Hipólito Contreras
Los materiales que se generan en el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas, Forestales y Pecuarias son tan competitivos como los que generan las grandes firmas mundiales, con toda la tecnología y recursos que ellos aplican, afirmó Gámez Vázquez, investigador del INIFAP.
Indicó que por ejemplo en maíz un costal de semilla de Bayer-Monsanto cuesta de dos mil 700 a tres mil pesos, del INIFAP de mil a 1600 pesos, mientras ellos comercializan bultos de 60 mil semillas, en el instituto es de 25 kilos por hectárea, que es lo que siembra un productor promedio, no todos tienen maquinaria, algunos usan pala o yunta, nos adaptamos a sus necesidades.
Igual es, destacó, si las semillas de estas empresas las llevamos a ambientes donde nosotros trabajamos, no van a prosperar, “truenan”, porque el medio ambiente no es adecuado y no alcanzan los rendimientos que prometen. Ellos ofrecen híbridos que el primer año rinden muy bien, pero para el segundo no se pueden reutilizar, y en algunas semillas nuestras esto sí es posible.
Para dimensionar las diferencias, expuso, los ingresos globales de la empresa Corteva ascienden a 27 mil 421 millones de dólares, con 64 mil empleados, los de Bayer son 15 mil millones de dólares con 25 mil 500 empleados, el INIFAP generó en México 77.4 millones de dólares con mil 782 empleados, “es un mundo de diferencia, ellos atacan cultivos como flores, hortalizas y maíz, donde pueden sacar mayor beneficio”, afirmó.
Expuso que las grandes trasnacionales con criterios mercantilistas tienen la necesidad de asegurar su propiedad intelectual, producto de la investigación científica lo cual es así; el punto es que están abusando de las patentes, porque si el productor que está a cinco kilómetros de donde se siembra un material con sus genes, cuando el polen viaja por el aire o mediante polinizadores, la empresa lo puede demandar.
“En afán de querer recuperar su inversión faltan a la ética y a los derechos del agricultor, porque en esencia estas firmas se llevan los genes, los recolectan, hacen mejoramiento y regresan con un material patentado o registrado, y como nosotros no tenemos la cultura de patentar, nos quieren cobrar regalías o prohibirnos el usar alguna semilla en siguientes generaciones”, indicó.
Afirmó que, en contraste, el hecho de recolectar en un territorio implica que esas grandes empresas debieran repartir utilidades a productores donde recolectaron esos maíces; pero esto nunca ha sucedido.
Señaló que el gran problema de las patentes es que en Europa no es lo mismo descubrir que inventar y en Estados Unidos sí. “Quieren patentar genes que en otros lados no está permitido, sí lo inventas de acuerdo, te costó, es algo nuevo, diferente; pero si solo lo colectas y transfieres a otro genoma, que sin duda tiene su mérito; no debe ser de forma tan abusiva”.
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