Staff/Rossi
- La Vicerrectora de la IBERO expuso el tema ‘Inversión social y equidad educativa’, en el foro virtual ‘Inversión social y equidad en educación superior: retos ante la pandemia’
- La IBERO y su Patronato buscan aliados para formar una red de apoyos para que más jóvenes tengan acceso igualitario y equitativo a la educación superior
La inequidad educativa es el principal problema de la educación en el mundo, dijo la Maestra Sylvia Schmelkes del Valle, vicerrectora académica de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, al exponer el tema Inversión social y equidad educativa en el foro virtual Inversión social y equidad en educación superior: retos ante la pandemia’, organizado por la IBERO.
Aunque algunas personas podrían argumentar que el principal problema es la mala calidad de la educación y que la gente no está aprendiendo, Schmelkes enfatizó que sucede que la calidad educativa está mal distribuida porque se tienen estructuras inequitativas e injustas que impiden lograr la equidad educativa.
Es así que las consecuencias de la inequidad educativa son: diferencias en el acceso y permanencia en la escuela y, la más grave, diferencias en el aprendizaje; las cuales se correlacionan con el nivel de desarrollo del país y de la región.
Y dentro de las naciones, el acceso a la escuela se correlaciona con: las desigualdades en el bienestar general de las familias, el contexto de origen, el estatus de la cultura a la cual pertenece el/la estudiante, la lengua que se habla en casa, el hecho de que la/el estudiante deba trabajar y, en algunos países, con el sexo del estudiante.
Todas estas diferencias, que no se deben naturalizar por ser el resultado de una falta de políticas públicas que coloquen a la equidad educativa como un mecanismo fundamental para lograr sociedades más justas, se han exacerbado con la pandemia de COVID-19, durante la cual la tecnología, como medio para acceder a la educación a distancia, es una capa más de desigualdad que se añade a las ya mencionadas por la Vicerrectora.
Para dimensionar el tamaño del problema que es la inequidad educativa, la Maestra mencionó que no asiste a la escuela el 17% (258 millones) de los niños, niñas y adolescentes (NNA) que están en edad de cursar la escuela obligatoria. Por regiones, evidentemente, ese porcentaje varía con diferencias abismales, pues mientras en el África subsahariana es del 31%, en Europa y América del Norte es apenas del 3%.
En México, donde se esperaría que estuviera disminuyendo la cifra de NNA que no van a la escuela, lo cierto es que ésta aumentó, de 4.8 millones de NNA entre los 3 y los 17 años en 2018, a 5.3 millones en 2020, según el Censo del 2020, y “todavía no estamos contabilizando a los que se perdieron durante la pandemia, porque el censo se aplicó antes”.
Más alarmantes son las cifras sobre el logro del aprendizaje (que es el propósito de la escolaridad). Por ejemplo, el Banco Mundial estimó que a las y los estudiantes de 15 años en Brasil, con su ritmo de mejora, les tomaría 75 años alcanzar el puntaje promedio en matemáticas de sus contrapartes de un país rico, y 260 años en lograr su promedio de lectura.
En esas pruebas estandarizadas para medir los resultados de aprendizaje, éstos son casi siempre mucho más bajos para quienes viven en condiciones de pobreza. “En México, el 80% de los niños y niñas que asisten a escuelas primarias indígenas, al final de este nivel educativo obtienen resultados por debajo de lo que se considera necesario para desempeñarse en la vida y para seguir estudiando”.
Causas de la inequidad educativa
Al abordar cuáles son las causas de la inequidad educativa, Schmelkes del Valle comenzó por distinguir que equidad e igualdad no son la misma cosa; igualdad es dar lo mismo a todos y, en cambio, equidad supone darle más a quienes más lo necesitan.
En ese sentido, resulta que los países más inequitativos en sus resultados educativos son los que distribuyen recursos de acuerdo con la presión política que los gobiernos experimentan para ofrecer educación. “Estas presiones provienen de aquellos cuyos padres fueron a la escuela, de quienes viven en zonas urbanas, de los que pertenecen a grupos culturales mayoritarios y los que tienen una clara percepción de los beneficios de la educación. Y proceden mucho menos de los habitantes de zonas rurales o indígenas, o de regiones en donde la población vive en condiciones de pobreza”.
Por eso, en estos países, en general se invierten menos recursos en infraestructura, equipamiento, docentes y supervisión en aquellos que se encuentran en condiciones de desventaja, los pobres y las minorías culturales, es decir, “ni siquiera se les da lo mismo a todos, mucho menos se compensa por las diferencias; se les da más a los que tienen más”.
Otra causa de los déficits en los aprendizajes del estudiantado es cuando a las y los docentes se les otorga una insuficiente formación inicial; lo que desgraciadamente es el caso de México.
Y como varios países tienen una población muy diversa, una tercera causa es que, cuando el currículum se encuentra sobrecargado y es el mismo para todos, algunos(as) estudiantes, generalmente quienes viven en zonas rurales, pertenecen a minorías culturales o que viven en pobreza, encuentran poco sentido en lo que se les enseña. Si además la lengua en la que se les enseña es diferente de la materna, aprenden mucho menos y abandonan la escuela más temprano.
Una cuarta causa mencionada por la Mtra. Sylvia (mas no la última que hay), es que las alumnas y alumnos en desventaja a menudo “enfrentan actitudes poco amigables o abiertamente ofensivas y hostiles, tanto de parte de los docentes como de los estudiantes. Estas actitudes se derivan de prejuicios, de estereotipos e incluso el racismo abierto o el sexismo. Los estudiantes en ambientes hostiles se ven afectados en su capacidad de aprender y muchos abandonan la escuela”.
Todo lo enunciado por Schmelkes “no tendría por qué ser así, no tendríamos por qué tener una realidad de inequidad educativa”. Pero, “cuando se deja a la inercia la toma de decisiones de política educativa, los sistemas educativos parecen condenados a reproducir la desigualdad social y económica del contexto en el que se está”. Es así que el compromiso de gobiernos, de universidades y de la sociedad, de dar equidad en la educación, es necesario y posible.
Para terminar, la Vicerrectora de la IBERO, universidad jesuita de la Ciudad de México, destacó que la equidad educativa es importante porque la educación es un derecho humano básico y, más que eso, es un derecho habilitante; porque cuando es respetado, permite el cumplimiento de otros derechos humanos.
“Se han demostrado los efectos de la educación sobre el bienestar general de la población, sobre la productividad, sobre el capital social, sobre la ciudadanía responsable, sobre el comportamiento sustentable”. Luego entonces, la equitativa distribución de la educación “es un factor para propiciar la justicia social”.
Inversión social y equidad en educación superior
La organización del foro virtual Inversión social y equidad en educación superior: retos ante la pandemia corrió a cargo del Patronato de la IBERO, el Centro de Inversión Social, el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE) y la Dirección de Formación Ignaciana
En este foro se profundizó en el problema de la inequidad educativa, y “representó también el inicio de la iniciativa Alianzas que transforman: juntxs por la equidad educativa, que invita a empresas y personas a sumarse a una red de la IBERO, que permita incorporar a más jóvenes en condiciones de vulnerabilidad a la comunidad universitaria, y garantizar su permanencia en ella”, puntualizó la licenciada Adriana de la Peza Vignau, del Centro de Inversión Social.
De la Peza agregó: “Si quieres sumar a tu institución o empresa a Alianzas que transforman, puedes hacerlo poniéndote en contacto con impulsa@ibero.mx. También puedes sumarte a la Red de inversionistas sociales por la equidad educativa por medio de una donación única o recurrente a través de nuestra plataforma, en: dona.ibero.mx”.