Socializar y compartir vivencias imprescindible para la salud mental de los niños

Staff/Rossi

Psicólogos infantiles destacan los aspectos positivos del confinamiento para muchas familias.

El curso académico 2020 para más de 154 millones de niños, niñas y adolescentes de América Latina, pasará a la historia por las restricciones y los nervios a causa de la pandemia de la COVID-19. A pesar de las medidas que se adaptaron para garantizar la continuidad de la formación de los menores, pisar las aulas de clase,  relacionarse con los compañeros y abrirse a compartir las experiencias y emociones trae consigo distintos beneficios para la salud mental de los estudiantes, especialmente si son aquellos que han vivido durante los últimos seis meses. Así lo explica Amalia Gordóvil, psicóloga familiar del Centro GRAT y profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Además la experta también subraya los aspectos positivos y las «sorpresas agradables» que el confinamiento ha supuesto en muchos hogares. «Hay niños que han fortalecido vínculos con sus padres, y viceversa pues también muchos de ellos han conocido mejor a sus hijos. Por otro lado, los adolescentes nos cuentan que ha habido más comunicación y menos conflicto, en buena parte porque era evidente que no podían salir. Creo que han sufrido más los padres, sobre todo los de los más pequeños, porque han ido de cabeza», dice. Pese a ello, Gordóvil matiza que algunas situaciones complicadas, como la muerte de un familiar o la pérdida de trabajo de uno de los padres, suponen más estrés para niños y jóvenes, aunque eso «dependerá de cómo lo hayan afrontado los adultos, que son sus modelos de gestión emocional».

El reencuentro con los compañeros, aspecto clave

Para los niños y niñas de educación infantil y primaria, detalla la profesora de la UOC, ir a la escuela es una buena forma de entrenar habilidades sociales:

«Una vez tienen un vínculo estable con las figuras parentales, hay un proceso importante, que es el de establecer vínculos con otras personas. En la escuela tienen la oportunidad de vincularse tanto con otro referente adulto —el docente— como con los niños de su edad, lo que supone un gran beneficio desde el punto de vista emocional. Durante toda la educación primaria hacen ensayos sociales, aprenden a manejar conflictos, a defender su punto de vista, a ceder, a construir un criterio propio». Además, pasar tiempo separados de los padres y madres fomenta la autonomía de los niños, añade la experta.

En cuanto a los adolescentes, «el grupo de iguales, de amigos, todavía es más importante», resalta Gordóvil, ya que «es donde encuentran un núcleo para ir construyendo su propia identidad, para tener referentes diferentes a los padres, que es lo que buscan».

En este sentido, afirma, durante los meses de confinamiento «les ha salvado la tecnología, pero encontrarse presencialmente es muy beneficioso: debemos tener en cuenta que la comunicación no verbal representa el 93 % de la comunicación».

Con todo, es evidente que el contacto físico se ha reducido. Esto no puede sustituirse, y es saludable vivirlo desde la esperanza de saber que no será para siempre, explica la psicóloga.

Compartir vivencias para fortalecer vínculos

«Muchos docentes están trabajando —y creo que lo hacen muy bien— para que los alumnos compartan cómo se han sentido durante
los últimos meses, y eso ayuda mucho a la hora de establecer vínculos con la clase, el profesor y los amigos», apunta la experta.

Gordóvil invita a los docentes a compartir también sus propias vivencias con los alumnos.

En este sentido, remarca, hay un aspecto clave del que se habla poco. Es necesario que docentes, madres, padres y familiares de niños y adolescentes se cuiden en beneficio de todos. «Deben tener espacios para ellos, para tener una buena higiene de la salud mental, sea con alguna afición, alguna escapada o haciendo vida social», señala.

Explicarse bien para facilitar la adaptación a los cambios

«Los adultos debemos cuidarnos mucho y debemos confiar mucho en los niños», añade la profesora de la UOC. Esto supone contarles todo lo que va pasando, sin engañarlos: «Los niños tienen mucha más plasticidad cerebral que los adultos, se adaptan mejor, y todo lo que implica anticiparse, explicarles muy bien qué prevemos, les ayudará».

Según Gordóvil, que se muestra optimista, los meses de confinamiento no han sido, en general, un periodo suficientemente largo como para generar efectos psicológicos perjudiciales, y han servido para «entrenar la frustración». Igualmente, los posibles periodos de cuarentena o confinamiento que vendrán serán transitorios, por lo que podemos confiar en que niños y adolescentes se adaptarán.

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