Los metadatos, el arma silenciosa en un conflicto bélico

Universitat Oberta de Catalunya

  • El peligro de usar Telegram y WhatsApp: todo lo que hacen sus usuarios puede usarse contra ellos.
  • Aplicaciones de código abierto que pongan énfasis en la seguridad nos pueden proteger ante una guerra.

“La guerra no avisa, como estamos viendo. Y no nos importa nuestra privacidad en aplicaciones de redes sociales hasta que no nos damos cuenta de las consecuencias”. Quelic Berga, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experto en metadatos, advierte ante el actual conflicto bélico que enfrenta a Rusia con Ucrania sobre la importancia de proteger nuestra privacidad.

“Si tienes que enfrentarte a un juicio, el juez o el fiscal pueden pedirle a WhatsApp o a cualquier otra aplicación que proporcione toda la información que tiene de ti; se indica en la letra pequeña de esas condiciones de uso que aceptamos sin leer”, explica Berga. “Y en un estado de guerra como el que se está dando en Rusia y Ucrania, parte de la información emitida desde cualquier aplicación puede quedar bajo la jurisdicción del país”, añade. Por otra parte, está la propaganda política que constantemente circula tanto en WhatsApp como en Telegram y que termina influyendo en los procesos electorales.

Los metadatos, en manos del invasor

La diferencia entre los anteriores conflictos bélicos en Occidente y la actual guerra en Ucrania es la aparición no solo de internet, sino, sobre todo, de los sistemas de mensajería instantánea, espacios en los que se comparte información con personas de confianza: gustos, aficiones, lugares que se frecuentan, ideología política… “Lo que en tiempos de paz formaría parte del ocio de casi cualquier ciudadano, en tiempos de guerra puede ser información capaz de poner en riesgo nuestras vidas”, explica Berga.

El experto de la UOC advierte de que el usuario medio de WhatsApp y Telegram no es consciente de que está enviando constantemente información sobre su localización, horas de uso e incluso conversaciones privadas a los servidores. Y tanto Telegram como WhatsApp utilizan los metadatos para beneficio propio.

Toda la información que un usuario vuelca en Telegram puede ser requerida judicialmente y es susceptible de ser utilizada, con la excepción de los chats secretos (que solo se pueden usar entre dos personas, nunca en grupos). La información se almacena en la nube, que, según Berga, “no es más que un montón de servidores alojados en distintas partes del planeta, pero que tienen un dueño. Y resulta completamente imposible por parte de los usuarios saber quiénes están accediendo a esos servidores”.

Por su parte, WhatsApp recoge los metadatos de sus usuarios y, a pesar de que encripta las conversaciones personales, no lo hace con las comerciales, es decir, con los canales que ofrece a empresas para que estas puedan tener una línea directa con sus clientes. Sin embargo, aunque no pueda acceder a lo que se dice en sus chats, recoge datos sobre geolocalización, en qué momentos el usuario mira el chat, a quién escribe, cada cuánto, el modelo de teléfono, cuánta batería le queda al dispositivo, entre otros. Esta información es básica para hacer uso comercial, motivo que llevó a Mark Zuckerberg a comprar la compañía en 2014.

La privacidad de los usuarios, vital durante un conflicto bélico

En la situación actual, en un conflicto como el que se está viviendo en Ucrania, es de enorme importancia la privacidad de los usuarios de estas redes, según el experto de la UOC, tal y como demostró el escándalo de Facebook y Cambridge Analytica, que destapó que se había utilizado información volcada en redes con fines propagandísticos. Aquel uso ilícito de la información privada de usuarios de Facebook terminó influyendo en las elecciones que le dieron la victoria a Trump.

Por tanto, blindar los datos de los chats es esencial durante un periodo bélico, porque “lo que para cualquier servicio de inteligencia puede ser evidente no lo es para un usuario medio de mensajería instantánea, que deja constantemente un rastro de sí mismo en estas aplicaciones”, insiste Berga. “La gente de Ucrania está enviando postales a sus vecinos de país, pero los mensajes pasan por buzones de Rusia. Esto es tremendamente controvertido, y más en el estado vulnerable en el que se encuentra el país”, añade.

La alternativa: aplicaciones de código abierto y datos encriptados

“La estrategia de Telegram ha sido tener toda la información en la nube, y la de WhatsApp, guardar metadatos históricos de los usuarios”, comenta Berga. Por tanto, y atendiendo al estado de guerra en el que se encuentra un país occidental, cabe plantearse qué aplicación deberíamos utilizar para que nos mantenga más protegidos ante cualquier contingencia. El profesor apuesta por “aplicaciones como Signal por dos motivos: es libre y de código abierto, lo que implica que no hay intereses comerciales, y pone un especial énfasis en la privacidad y la seguridad”. Mientras que del uso de WhatsApp se pueden extraer numerosos metadatos, de Signal solo se puede saber qué día se dio de alta el usuario en la aplicación y cuándo la abrió por última vez.

La Fundación Signal, bajo la que se encuentra la aplicación de mensajería del mismo nombre, fue erigida por Brian Acton, el creador de WhatsApp: “Cuando Brian Acton se dio cuenta de que había hecho una barbaridad al venderle WhatsApp a Zuckerberg, quien quería fortalecer un ya envejecido Facebook y que convirtió la aplicación en una fábrica de datos para vender a terceros, el fundador de la aplicación de mensajería instantánea decidió alinearse con un especialista y promover desde dentro Signal, que es como WhatsApp pero con un matiz: no es una empresa, sino una fundación sin ánimo de lucro, lo que evita que se trafique con datos”, explica Quelic Berga.

Hace un año, Signal contaba con 50 millones de usuarios, mientras que Telegram pasa ya de los 500 y WhatsApp supera los 1.600. “Signal aún está lejos de sus competidores, pero Brian Acton sabía que era esencial crear un programa en el que la seguridad fuera lo más importante tras su tropiezo en WhatsApp, que desarrolló en 2009 junto a un ucraniano: Jan Koum”, concluye Berga.

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