Las percepciones públicas y el nuevo estilo presidencial

Por Ricardo Homs

Llevamos muchas semanas conociendo ajustes en los principales proyectos que serán prioritarios en la administración del presidente López Obrador.

Sin embargo, conforme la nueva administración va tomando control del país de forma anticipada, se percibe un poco de confusión respecto de las acciones que se tomarán. Nunca había sucedido que el gobierno electo tomase protagonismo antes de tomar posesión del cargo, incluso en transiciones del mismo partido.

Bastante mesurada y conciliadora se ha visto la administración del presidente Peña Nieto, e incluso, es de reconocerse la actitud de él mismo, quien ha quedado relegado en la presencia pública, ante el avasallamiento mediático de su sucesor y sin embargo, ha evitado generar conflicto.

Ha sido tan larga la espera del hoy presidente electo, la cual podríamos decir que oficialmente ha sido de doce años, que las ansias han impulsado la toma de control anticipada.

Sin embargo, esta premura está generando riesgos de alcance no previsible, pues las declaraciones públicas no están sustentadas en el análisis mesurado y profundo que permite tomar decisiones contundentes, que den certeza y confianza al país. No se percibe claridad en el rumbo a mediano y largo plazo. Quizá a ello se debe la salida fácil de proponer consultas y encuestas, como está sucediendo con respecto a la construcción del aeropuerto. Esto propicia especulaciones.

La consulta y la encuesta no parecen estar bien definidas aún. Una consulta donde simplemente se espera que el ciudadano vaya a emitir su opinión, no tiene ninguna representatividad estadística y por tanto, es fácilmente manipulable y ello levanta suspicacias.

Por otra parte, la carta de un militar de alto rango dirigida al presidente López Obrador, podría representar el sentir de las Fuerzas Armadas, respecto al contexto en que se ha desenvuelto esta institución apoyando el combate a la delincuencia. Es grave que se haya llegado a este extremo, pues hay que reconocer, que si no fuera por su profesionalismo, disciplina y sentido de responsabilidad, quizá ya estaríamos viviendo en un narco-estado.

Reconociendo que puede haber habido excesos, es necesario ponderar que las Fuerzas Armadas asumieron esa responsabilidad, de enfrentar a la delincuencia, ante el fracaso de una autoridad civil rebasada, infiltrada, corrupta y sin autoridad moral.

No es conveniente tomar postura ante un tema que parece ser más profundo de lo que suponemos, solamente guiados por argumentos emocionales y el sentido común, pues este tema pudiese estar anunciando un grave conflicto, que sólo se podrá resolver con conocimientos jurídicos sobre la Constitución y las leyes que regulan el ámbito militar, así como mucha sensibilidad y mesura.

Mucha razón tiene la sabiduría popular al crear el refrán: ”más vale una pinta que mil descoloridas”.

Este par de ejemplos, de temas muy importantes que pueden tener repercusiones, nos describen lo que estamos viviendo.

Parece ser que no hay conciencia de lo peligroso que es el manejo de las percepciones colectivas. Por ello debe haber un replanteamiento de la estrategia de comunicación del presidente electo.

Podemos asegurar que la propuesta de realizar consulta y encuesta para guiar decisiones importantes da alas a quienes militan dentro de alguna de las múltiples posiciones respecto de cada tema aún por concretar. Se alimenta la percepción de que aún se puede influir en las decisiones y ello puede estimular la efervescencia social y política de modo inusual y hasta peligroso para la estabilidad sociopolítica del país.

Estamos frente a escenarios estimulados por una comunicación confusa, que “lo mismo hoy dice una cosa, que poco después se autocorrige y dice otra”.

Pareciera ser que las declaraciones del presidente electo se ajustan a las expectativas particulares de cada auditorio donde se presenta, sin considerar que estamos en tiempos de la comunicación viral por medio de redes sociales, información que luego es detonada por noticieros de televisión, la radio y analizada en los periódicos.

Es necesario reconocer que hoy cualquier declaración, sin importar donde esté presentándose el presidente electo, va dirigida a toda la nación. Incluso, pareciera no haber conciencia de que una es la comunicación de un candidato y otra muy diferente, la de un gobernante electo, que se convierte en el “oráculo” que define hacia dónde se dirige el país.

Generalmente, en la práctica, la comunicación de un candidato en campaña se dirige a sus seguidores de forma selectiva y alimenta la expectativa de seducir a quienes no coinciden con el candidato. Por ello arranca aplausos de los cercanos y es ignorada o desestimada por los de afuera.

En contraste, la de un presidente ya es incluyente y del interés de todos los mexicanos.

La comunicación de un candidato es emocional y por tanto, refleja simplemente buenas intenciones, pero la de un presidente o funcionario designado, debe ser muy racional pues compromete, ya que se deduce que tiene información puntual sobre el tema y seguramente refleja las acciones futuras.

El presidente López Obrador últimamente ha manejado declaraciones muy emocionales y hasta controversiales, como aquellas a las que nos acostumbró siendo candidato. Sin embargo, él ya es presidente electo y en él recaen todas las decisiones del país. Por tanto, la ciudadanía espera de él la conducta de un estadista, que toma decisiones sustentadas en su larga experiencia política.

Él es el presidente que ha llegado al cargo con más legitimidad, no sólo jurídica según la ley electoral, sino de representatividad ciudadana. Por ello las expectativas de cambio que genera son muchas. Unos las esperan y las desean y otros las temen. Por ello sus declaraciones son de alto impacto y deben servir para despejar dudas y generar confianza, más que alargar la incertidumbre.

Su gran legitimidad le hace merecedor de un indiscutible voto de confianza ciudadano, se haya votado o no por él. Por ello él debe ser cauteloso con las percepciones que genera.

Es recomendable que administre al mínimo sus declaraciones personales y tome lo que le queda de tiempo antes de asumir el cargo, para recibir y procesar información, meditar las alternativas posibles y tomar decisiones.
No por mucho madrugar amanece más temprano.

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