Invertir 1% del PIB, condición necesaria para la investigación en México

Staff/Rossi

  • Las universidades son los motores que impulsan la investigación en los países de América Latina y el Caribe
  • Invertir 1% del PIB a la investigación y al desarrollo es una condición necesaria, aunque no suficiente
  • El mayor gasto federal en educación superior, ciencia y tecnología fue 2015, donde se alcanzó el 0.97% del PIB

La comunidad investigativa en México tiene un sueño: que el Estado invierta al menos 1% del Producto Interno Bruto (PIB) en investigación, y desarrollo científico y tecnológico. Sin embargo, en el escenario de futuro no se avizoran señales para que este sueño se haga realidad.

  • El Ideario de la Universidad Iberoamericana promueve el derecho humano a la ciencia, asentado en el Artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que a la letra dice:
  • “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”.

“Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora”.

Con este marco de referencia, la IBERO fomenta –con una visión a largo plazo– el desarrollo humano y la justicia social para mejorar la calidad de vida de todas y de todos. La investigación que se genera en la Iberoamericana promueve alternativas innovadoras para intentar resolver los grandes problemas de la humanidad: desigualdades, deterioro ambiental, violencia, pobreza, acceso a la salud, a la educación, al bienestar social y al bienestar subjetivo, por ejemplo.

Ciertamente, las universidades son los motores que impulsan la investigación en los países de América Latina y el Caribe. En menor medida lo hacen los sectores privados, empresariales e industriales, según el más reciente reporte de la UNESCO, la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) (2019) denominado “Investigación y vínculo con la sociedad en universidades de América Latina”.

Al respecto, el artículo Los retos cruciales de la investigación universitaria, la Dra. Marisol Silva Laya, directora de la División de Investigación y Posgrado (DINVP) de la IBERO, expone que si bien las universidades son las principales generadoras la investigación, México invierte en este tópico alrededor de 0.31% del Producto Interno Bruto, y cuenta con 0.7 investigadores por cada mil integrantes de la Población Económicamente Activa (PEA).

Para mejorar el desempeño, la académica sugiere, junto a la Dra. Angélica Buendía Espinosa, académica de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)-Xochimilco, que invertir 1% del PIB a la investigación y al desarrollo es una condición necesaria, aunque no suficiente.

En este sentido, la Dra. Angélica Buendía Espinosa, profesora investigadora de la UAM-Xochimilco, identifica las seis etapas de la conformación histórica de la educación superior mexicana: “origen y conformación (1910-1950), expansión no regulada (1950-1980), crisis y reordenamiento institucional (1980-1989), modernización (1989-2000), consolidación y fortalecimiento (2001-2016) y, finalmente agotamiento y reorientación del sistema (2016 a la fecha)”.

En el artículo El financiamiento a la educación superior, la ciencia, la tecnología y la innovación en México. Cuatro momentos y una promesa incumplida, la investigadora Angélica Buendía Espinosa, reporta, a partir del análisis de informes de la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL), de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM-IISUE y trabajo propio, los siguientes datos relevantes:

  1. Entre 1970 y 1982, los presupuestos pasaron de 1.6 a 3.34% del PIB, y representaron en promedio para el período 35.17% del gasto total del gobierno. El gasto público en ciencia y tecnología correspondió en 1981 al 0.46% del PIB, año a partir del cual empieza a declinar de manera constante hasta llegar al 0.27% en 1988.
  2. Los presupuestos destinados a la educación durante el periodo 1982-1988 fluctuaron entre 3.25 y 1.39% del PIB, y entre 20.74 y 14.5% del presupuesto total del gobierno.
  3. Para el 2004 el gasto federal en educación superior como porcentaje del PIB era de 0.56%, y para educación superior, ciencia y tecnología de 0.74%. En los últimos dos sexenios (2006-2018), el año con el mayor gasto federal en educación superior, ciencia y tecnología fue 2015, donde se alcanzó el 0.97% del PIB”.
  4. En 2019 el gasto federal de educación superior tuvo el menor porcentaje en relación con los últimos 20 años, con relación al PIB, 0.54%, mientras que el gasto federal en educación superior, ciencia y tecnología fue de 0.74%, prácticamente el mismo nivel que tuvo en 2001.

Estos datos sugieren que el ideal de alcanzar una inversión estatal de 1% del PIB para la educación superior, la ciencia y la tecnología continuará como una promesa y un sueño. Ante las limitaciones estructurales del sistema, es necesario que los sectores privados, industriales y empresariales también contribuyan.

Por su parte, la Dra. Marisol Silva Laya, directora de la DINVP, indica que las acciones políticas en esta materia no cierran las brechas de desigualdad y en contraste se apuesta por poner barreras al desarrollo científico y tecnológico, hace falta una política pública que trascienda los sexenios.

Las universidades públicas y privadas cuentan con recursos económicos limitados y enfrentan desafíos como el hacer mejor trabajo científico que no sólo se enfoque en los cálculos bibliométricos, sino que genere conocimiento que repercuta en la sociedad, que resuelva problemas y trascienda los muros del centros académicos, refirió la pedagoga de la IBERO.

Acotó que la revolución científica y tecnológica se ha acelerado en los últimos años y es importante aumentar la discusión y los estudios en áreas prioritarias como el género, la sustentabilidad y la comunicación de la ciencia. La comunidad investigativa de México “dedica talento, tiempo y esfuerzo, cuestiona presupuestos, desentraña problemas complejos, expande interrogantes, genera evidencia para orientar la toma de mejores decisiones”.

En ese sentido, la IBERO, como sugiere su Ideario, fomenta la investigación en todas sus áreas académicas, departamentales y de institutos, además de crear programas a nivel posgrado -actualmente cuenta con 46 programas (seis especialidades, 29 maestrías y 11 doctorados)- en donde se genera buena parte del conocimiento de nuestra casa de estudios.

Por ello, la Iberoamericana constantemente realiza ferias informativas para que los interesados en seguir su formación tras concluir la licenciatura o ingeniería puedan hacerlo. Actualmente, está ofreciendo asesorías personalizadas para quien busca un posgrado y de esta forma seguir cumpliendo con su función de formar y profesionalizar.

Para saber más sobre este tema, le sugerimos consultar el Número 73 de la Revista IBERO que aborda a profundidad este problema: La importancia de la investigación universitaria para el desarrollo social.

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