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Actualmente, unos 16,6 millones de personas, más de la mitad de la población, no tiene acceso regular a alimentos suficientes, seguros y nutritivos en Perú, pese a que el Banco Mundial clasifica a ese país como una economía de ingresos medios altos que puede producir todos los alimentos que necesita.
Un estudio de 2021 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) mostró que el 51% de la población vive en situación de inseguridad alimentaria y que el 20% de ese grupo sufre inseguridad alimentaria aguda.
Fernando Castro Verastegui, coordinador de Proyectos de la FAO en Perú, señaló que “eso significa que las personas han reducido la calidad de su dieta o están comiendo menos de lo que necesitan”.
La agencia afirma que la principal causa de esta inseguridad es una tasa de pobreza que este año alcanza a la cuarta parte de la población, impidiéndole cubrir su canasta básica de alimentos.
Ante esta situación, la mayoría de la gente no tiene más remedio que aliviar su hambre como puede, sin comer alimentos adecuados que contengan todos los nutrientes necesarios, como las proteínas. En partes de la selva amazónica peruana, hasta el 70% de la población está anémica.
Ollas populares
En el suburbio pobre y polvoriento de Chorrillos, uno de los barrios marginales de Lima con vistas al océano Pacífico, las mujeres cocinan detrás de la estufa. Entre ellas está Jenny Rojas Chumbe, activista comunitaria y presidenta del comedor “Ayuda Social”.
Cuando el COVID-19 golpeó al país y envió a millones de personas a casa y sin ingresos, Jenny identificó las necesidades urgentes de su comunidad y comenzó a recolectar alimentos para organizar comedores populares.
Estas “ollas comunes”, como se les conoce localmente, reciben donaciones de bancos de alimentos, así como de otras organizaciones y personas.
De las 220 comidas diarias que preparaba en el pico de la pandemia, hoy sigue sirviendo unas cien al día, a pesar de que muchas personas han vuelto al trabajo.
“La cantidad de comidas que estábamos dando se había reducido a 50 por día porque a los vecinos les iba mejor en términos de poder adquisitivo. Pero últimamente aumentamos las comidas porque la crisis está afectando a mucha gente. Si quieres verduras, son demasiado caras. Un kilo de papas cuesta más de tres soles (unos 80 centavos de dólar), un litro de aceite de cocina, más de 12 soles (3,15 dólares)”, detalla Jenny.
El aumento de los precios de la papa tiene un impacto real, y un poderoso impacto simbólico en Perú: es en las orillas del lago Titicaca donde se cultivaron papas por primera vez.
En cuanto a la carne, el pollo es la principal fuente de proteína en Perú, pero sólo para quienes se lo pueden permitir. Jenny cocina pollo para sus vecinos, “nada más una o dos veces por semana porque estaría fuera de nuestro presupuesto”, aclara.
Escalada de precios
La tasa de inflación anual de Perú para 2022 se ha mantenido por encima del 8% en los últimos meses, su nivel más alto en 24 años. Los alimentos básicos como el trigo, el arroz y el aceite de cocina se han más que duplicado en precio.
Los comedores populares fueron la respuesta del pueblo al problema alimentario que venía desde antes del COVID-19, explica Fernando Castro Verástegui. “Teníamos índices de desnutrición y anemia que se habían estancado. Los problemas económicos, políticos y ambientales que ya estábamos teniendo nos decían que la situación alimentaria estaba en riesgo. Cuando llegó el COVID, esto explotó”, abundó.
Perú fue golpeado gravemente por el coronavirus. Sufrió la tasa de mortalidad más alta del mundo durante la pandemia: más del 0,65% de la población sucumbió al virus. Además, los confinamientos aumentaron el desempleo.
Sumada a la recesión derivada de la pandemia, la inflación, impulsada por la guerra en Ucrania, pesa mucho en las perspectivas de recuperación.
Castro Verástigui dijo que Perú también registra un aumento de precios como resultado de una serie de fenómenos mundiales, en especial la inflación en los combustibles.
La FAO apunta, asimismo, que la mala gestión del gobierno, los malos hábitos alimentarios y la excesiva dependencia de los alimentos básicos y fertilizantes importados son razones adicionales de la crisis alimentaria en Perú.
Los fertilizantes químicos importados cuestan hasta cuatro veces más que hace un año, lo que obliga a los agricultores a reducir su uso. El temor es que esto afecte la producción de alimentos en los próximos meses y agrave las vulnerabilidades existentes en el país sudamericano.