Devoción a la Virgen de Guadalupe, el mensaje de paz y unidad que traspasa fronteras

Por: Mtra. Christa P. Godínez Munguía

Coordinadora de la Maestría en Teología y Mundo Contemporáneo.

Académica de la IBERO realiza un acercamiento al mensaje de Santa María de Guadalupe

El 12 de diciembre es un día de alegría y esperanza, día en que la Iglesia católica celebra la festividad de la Virgen de Guadalupe. Este día es especial para el pueblo de México, pero también para muchos pueblos de América y del mundo. Desde México, la devoción a Santa María de Guadalupe se ha difundido traspasando fronteras, pues conlleva un mensaje universal de unidad y de paz.

Al acontecimiento guadalupano podemos acercarnos a través del Nican Mopohua, palabras en náhuatl que significan: aquí se narra, aquí se cuenta. El relato refiere el encuentro entre Santa María de Guadalupe y Juan Diego, un indígena pobre, originario de Cuauhtitlán. Ahí se indica que este evento se llevó a cabo en diciembre de 1531, diez años después de la caída de México-Tenochtitlan, en una situación de posguerra, de profundo dolor y tristeza: “por donde quiera están rendidos los habitantes del lago y del monte” (N.P.3) 1.

Juan Diego representa a los pueblos humillados y oprimidos. Sin embargo, el acercamiento respetuoso y cariñoso de la Virgen María a Juan Diego, en su lengua nativa, lo dignificará en su corazón y le dará esperanza. Ella lo llama Iuantzin, Iuan Diegotzin (N.P.12), que se puede traducir como “digno Juan, digno Juan Diego”; la terminación tzin expresa dignidad, respeto y afecto familiar.

Ella se presenta como “la madre de El Dios de la Gran Verdad, In huel nelli Téotl Dios; de Aquel por quien vivimos, in Ipalnemohuani; el Creador de Personas In Teyocoyani; Señor del cerca y del junto In Tloque Nahuaque; Señor del Cielo y de la tierra In Ilhuicahua in Tlaltipaque” (N.M. 22). Para Juan Diego estos atributos de Dios no le son extraños, sino que pertenecen a la sabiduría de sus ancestros.

Juan Diego es considerado digno para realizar un encargo especial que le pedirá la Virgen, para que lo solicite al Obispo. Este encargo es muy importante, se trata de la construcción de una ermita, de una “casita sagrada”. Aquí ella mostrará todo su amor, su compasión, su ayuda y defensa. “Porque yo soy la Madre misericordiosa, de ti, y de todas las naciones que viven en esta tierra, que me amen, que me hablen, que me busquen y en mi confíen. Allí he de oír sus lamentos y remediar y curar todas sus miserias, penas y dolores.” (N.P. 23-25).

Este lugar es universal, pues aquí se acogerán a todas las naciones. La Virgen de Guadalupe no está sola, lleva en su vientre a Jesús, colabora con él mostrando su mensaje de amor, de misericordia y de compasión para todas las personas, se trata de un mensaje incluyente, de reconciliación y de paz; es lo que busca que se lleve a cabo, de una forma efectiva, en la “casita sagrada”.

Esta “casita” simboliza también a la Iglesia con sus miembros, una Iglesia abierta, una Iglesia “en salida”, como lo ha pedido tanto el Papa Francisco, es decir, una Iglesia que se convierte, que se deja tocar por el dolor; se compadece y actúa ante el sufrimiento de quienes padecen pobreza, de quienes tienen que migrar para conseguir una vida digna, de quienes sufren enfermedades y no cuentan con recursos, de las víctimas de distintas injusticias, de la guerra, de la violencia.

El mensaje guadalupano expresa los valores del Evangelio, el mensaje es un don y una tarea a realizar. Asimismo, esta “casita” tiene que ver con “nuestra casa común”; se buscan personas que quieran colaborar en el proyecto de Jesús; el que asumieron Santa María de Guadalupe y Juan Diego, esto es, en ir edificando el Reino de Dios aquí en la tierra, o lo que en el lenguaje náhuatl es el Xochitlalpan, la tierra florida, símbolo de la tierra de la verdad, donde no hay hambre ni muerte ni enfermedad.

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