debe aprender a odiar, y si pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar”.
Esta idea del racismo como una construcción social también es destacada por el activista afroamericano con raíces árabes, Malcolm X, quien sostuvo: “En la Meca, vi personas de todas las razas y colores que se unían como hermanos y hermanas. Ahí entendí que el racismo no es una característica humana, sino una construcción social”. Y tú, ¿qué sociedad deseas construir?, ¿una sociedad dividida por el odio o una sociedad en la que todos los seres humanos son iguales y tienen las mismas oportunidades?
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