Staff/Rossi
A consecuencia de la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19, niños y jóvenes estudiantes llevan más de un año en el encierro y aislamiento; esto ha provocado alarmantes índices de estrés sobre todo entre adolescentes que cursan los niveles de secundaria y preparatoria.
Esto fue dado a conocer por la doctora Adriana Dávila, integrante de la Federación Nacional de Padres de Familia A.C., quien informó que jóvenes estudiantes en edades que oscilan entre 14 a 18 años, ya presentan problemas psicológicos graves, porque el aislamiento está provocando daño mental irreparables y, dijo, “este aislamiento que les impide el trato persona a persona, el diálogo y el interactuar, está acrecentando el problema psicológico del cual es imposible sacarlos adelante”.
Mencionó que, a los jóvenes estudiantes, como todo su trato es a través de una computadora y por consecuencia no están en las aulas, si les está afectando mucho el alejamiento social y tienden a reprobar entre una o 2 materias.
Lamentó que, por parte de las instituciones educativas, no exista una conciencia sobre el daño emocional que en los alumnos genera el aislamiento, y en lugar de ofrecer apoyo psicológico para impedir que incrementen los niveles de reprobación, están observando esta problemática como una oportunidad de negocio.
“Las escuelas les están recordando a los padres de familia que tienen que pagar esas materias, todas tienen un costo, hay papás que no tienen trabajo, apenas si logran obtener recursos para la comida, imagínense tener para pagar los exámenes”, expresó.
Un problema derivado de esta situación, es que los estudiantes, al ver que están reprobando materias y reconocer la difícil situación en casa, prefieren desertar de sus estudios y comienzan a dedicarse a trabajar o bien solo se limitan a pasar las horas enfrente de una computadora, esperando que la emergencia sanitaria pase.
Adriana Dávila recalcó que frente al difícil panorama que viven estudiantes y padres de familia, es fundamental que las autoridades generen estrategias de apoyo, primero para incrementar de alguna forma la economía familiar y segundo, para regresar a los jóvenes al mundo de la interactividad social.
Propuso que podría determinarse el regreso a clases estimando dos horas por estudiante por semana, contemplando turnos escalonados con la selección de alumnos por apellido.
Así, dijo, lograremos disminuir la deserción entre estudiantes de secundarias y preparatorias y sobre todo comenzaremos a atacar el severo daño psicológico que ya resienten los alumnos.
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