Durante pandemia, pueblos originarios han vuelto a estimar sus saberes: experta

Staff/Rossi

· El confinamiento ha revelado que son necesarios proyectos educativos más autónomos y diversos, señaló académica del Departamento de Educación de la IBERO

· La Dra. Luz María Moreno coordinó la investigación ‘Educación y salud en tiempos de pandemia: una mirada desde los pueblos originarios’, realizada por investigadores de la IBERO, del ISIA y de colectivos de la sociedad civil

Durante la pandemia de coronavirus, en la que se han cerrado las puertas de los centros escolares y la formación de las y los educandos ha continuado en sus propios hogares, las madres y padres de familia de pueblos originarios han vuelto a estimar sus saberes propios, reveló la investigación Educación y salud en tiempos de pandemia: una mirada desde los pueblos originarios, realizada por investigadores de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, el Instituto Superior Intercultural Ayuuk (ISIA) y colectivos de la sociedad civil.

La Dra. Luz María Moreno Medrano, académica del Departamento de Educación de la IBERO y coordinadora de la investigación, detalló que, con el confinamiento, las niñas, niños y adolescentes de los pueblos originarios han visto que los saberes de sus comunidades dejaron de estar sobajados por “los conocimientos y poder que la escuela imponía, en donde si no sabes leer y escribir no tienes nada que aportar a la comunidad educativa”; y esto, abre oportunidades para fortalecer la construcción de conocimientos entre la comunidad y la escuela.

Ahora, con el COVID-19, los progenitores de este estudiantado han tenido la posibilidad de transmitir a sus hijas e hijos los conocimientos de sus pueblos originarios, que han sido valorados por sus descendientes. Por ejemplo, niñas nahuas de Xochistlahuaca, Guerrero, empezaron a valorar el complicado trabajo de bordado que hacen sus mamás, y les llegaron a pedir que les enseñaran a hacerlo.

En otra comunidad del Tulín, Veracruz, por ejemplo, algunos niños pequeños han preferido salir detrás de sus padres para trabajar en la milpa, que hacer tareas escritas de sus docentes, porque les resultó muy interesante participar en esta faena en el campo.

Ambos casos dan muestra de “una revaloración de conocimientos, que antes las demandas de la escuela no permitían, y que ahora hacen visible que el aprendizaje se da más allá de la escuela y que las comunidades tienen muchos conocimientos que deben enriquecer a la escuela”, mencionó la doctora.

En más de esa visión de la educación que tienen los pueblos originarios en tiempos de pandemia, la docente dijo que son miradas que no se parecen a las de la Secretaría de Educación Pública, pues hay profesores que están dando clases desde las bateas de camionetas pick-ups cuando visitan a sus estudiantes en sus hogares, para llevarles las tareas y ver cómo van en su aprendizaje.

Pese al compromiso y creatividad de los(as) maestros(as), manifiestos en este tipo de iniciativas, los sistemas educativos siguen sin abrir espacios para reconocer modelos distintos y formas más contextualizadas para aprender, mencionó Moreno Medrano, académica del Departamento de Educación de la IBERO, universidad jesuita de la Ciudad de México.

Por eso uno de los hallazgos más interesantes de la investigación, que puede dar pie a discusiones en términos de política educativa, es qué papel va a jugar la escuela de hoy en adelante; qué nuevas modalidades se pueden tener, que estén más enraizadas en los conocimientos comunitarios, y al mismo tiempo provean a los niños y niñas las habilidades y competencias que necesitan para manejarse en este mundo.

“Creemos que esta investigación nos abrió muchas alternativas para seguir reflexionando que necesitamos proyectos más autónomos, proyectos más enraizados en las necesidades de cada pueblo, que dialoguen de igual a igual con los conocimientos que se ofrecen desde el sistema educativo nacional. Hay que abrir un diálogo hacia la diversidad en la educación”.

Sobre la mirada a la salud desde los pueblos originarios, Luz María relató que, por ejemplo, hubo casos en comunidades en Oaxaca donde el cuidado fue mutuo y más allá de las políticas gubernamentales. En esos lugares, donde hay un alto nivel de organización comunitaria, se cerraron los caminos y se impidió el acceso a vehículos con personas externas, con el fin de evitar contagios de COVID-19.

En la Sierra Tarahumara los rarámuris reflexionaran en torno a los alimentos que consumen y al cuidado de la salud que tienen, de acuerdo a su medicina tradicional (conocimientos que en otros momentos habían sido desplazados), para resolver de manera pertinente los problemas que trajo consigo la pandemia, con base en sus propios saberes.

La investigación

La investigación Educación y salud en tiempos de pandemia: una mirada desde los pueblos originarios obtuvo financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), a través de la convocatoria 2020 de Redes Horizontales del Conocimiento.

En la realización de este proyecto “trabajaron de la mano” investigadoras(es) de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, el Instituto Superior Intercultural Ayuuk (ISIA) y la Universidad de la Tierra (UNITIERRA); así como integrantes de los colectivos de la sociedad civil: Proyecto 50-50 (de Xochistlahuaca, Guerrero), Proyecto Educativo Autónomo Otomí CDMX y Construcción de Mundos Alternativos Ronco Robles, COMUNARR, de la Sierra Tarahumara).

Los pueblos originarios en los que se enfocó la investigación fueron: rarámuris, en Chihuahua; zapotecos y mixes, en Oaxaca; nahuas, en Guerrero; y otomíes, residentes en la Ciudad de México.

Los acercamientos entre las y los representantes de las universidades y los colectivos se dieron desde las propias metodologías comunitarias y trabajos en las comunidades de éstos últimos, “sin imponer desde la academia formas directivas de trabajo; sino respetando sus tiempos y procesos. Y al final logramos compartir materiales y experiencias desde las distintas miradas de esos pueblos originarios”, recordó la Dra. Luz María Moreno.

La investigación ya fue concluida, y en diciembre pasado se presentaron a Conacyt los resultados, en un informe técnico. Lo que sigue es socializar, entre los distintos colectivos, los materiales didácticos que se elaboraron y continuar tejiendo redes entre los mismos colectivos en proyectos subsecuentes.

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