Desde el Terror: El Chalequero, la historia del sádico primer asesino serial en México

Francisco Guerrero Pérez alias “El Chalequero”

Carolina Romero

En el siglo XIX, el Río Consulado fue el vertedero de los restos de más de una decena de mujeres estranguladas y torturadas por Francisco Guerrero Pérez alias “El Chalequero”,  primer asesino serial del que se tenga registro en México.

Sus víctimas eran, en su mayoría, prostitutas que laboraban en el centro de la Cuidad de México. Según el perfil psicológico del asesino realizado por algunos estudiosos, este hombre sentía el derecho de asesinarlas porque consideraba pecaminosa su labor. Además de estar lleno de un sentimiento de superioridad física y moral, por lo que aprovechaba la vulnerabilidad de las mujeres para desfogar su odio contra el género femenino.

A diferencia de Jack el Destripador–que coetáneamente estaba causando pánico en Londres– Guerrero nunca intentó ocultar su identidad;  “sus homicidios eran conocidos por todas las prostitutas de la zona pero ninguna fue capaz de denunciarlo o entregarlo a la policía debido al temor de posibles represalias en su contra”; se lee en una investigación de El Universal.

El mote de “El chalequero” es aducido a dos razones distintas; una de ellas es que era conocido así por usar esa prenda cotidianamente o por mantener relaciones sexuales “a chaleco”, es decir, a la fuerza.

De su vida se ha dicho mucho. Naturalmente muchas de las características que se le atribuyen son imposibles de comprobarse. Se dice, por ejemplo, que era económicamente mantenido por sus amantes, que incluso no gastaba un solo peso en la ropa que portaba. Además, que era una persona especialmente preocupada por su físico, que tenía dotes de galantería y una habilidad de empatía importante. Lo que parece constar es que vivía en la calle del Padre Lecuona y tenía el oficio de zapatero.

Cualquier cualidad atribuible desaparecía al momento de sus crímenes: luego de acercarse a la mujeres que ofrecían sus servicios sexuales, mantenía relaciones con ellas y posteriormente las estrangulaba o torturaba. Después de eso se desprendía del cadáver en un río ubicado en los márgenes de la cuidad.

Se rumora que fue un vecino quien lo delató y los gendarmes pudieron aprehenderlo en una pulquería ubicada en la colonia Peralvillo en 1888. Aunque entonces fue merecedor  a una condena de muerte en San Juan de Ulúa, Veracruz,  el entonces presidente Porfirio Díaz redujo su sentencia a sólo 20 años de prisión. “El Chalequero” saldría en libertad en 1904.

Sólo 4 años pasaron cuando el también conocido como “destripador mexicano” volvió a cometer otro crimen. Esta vez, la víctima fue una anciana, se desconoce si se dedicaba también a la prostitución.

Tras su detención, declaró a la policía que “le cantó un pajarito y se acordó de un negro muy malo que lo molestaba mucho en San Juan y por eso le dieron ganas de matar”.

Tras el funesto crimen fue confinado en la Cárcel de Lecumberri y su sentencia dictaba condena de muerte. Ésta, sin embargo, se le adelantó y murió por una hemiplejía derivada presuntamente de una congestión cerebral sólo dos años después en  la comodidad de una cama en el Hospital Juárez a la edad de 70 años.

La fama de su crueldad alcanzó niveles nacionales, incluso, fueron ilustrados por Guadalupe Posada. Todos los diarios hablaban sobre él. En uno de ellos, conservado hasta ahora se lee: “Allá por los años de 1880 a 1888, Jack el destripador horrorizaba buena parte de la culta Europa. Nunca en México habíamos tenido la desgraciada noticia de un criminal tan terrible y sanguinario. Desde hace más de veinte años se venían registrando, crimen tras crimen, hasta la suma de 17 mujeres degolladas horriblemente”.

Guerrero gozó de casi 7 años de impunidad para cometer sus fechorías y, además, pasó a la memoria colectiva de todo un país que no cesa en la creación –involuntaria, quizá– de historias siniestras.  El número de víctimas no es totalmente certero, mientras que algunos estudiosos lo ubican en 17, otros aseguran que asciende a 20.

 

YouTube Kris Durden

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