EL PAÍS
Bernard Arnault, Françoise Bettencourt o Henri Pinault, parte de la élite de los empresarios de la moda y la cosmética mundial, aportan cientos de millones para reparar la catedral tras el devastador incendio del pasado lunes
Aún humeaban las piedras de la catedral de Notre Dame tras el incendio del pasado 15 de abril cuando la maquinaria del mecenazgo francés ya estaba al rojo vivo. Las donaciones para reconstruir la catedral realizadas por diversas instituciones y algunas de las personalidades más ricas de Francia rozaban ayer los 900 millones de euros, aseguró Stephane Bern, el encargado de supervisar los fondos, según la agencia Reuters.
El pistoletazo de salida lo daba, poco después de las 10 de la mañana, el grupo LVMH, que comunicaba, en su nombre y en el de la familia Arnault, la donación de 200 millones a la causa. Una suma a la altura de su envergadura: LVMH —acrónimo formado por las iniciales de la firma de moda Louis Vuitton y las bodegas Moët & Chandon (champán) y Hennessy (coñac)— es el conglomerado surgido de la mente de Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia y de Europa, el cuarto del mundo según la lista Forbes, y uno de los ideólogos del sector del lujo tal y como lo conocemos hoy en día. También un pionero a la hora de vincular la industria de la moda con la de la cultura a través de sus distintas marcas. Ejemplo de ello son la Fundación Louis Vuitton, inaugurada en 2014 en un edificio diseñado por Frank Gehry en el Bois de Boulogne (París), pero también proyectos como el Loewe Craft Prize, el más prestigioso del mundo de la artesanía, o la restauración de la escalinata de la Plaza de España de Roma a cargo de Bulgari, y de la Fontana di Trevi a cargo de Fendi, dos de las empresas que forman parte de su grupo.
Esa misma tarde se sabía que alguien más había igualado la oferta: la familia Bettencourt Meyers, dueña del gigante cosmético L’Oréal, canalizaba a través de la Fondation Bettencourt Schueller una aportación también de 200 millones. La fundación lleva los apellidos de la legendaria Liliane Bettencourt y está presidida por su hija y heredera, la enigmática Françoise Bettencourt Meyers, proclamada por Forbes como la mujer más rica del mundo. Su labor filantrópica mantiene una intensa actividad en distintos ámbitos de la cultura: el canto coral, el cine y la artesanía de lujo. Es en este último terreno, el de los oficios tradicionales o métiers d’art, donde ha llevado a cabo proyectos educativos y de patrocinio para instituciones como los talleres de vestuario la Opera de París, la Cité de la Céramique de Sêvres o el Museo de Artes Decorativas.
Pocas horas antes, otro de los grandes empresarios del lujo francés se unía a la campaña de suscripción pública anunciada la víspera por Emmanuel Macron. La familia Pinault, propietaria del grupo Kering y, por tanto, de firmas clave en el sector como Gucci, Yves Saint Laurent, Balenciaga, Boucheron o Bottega Veneta, donaba 100 millones a través de la sociedad de inversión familiar, Artemis.
El cabeza de familia (y presidente de la compañía), François-Henri Pinault, no es solo un multimillonario y un nombre clave en la regeneración del mercado de la moda, sino también un consumado coleccionista de arte cuyas adquisiciones se pueden ver, desde 2006, en el monumental Palazzo Grassi, una joya dieciochesca en el Gran Canal de Venecia. Este año Pinault, casado desde 2009 con la actriz Salma Hayek, añadirá una segunda sede a su colección en la imponente Bolsa de Comercio de París, transformada en museo de arte bajo la dirección del arquitecto japonés Tadao Ando.
En los últimos tiempos, varias empresas del grupo Kering se han embarcado en proyectos relacionados con el patrimonio: Bottega Veneta lanzó en 2015 una campaña para proteger varios hitos de la arquitectura contemporánea en Japón, y Boucheron ha finalizado este año la restauración del edificio que alberga la sede de la joyería en la parisina Place Vendôme. Tras el anuncio de la donación para la reconstrucción de Notre Dame, la familia ha comunicado su intención de renunciar a la reducción de impuestos del 60% prevista por la ley de mecenazgo del país galo para donaciones como esta.
El sector del lujo tiene un peso considerable en la economía francesa, pero la mayor empresa del país por volumen de negocio es Total, la compañía petroquímica y energética presidida por Patrick Pouyanné. Los 100 millones de euros que ha aportado a la reconstrucción de Notre Dame forman parte de su labor como primer mecenas de la Fondation du Patrimoine, junto a la que ha afrontado, en los últimos años, distintos proyectos educativos y culturales, como la restauración del monasterio de Lérins, cerca de Cannes.
También han aportado su granito de arena (y uno bastante contundente, de 20 millones de euros), la familia Decaux, vinculada a los soportes publicitarios, y los hermanos Martin y Olivier, propietarios del 20% del conglomerado Bouygues, fundado por su padre en 1952 y hoy especializado en telecomunicaciones, construcción y medios de comunicación.
Muy bien relacionados con la élite política y económica francesa (Martin es el padrino del hijo de Sarkozy), los hermanos Bouygues sostienen varias fundaciones de tipo educativo y rinden también culto a otro de los pilares de la cultura francesa: el sector vitivinícola. Entre 2007 y 2013 renovaron el conjunto arquitectónico dieciochesco donde se encuentran las bodegas Château Montrose, que producen un Grand Cru muy apreciado. La familia Bouygues ha anunciado una donación de 10 millones de euros uniéndose de este modo al grupo de empresarios, banqueros, financieros y donantes particulares que han respondido en tiempo récord para la reconstrucción de uno de los monumentos más emblemáticos del mundo.
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