Proceso
El periodista salvadoreño Óscar Martínez no alberga mucha esperanza de que la caravana migrante tenga éxito en su pretensión de llegar a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida. Sin embargo, dice comprender el impulso de conservación que mueve a miles de centroamericanos a escapar de sus países, donde la clase política se dedica a robar impunemente. También se muestra escéptico sobre la actitud de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, quienes les han dedicado sólo un par de frases en su afán de contener el flujo de personas hacia territorio estadunidense. Además, teme por la suerte de los 7 mil centroamericanos porque en materia de tragedias, dice, “México siempre sorprende”.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Cuando entraron en bloque a México por la puerta principal y con la intención de seguir su camino hacia Estados Unidos a pesar del furor del presidente Donald Trump, los 7 mil centroamericanos de la caravana migrante realizaron, sin saberlo, una especie de “performance político”.
“Gente de tres países cuyos gobernantes no se hablan se entendieron para componer la marcha de los nadies, que abandonan una región en masa, juntos y a pie. ¿Qué mejor performance que ese?”, pregunta el periodista salvadoreño Óscar Martínez.
Reportero y editor en El Faro, el prestigioso diario digital de El Salvador, Martínez asevera en entrevista con Proceso: “En Centroamérica hay gente a la que apenas tienes que pincharle para que se largue de ese maldito lugar. Ya no cree en esa región ni en sus políticos, ni en sus esperanzas… para mí, todo se reúne en el verbo huir, no migrar”.
Recuerda que “Centroamérica siempre ha migrado en masa; lo que pasa es que nunca lo habían hecho juntos; es una expresión de la desesperación del pueblo centroamericano, y de coraje y valentía”.
Añade que la violencia, la corrupción y la desigualdad –aunadas al “desapego completo” de la clase política– son los principales motores de la migración centroamericana, pues destrozaron poco a poco las esperanzas y las ilusiones de su gente.
“Lo único que te queda por perder –afirma– es lo más valioso: tus hijos, tu pareja, ya no hablamos de cosas. Muchos te dicen: ‘Mira, voy por este niño, porque a este niño que traigo a la par, la pandilla lo quería reclutar’”.
En años recientes, ni en Honduras ni en El Salvador los homicidios bajaron de 40 por cada 100 mil habitantes –más del doble que en México–; el segundo llegó a tener una tasa de 113 asesinatos por cada 100 mil habitantes y las políticas de represión contra las pandillas agudizaron el problema, según Martínez.
“En El Salvador –explica– el dominio de las pandillas, de la Mara Salvatrucha y del Barrio 18 hacen que mucha gente no viva en un país, sino más bien en pedazos de un país. Hay mucha gente que, porque nació en una colonia controlada por la Mara Salvatrucha 13, no puede transitar la mitad del país dominada por el Barrio 18 y sus dos escisiones. Si tienes un puesto de comida puedes entregarla en esta cuadra, pero no en la otra; si sos un vendedor informal, puedes llegar con tu carretón hasta cierto límite.”
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