Ricardo Homs
El presidente López Obrador, en el mensaje que dirigió a la nación con motivo del tercer aniversario del triunfo electoral que lo llevó a la titularidad del Poder Ejecutivo Federal, hizo alusión a la consolidación de un grupo reaccionario opositor a su gobierno. Esto sugiere la existencia de un movimiento conformado por múltiples organizaciones sociales.
Sin embargo, nunca ha definido cómo está conformado… ¿Quiénes son sus integrantes? … ¿Cómo se llaman?… ¿Qué fines persiguen?… Para describir la identidad de sus opositores, sólo utiliza adjetivos calificativos y frases estereotipadas sacadas de los libros de historia.
Sólo en las mañaneras hace alusión a algunas individualidades, que ya son huéspedes recurrentes en su narrativa.
Sin embargo, los adversarios son el oxígeno necesario para que el presidente pueda proyectar a sus seguidores la existencia de una lucha de clases.
No puede haber confrontación ni resentimientos capitalizables políticamente si no existen adversarios a quienes responsabilizar de las adversidades colectivas. Por ello, si no existieran conciencias críticas que continuamente manifiestan su rechazo a las actuales medidas gubernamentales, exhibiendo argumentos e información de respaldo, entonces desde el mismo gobierno tendrían que crear estos adversarios con identidades ficticias. Los adversarios son el alma de la narrativa presidencial cotidiana y por tanto, no puede prescindir de ellos. Para que haya un héroe, tiene que haber “antihéroes”.
Y ya metido en este tema, el presidente aclaró que sus adversarios nunca podrán impedir que se ayude a los pobres, que se entreguen pensiones para adultos mayores, así como atención médica, becas y que se desarrollen programas como sembrando vida y jóvenes construyendo el futuro… ni siquiera podrán frenar la construcción del tren maya, sentenció.
La realidad es que nunca he leído, o presenciado en programas de TV o radio, una crítica a la entrega de ayudas sociales para la gente vulnerable, por parte de ningún líder opositor.
Las críticas generalmente son dirigidas al derroche que representan obras que no tienen un sustento de mercado, como lo es el “Tren Maya”, que difícilmente tendrá el número mínimo de pasajeros que pague un boleto de lujo que convierta a este medio de transporte en un proyecto turístico de alta rentabilidad, o también la cancelación del aeropuerto de Texcoco, que representó una alta inversión tirada a la basura, o las consultas populares, innecesarias pero que permiten seguir proyectando una percepción de democracia participativa, aunque no tengan ningún significado, como lo será la que realizará el INE próximamente para juzgar a los actores políticos del pasado, ahora que la SCJN impidió que se juzgase a los expresidentes. Dinero perdido, gastado para preguntar obviedades.
Sin embargo, es importante considerar que más allá de exhibir a algunos periodistas de alto rating, las acusaciones presidenciales son abstractas, lanzadas a Fuente Ovejuna, tan ambiguas, como cuando se refiere al pueblo.
Esto nos lleva a suponer que para el presidente tener adversarios es una necesidad vital, pues son la esencia que justifica verse él a sí mismo como un demócrata respetuoso de las voces disidentes.
Esto nos puede llevar a suponer que, si durante un mes hubiese una tregua y ya no se manifestasen voces disidentes, ni adversarios de los cuales hablar, este gobierno los tendría que crear. Entonces desde el mismo gobierno de la 4T surgiría la instrucción de que los corifeos, periodistas a modo y aplaudidores, mudaran de actitud y empezaran de modo ficticio a asumir un rol crítico para llenar ese espacio.
Los adversarios son el oxígeno necesario para proyectar a los seguidores de la 4T la existencia de una lucha de clases. No puede haber confrontación ni resentimientos capitalizables políticamente si no existen adversarios. Por ello, si no existieran conciencias críticas que manifiestan su rechazo a las actuales medidas gubernamentales, tendrían que crearlas con identidades ficticias.
Para mantener el respaldo popular a un gobierno sin resultados, se vuelve necesario una estrategia de confrontación con adversarios, reales o ficticios.
Han desgastado tanto la confrontación, entrampada siempre con los mismos supuestos adversarios, que ya hemos visto el intento de crear nuevos protagonistas, como la aberrante ocurrencia de López Gatell de convertir al grupo de padres de niños enfermos de cáncer en golpistas al servicio de intereses multinacionales, o a la “clase media” convertida en traidora para la 4T, movida por insanas aspiraciones de mejor calidad de vida, o a la fundación “Mexicanos contra la Corrupción” convertida en saboteadora de este gobierno, que por ironía, también lucha contra la corrupción.
Los opositores, convertidos en adversarios, son una necesidad primordial para un gobierno que, ante la falta de resultados, ha hecho de la comunicación pública su razón de ser.
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