“Sin Pretextos”: las festividades navideñas

“Sin pretextos”

Por Mino D’Blanc

-Desde los aztecas hasta nuestros días: las tradicionales posadas.

Este viernes 25 de diciembre se celebra en casi todas las religiones e iglesias del mundo el día de Navidad, rememorando el nacimiento de Jesús.

Al hablar de dicha festividad, en México viene precedida de las 9 posadas que comienzan el día 16 y terminan el día 24 al llegar la Noche Buena. Su principal origen es religioso y representa el peregrinar de San José y la Virgen María en su camino a la ciudad de Belén para que ahí naciera Jesucristo. En México las festividades de las mismas se dieron a finales del siglo XVIII, en tiempos de la Colonia y forman parte de la cultura popular.

Al hablar de las festividades que dieron origen a las posadas, es importante mencionar que desde antes de la llegada de los españoles, el pueblo azteca celebraba durante el panquetzaliztli, que es el equivalente al mes de diciembre, la llegada del dios de la guerra, Huitzilopochtli. Dichas festividades tenían una duración de 20 días, comenzando el día 6. Coronaban a su dios poniendo banderas en los árboles frutales, así como estandartes en el templo principal, a lo que se conocía como levantamiento de banderas. La gente se congregaba en los patios de los templos para esperar con gozo el solsticio del invierno. La noche del 24 y durante todo el día 25 hacían fiestas en todas las casas en donde daban de comer a los invitados y les regalaban unas estatuillas de pasta llamadas “tzoatl”. Cuando los españoles llegaron, los evangelizadores suplantaron la festividad a Huitzilopochtli por las posadas, que eran la preparación para la llegada de la Navidad en Europa. De inicio se les llamó “Misas de Aguinaldo” y a partir de esos tiempos, año con año se festejan del 16 al 24 de diciembre. Originalmente se realizaba la misa con pasajes y representaciones alusivas a la Navidad y daban pequeños regalos a los asistentes, conocidos como aguinaldo. Con el paso del tiempo, la gente fue agregando más elementos a las posadas convirtiéndolas en fiestas de barrios, en fiestas familiares, en fiestas de amigos y celebrándolas de acuerdo a las costumbres de cada región, de cada pueblo. En una verdadera posada no pueden faltar los villancicos (con los que se pide precisamente posada), las velas, las luces de bengala, el ponche y obviamente la tradicional piñata.

La piñata simboliza el triunfo de la fe sobre el pecado. Aunque ahora las hacen rememorando a personas en su mayor parte de la política o a personajes de caricaturas, la verdadera piñata debe ser de 7 picos que representan los 7 pecados capitales.

El significado de los dulces y las frutas que llevan representan la gracia de Dios. Cuando al que le toca el turno de pegarle a la piñata con el palo, se le vendan los ojos; eso representa la fe. El palo representa a Dios derrotando a los pecados. La gente que se pone alrededor representa a la iglesia unida.

-25 de diciembre: llega Santa Claus.

El icónico personaje navideño que llega a las casas a dejar regalos a los niños y que también es conocido como Papá Noel, se basa en el siglo IV, en la persona del obispo cristiano Nicolás de Mira, quien vivió en Anatolia, que actualmente es Turquía.

Aunque nació en una familia de clase acomodada, siempre se destacó por su humildad, por su sencillez y por su servicio a la gente, sobre todo a los pobres.

En el siglo XVII la imagen de Santa Claus apareció en Estados Unidos. En Holanda hay una gran veneración por San Nicolás, a quien llaman Sinterklaas y que lleva regalos a los niños que se portan bien. Fueron los holandeses los que llevaron dicha tradición al vecino país del norte.

El que cambió el nombre de Sinterklaas por Santa Claus fue el escritor Washington Irving en el año 1809, cuando escribió la sátira “Historia de Nueva York”, en la que presentaba al santo holandés con la pronunciación nueva.

“A visit From St. Nicholas” (“Una visita de San Nicolás”) es un poema más conocido por su primer verso que dicta “Era la noche antes de Navidad” fue publicado anónimamente el martes 23 de diciembre de 1823. La autoría del mismo se atribuye al profesor y poeta estadounidense Clement Clarke Moore, pero también al Major Henry Livingston Jr., quien era primo de su mujer.

El poema es el siguiente, traducido al español por Juan A. Galán:

“Era la noche antes de Navidad”

(“Una visita de San Nicolás”).

Era tarde en Nochebuena, nada en la casa se oía,

hasta el ratón de alacena con su familia dormía.

De la repisa colgaban, medias en la chimenea,

San Nicolás, al llenarlas, tendría una gran tarea.

Los niños dormían ya y soñaban sutilezas,

imaginando visiones en sus pequeñas cabezas,

y mamá con su pañuelo, y yo con mi mejor gorra,

antes de una buena siesta, sentíamos la modorra.

Cuando afuera en el jardín, se formó un gran alboroto,

salí de mi cama a saltos, parecía un terremoto,

corrí y abrí la ventana, levantándola hasta el tope,

las cortinas separé, pues creí oír un galope.

La luz de la luna llena se reflejaba en la escena

e iluminaba la nieve, como hace el sol con la arena.

Cuando yo vi ante mis ojos, de grata sorpresa llenos,

un trineo en miniatura tirado por ocho renos.

Los controlaba un viejito, ágil y con gran viveza.

“Debe ser San Nicolás”, pensé yo con gran presteza.

Él, aunque eran como águilas, de sus cursos era el guía,

¡Silbando y con muchos gritos, sus nombres les repetía!

“iOh, Bailarín! ¡Oh, Brioso, Relámpago y Juguetón!

¡Hala Cupido! ¡Hala Trueno! ¡Halen Cometa y Pompón!

¡Suban prontos al tejado y a lo alto por la pared!

¡Suban con brío ahora mismo! ¡Todos, con brío, ascended!”.

Como las hojas ya secas que encuentran algún obstáculo

se entrelazan con el viento en asombroso espectáculo,

así subieron al techo, como en sus cursos volando,

en el trineo con juguetes a San Nicolás llevando.

Después de algunos segundos, yo pude oír satisfecho

ruido de pequeños cascos que golpeaban en el techo.

En la mente estas imágenes y en mis talones girando,

por la chimenea vi a San Nicolás bajando.

Todo envuelto estaba en pieles, de los pies a la cabeza,

su ropa estaba manchada del hollín y la ceniza.

Una bolsa con juguetes de su ancha espalda colgaba,

parecía un vendedor que su mercancía cargaba.

¡Qué alegría en su sonrisa! ¡Qué brillo había en sus ojos!

¡Qué color en sus mejillas! ¡Qué nariz con tonos rojos!

Su boca, en un amplio arco, se abría en sonrisa leve

y la barba en su barbilla más blanca era que la nieve.

Una pipa ya gastada en sus dientes sujetaba

y alrededor de sus sienes el humo lo coronaba.

Su cara era ancha y redonda, y un vientre grande tenía

que como la gelatina temblaba cuando él reía.

Era un duende muy alegre, un viejo gordo y bajito,

y me tuve que reír, ¡aunque lo hice muy quedito!

Un giro de su cabeza y un guiño casi secreto

hicieron que mis temores se esfumaran por completo.

Sin decir ni una palabra, a su tarea se dio,

giró sobre sus talones y las medias rellenó.

Tocándose la nariz, con un dedo y por el lado,

¡Subió por la chimenea por alguna magia izado!

Saltó presto en el trineo, silbó casi sin aliento,

y los renos se alejaron como plumas en el viento.

Pero oí cuando exclamaba, ya inmerso en la oscuridad,

“¡Que tengan muy buenas noches y una Feliz Navidad!”.

De este poema surge en gran parte la imagen que se tiene de Papá Noel desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, ya que describe su aspecto físico, el trineo que usa, el nombre de cada uno de los renos y el reparto de juguetes a los niños la noche de su visita. El que diseñó la imagen fue el ilustrador Thomas Nast, en el año 1863 y se basó en los obispos antiguos.

En el año 1930 la empresa Coca Cola compró los derechos de Santa Claus y desde ese año hasta la actualidad ha usado la figura en todos sus anuncios publicitarios, sean impresos, televisivos o cinematográficos. Originalmente la vestimenta del personaje era la mayor parte de las veces en color verde y fue que cuando la refresquera adquirió los derechos, que le dio en la mayor parte de la vestimenta el color rojo con algunos elementos en blanco, el cinturón negro con hebilla dorada y las botas negras.

La película mexicana más famosa en relación al tema navideño es “Santa Claus”, de género comedia fantástica y estrenada en el año 1959. Dirigida y escrita por René Cardona en coautoría con Adolfo Torres Portillo, la fotografía de Raúl Martínez Solares, la música de Antonio Díaz Conde y con las actuaciones de José Elías Moreno, Cesáreo Quezadas “Pulgarcito”, José Luis Aguirre, Polo Ortín, Armando Arriola, Lupita Quezadas, Antonio Díaz Conde Jr., José Carlos Méndez, Nora Veryán, Manuel Clavo, Jesús Brook, Queta Lavat, Ángel Di Stefani, entre otros.

La historia presenta a Santa Claus quien en vísperas de Navidad, en su palacio celestial se prepara para llevar amor y esperanzas a los niños del mundo. Por otro lado, en el infierno Satanás envía a la tierra al “diablo menor” Precio, con la orden de tratar de sabotear a la Nochebuena. En México, un grupo de niños se convertirá en blanco de la anual lucha entre Santa y Precio: un trío de chiquillos malcriados, un infeliz niño rico y una humilde niña. Es así que comienza una alucinante lucha entre el Bien y el Mal, donde estará en juego el significado la festividad de navidad y Noche Buena.

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