Mayas reconstruyen juego ritual en la Copa Mundial de Deportes Ancestrales

EL UNIVERSAL

Algunas de las secuelas de este deporte ritual son moretones de hasta 20 centímetros de diámetro y fracturas

El sonido de los caracoles y tambores anuncia el último juego para definir al ganador, entre México y Belice, de la Copa Mundial de Deportes Ancestrales de Pelota Maya, disputada este año en la ciudad mexicana de Mérida.

“¡Lanza México, recibe Belice!”, se escucha al micrófono a Francisca Elías, indígena maya de Guatemala, encargada de narrar la final de este campeonato.

Con los ánimos encendidos arranca la partida, los jugadores se abalanzan sobre el piso para golpear, con su cadera, la pelota de 2,7 kilogramos. No está permitido usar las manos, los pies o alguna otra parte del cuerpo.

México buscaba vencer a Belice, que, sin embargo, logró imponerse y obtener su tercera corona consecutiva.

Asestan un golpe a la vez, como en el raquetbol, y el equipo que logra cruzar la pelota en la línea de su rival obtiene puntos.

Belice logró cruzar el esférico en seis oportunidades para coronarse 35-11 sobre los mexicanos, según el intrincado sistema de puntaje.

Y si un jugador logra hacer entrar la pelota en un aro colocado a unos tres metros de altura, su equipo se declara victorioso y termina la partida.

En la cultura maya se le conoce como Pok Ta Pok, se practicaba desde el 1400 a. C. y se cree estuvo relacionado con sacrificios humanos.

En este torneo no se juega la vida, pero sí el honor de representar a los ancestros, dice France Novelo, capitán de Belice, originario de la aldea Yoopik.

“Me siento muy privilegiado de rescatar este juego que en Belice se estaba perdiendo”, dijo Novelo.

En México y Guatemala hay sitios arqueológicos que aún resguardan las estructuras de los campos de juego.

Con la llegada de los españoles, el juego de pelota, que también practicaron los aztecas en el centro del país, fue prohibido.

“Se creía que la pelota tenía dentro el demonio, que por eso rebotaba”, cuenta José Manrique, presidente de la Asociación de Juegos y Deportes Autóctonos de Yucatán.

Tras más de 450 años en desuso, Manrique comenzó en 2006 a documentarse sobre este juego y sus reglas. En 2015 se organizó el primer campeonato internacional en la ciudad maya de Chichén Itzá.

El torneo bianual se ha disputado después en Guatemala (2017) y El Salvador (2019).

En la edición de 2021 no asistieron El Salvador y Honduras porque el gobierno mexicano no autorizó sus permisos migratorios.

Con los años, los promotores han desarrollado técnicas y estrategias hasta convertirlas en un reglamento homologado para los seis países que integran la Asamblea de Deportes Ancestrales de Centroamérica y el Caribe.

Una de las principales dificultades al inicio fue encontrar quien hiciera las pelotas. Tras varios intentos, Manrique consiguió elaborarlas a base de la savia del árbol de castilla elástica, comúnmente conocido como caucho o hule.

Moretones de hasta 20 centímetros de diámetro y fracturas son algunas de las secuelas de este deporte ritual.

“Es una experiencia física, pero también espiritual, porque para nosotros esto es sagrado”, comenta Diego Itzamal, de Guatemala.

Para protegerse, los jugadores utilizan indumentarias tradicionales resistentes, como calzoncillos de piel de vaca y una faja de tela en la cintura.

A la altura de los glúteos portan otro cinturón de piel, además de protectores de rodillas y tobillos.

Andrés Chico, entrenador del equipo mexicano de la pequeña comisaría de San Pedro Chimay, en el estado de Yucatán, cuenta que comenzó a practicar juego de pelota en su comunidad desde hace ocho años.

“Empezamos seis jugadores y ahorita ya tenemos más de 70. Estoy entrenando a los más chicos ahorita para que vayan aprendiendo y no se pierda”, explica.

Francisca Elías, la narradora del juego, quien también es educadora, cuenta que ya está entrenando equipos de niñas y niños.

“Es muy importante (…) que se den cuenta que su cultura tiene mucho que aportar al mundo”, agrega.

En la Copa de 2023 se espera integrar a la rama femenina.

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