National Geographic
Plantar o permitir que crezcan asclepias en jardines residenciales, parques y parcelas vacías, a lo largo de los arcenes y las avenidas, así como en las propiedades de colegios, iglesias y comercios, podría desempeñar un papel importante a la hora de salvar de la extinción a las emblemáticas mariposas monarca de Norteamérica, según demuestra un estudio del Museo Field de Chicago.
La población de monarcas del este ha descendido más de un 80 por ciento y la población del oeste está prácticamente extinta, ya que solo queda el 3 por ciento de esta población.
«Las zonas metropolitanas son muy importantes en la conservación de la fauna silvestre y eso se aplica especialmente a los polinizadores, como las mariposas monarca, que pueden sobrevivir en áreas de hábitat muy pequeñas», explica Abigail Derby Lewis, ecóloga de conservación del Museo Field y autora principal del estudio publicado en la revista Frontiers of Ecology and Evolution.
Los impactantes descensos de las poblaciones de monarcas en los últimos 20 años se deben principalmente a que las asclepias (Asclepias syriaca) están desapareciendo por el uso extendido de herbicidas y la pérdida de las lindes de los campos y los setos. La asclepia, o «algodoncillo», es la única planta donde las mariposas monarca pueden poner sus huevos y la única planta de la que se alimenta la oruga.
Se necesitan más asclepias
El Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de los Estados Unidos estima que se necesitan 1.800 millones de asclepias más para salvar a la población oriental de monarcas. Cuando estudiaron detenidamente cómo se podría conseguir, los ecólogos del Museo Field del centro de Chicago decidieron centrarse en sus propios jardines.
Su equipo empleó investigación de campo combinada con imágenes en alta resolución mejoradas con LiDAR —luz en forma de láser pulsado— para cartografiar con precisión los lugares donde ya crecen asclepias en cuatro grandes áreas metropolitanas (Chicago, Minneapolis-St. Paul, Kansas City y Austin) y los lugares donde sería posible plantarlas.
Mark Johnston, ecólogo de conservación del Museo Field y autor principal del segundo estudio del equipo publicado en la misma revista, explica que las asclepias escasean actualmente en zonas residenciales, pero los jardines representan una oportunidad enorme de aumentar la cantidad de asclepias debido a la gran cantidad de casas que hay.
El estudio concluyó que las ciudades podrían sustentar casi el 30 por ciento de los 1.800 millones de asclepias adicionales que se necesitan para salvar a las mariposas monarca del este. El resto podría proceder de terrenos protegidos ya existentes, tierras que formen parte del Programa de Reservas para la Conservación, los suelos en servidumbre de tránsito y los terrenos asociados a prácticas agrícolas.
Estos primeros estudios sobre el posible cultivo de asclepias en ciudades se basan en la suposición de que solo dos de cada 100 terratenientes plantarán asclepias.
Las cifras demográficas de las mariposas monarca occidentales son tan bajas que rara vez se las ve en zonas urbanas. Sin embargo, las lecciones extraídas de estos estudios pueden aplicarse a paisajes metropolitanos del oeste de Norteamérica.
Aunque todos adoran a las monarcas, las asclepias no gustan a todos. Aún figuran en las listas estatales de hierbas nocivas y algunas ordenanzas locales sobre malas hierbas exigen la poda obligatoria de plantas que superen los 25 centímetros.
Las asclepias necesitan un lavado de cara
«No cabe duda de que asociar el término “mala hierba” a la asclepia —que no es una mala hierba— no ha ayudado a que estas plantas autóctonas tengan una buena reputación», afirma Derby Lewis.
Según ella, como es poco probable que se les cambie el nombre por «flor de monarca», será necesario un cambio de la percepción pública de lo que es bonito y adecuado en el paisajismo doméstico.
Es importante plantar jardines para polinizadores en lugares con mucha visibilidad, como los terrenos de edificios públicos, iglesias y colegios. Añade que el Mayors’ Monarch Pledge de la National Wildlife Federation, un compromiso entre alcaldes de toda Norteamérica para añadir hábitats para las mariposas monarca, puede aportar una fuerte señal de liderazgo. Montreal, por ejemplo, anunció este mes que será la primera ciudad canadiense a la que se concederá la categoría dorada como comunidad acogedora para las mariposas monarca.
Johnston afirma que, muchas veces, si un vecino o una institución como una iglesia planta un jardín para polinizadores, otros seguirán su ejemplo. Dichos jardines aportan grandes beneficios a una amplia variedad de animales salvajes, como escarabajos y aves. También indica que estos espacios verdes y diversos se consideran cada vez más un aspecto fundamental para reducir las inundaciones y refrescar áreas urbanas, sobre todo en una época de meteorología extrema como consecuencia del cambio climático. Los jardines de polinizadores absorben carbono y reducen tanto la contaminación hídrica como la atmosférica.
«Los estudios demuestran que los espacios verdes hacen que la gente sea más feliz y esté más sana», afirmó Johnston. «Los valores inmobiliarios aumentan y los índices de delincuencia son inferiores».
Las personas necesitamos la naturaleza. Y, según Derby Lewis, la naturaleza —sobre todo las monarcas— necesita que los habitantes de ciudades y áreas suburbanas transformen los espacios verdes de baja calidad, como el césped, en hogares de alta calidad para mariposas y otros polinizadores.
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