* José Jarabo fue el último ejecutado con garrote vil por la justicia civil. Sobrino del presidente del Tribunal Supremo, asesinó a cuatro personas a sangre fría
Aquel niño bien adicto al opio, a la ‘coca’ y al placer, asesinó a sangre fría a dos hombres y dos mujeres para recuperar una joya de su amante.
Por el amor de una mujer, José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez Morris, más conocido como “Jarabo“, asesinó a cuatro personas para deleite de la prensa de la época, que lo convirtió en el criminal más famoso de la crónica negra española contemporánea. El suceso horrorizó a la España de Franco y el ejemplar de El Caso que lo cubrió se convirtió en el más vendido de la historia, alcanzando la cifra de medio millón de ejemplares.
Todo ocurrió entre el 19 y el 22 de julio de 1958.
Jarabo había nacido en Madrid en 1923 en el seno de una familia adinerada por lo que se educó en los mejores colegios. Niño bien, fue alumno de Nuestra Señora del Pilar del que salieron relevantes personalidades de la vida pública. El sobrino del entonces presidente del Tribunal Supremo, Francisco Ruiz Jarabo debía dar la talla.
Acababa de cumplir 17 años en 1940, cuando su familia se trasladó a Puerto Rico. Dejó los estudios y pasó a llevar una vida de holganza al amparo de su madre.
Alto fuerte y apuesto, a los 20 años conquistó a una rica heredera con la que contrajo matrimonio y de la que tardó poco en divorciarse. El díscolo joven decidió entonces trasladarse a New York. En la gran manzana fue condenado por tráfico de drogas y pornografía. Pasó 4 años en la cárcel.
El 20 de mayo de 1950 regresó a Madrid donde no tardó en convertirse el rey de la noche, su tren de vida era tal, que los quince millones que le dio su madre para instalarse los despilfarró en solo ocho años.
El alcohol y la cocaína eran su pan de cada día. Pero el primero era su perdición, el alcohol le volvía agresivo.
Beryl Martin Jones llegó en 1957, era una inglesa casada con un francés al que abandonó en Lyon para meditar sobre su matrimonio, pero se enamoró del seductor Jarabo y lo convirtió en su gigoló.
El dinero se acababa, Jarabo esperaba un cargamento de cocaínapuesto que las 7.500 pesetas. mensuales que recibía de su madre no llegaban al nivel de vida que acostumbraba llevar, así que los amantes decidieron empeñar una sortija.
La casa de empeños se llamaba Jusfer y los dueños del negocio eran Emilio Fernández Díaz y Félix López Robledo.
La adúltera Beryl decidió recuperar su joya y apremió a Jarabo a acometer la gestión a sabiendas de que los usureros no se prestarían fácilmente a la devolución de la misma. Sometido, Jarabo intentó que los prestamistas se la devolvieran pero le ponían todo tipo de excusas. Su codicia les condenó. Jarabo les asesinaría en su domicilio junto su criada a punta de pistola y a sangre fría.
Todo ocurrió el 18 de julio. Jarabo salió con tiempo más que suficiente de la pensión Escosura en la que se alojaba, (los días de los hoteles de lujo se habían acabado), y en la Puerta del Sol conoció a una mujer, Charit,o con la que estuvo hasta que dieron las nueve de la noche, hora en la que se dirigió al domicilio privado de los prestamistas, que vivían en la cercana calle Lope de Rueda.
Jarabo lo tenía todo planeado, iba armado y decidido a llegar hasta el fin. Resuelto llamó a la puerta con los nudillos de la mano para no dejar huellas. Paulina, la criada, le abrió. Emilio se enfadó al verle. Presuroso, Jarabo hizo ademán de marcharse. Emilio cayó en la trampa y creyéndolo fuera de su domicilio se fue al baño. Allí Jarabo le mató de un disparo. Mientras Paulina, que estaba en la cocina, alertada por los disparos empezó a gritar. El asesino se abalanzó sobre ella y le asestó una puñalada en el corazón con el primer cuchillo que tuvo a mano.
Entretantollegó la mujer de Emilio, Amparo, a quien distrajo con su arte de seductor haciéndose pasar por un inspector de hacienda. Pero en cuanto esta descubrió los cadáveres, Jarabo le disparó a quemarropa. Acto seguido, tranquilo y sintiéndose libre de culpa se cambió de camisa,( las salpicaduras de sangre no casaban con su estilo) y decidió pasar la noche en el piso. El coñac y la cocaína le hicieron más grata la espera.
El día siguiente era domingo. Jarabo estuvo durmiendo en la pensión donde se hospedaba. El lunes acudió a la casa de empeños como si tal cosa y abrió la tienda con las llaves de Emilio. Cuando Felix, el prestamista superviviente entró para disponerse a abrir su negocio, Jarabo le descerrajó dos tiros en la nuca.
Todo fue inútil. Consumados los asesinatos, el ‘dandy asesino’ no logró su objetivo. Las llaves de la caja fuerte en la que los prestamistas habían guardado la joya de su amante jamás estuvo a su alcance.
El 29 de enero de 1959 se inició el juicio en el Palacio de Justicia de Madrid. La sala se llenó de famosos y conocidos, artistas como Zori o Sara Montiel, algún torero e incluso esposas de altos funcionarios, hambrientos del morbo de una causa célebre, la más destacada de la década. Durante los cinco días que duró el juicio, Jarabo estrenó traje cada día, hecho un dandy.
‘No sé si soy un psicópata o no. Ni me importa. Lo único que sé es que soy el autor de cuatro muertes: dos quizás un poco más justificadas, aunque, en realidad, ninguna puede serlo’. (José María Jarabo durante su juicio).
Condenado a muerte, José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez Morris fue ejecutado con garrote vil por la justicia no militar el 4 de julio de 1959. El niño bien que horrorizó a la España franquista fue el último reo ajusticiado por este método. Contaba 36 años.
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