La crisis del COVID-19 muestra la presión sin precedentes que existe sobre el planeta: no podemos desarrollarnos a su costa

PRNewswire

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) advirtió este martes sobre la mayor pobreza y desigualdad -con los daños que éstas acarrean- que golpearán al mundo a menos que se cambien los esquemas que basan el desarrollo en la explotación irracional de la naturaleza.

En un informe, el Programa señala que la pandemia de COVID-19 es una muestra de la presión sin precedentes que sufre el planeta debido a la acción de las sociedades sobre el medio ambiente, subrayando la interconexión entre ese proceder y los crecientes problemas sociales y económicos que afronta el mundo.

El informe revela que “ningún país en todo el mundo ha logrado alcanzar un desarrollo humano muy alto sin ejercer una presión desestabilizadora sobre el planeta”, señala el administrador del Programa, Achim Steiner.

Nuevo indicador

Cada año, esta agencia de la ONU publica su Índice de Desarrollo Humano, una clasificación de todos los países humanos, teniendo en cuenta su indicadores de ingresos o renta per cápita, su cobertura sanitaria y esperanza de vida, y su nivel de educación, entre otros factores.

Ahora, a treinta años de haber diseñado el índice de desarrollo humano, el PNUD ha propuesto un nuevo referente experimental que agrega un indicador del efecto del desarrollo sobre el planeta, teniendo en cuenta las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de los países (el uso de los recursos naturales).

Noruega -que con los parámetros tradicionales ocupa la primera posición en el informe de este año- pierde 15 puestos si se tienen en cuenta las cuestiones medioambientales. Islandia, que ocupaba el cuarto puesto pierde 26 escalones; Australia, baja 72 puestos y pasa del 8 al 80; Singapur, que era el 11 y cae 92 puestos.

Más de 50 países quedan fuera del grupo de muy alto desarrollo con la nueva clasificación.

Algunos países como Costa Rica, México, Colombia, Panamá o Moldavia avanzan más 20 o 30 posiciones, señalando como es posible ejercer menor presión medioambiental.

En general, toda Latinoamérica sube en la lista, dado que las caídas más importantes están entre el grupo de países más avanzados y contaminantes.

Steiner dijo que este nuevo índicador, que se refinará en los próximos años, no pretende ser un juicio. “Lo que muestra es que, con la aproximación tradicional, ser rico no es la única forma de determinar si eres una economía exitosa y lista para el futuro”.

El documento, titulado “La próxima frontera: el desarrollo humano y el Antropoceno”, explica que el nuevo índice ilustra la transformación que podría darse en el desarrollo si tanto el bienestar de las personas como la integridad del planeta fueran considerados de manera conjunta como piedras angulares de la definición de progreso humano.

Concentración de poder

Durante una conferencia de prensa de presentación del informe, director de la Oficina que elabora el estudio, Pedro Conceição, afirmó que las presiones sobre el entorno natural han dado lugar a fracturas sociales muy profundas, como se observa en la enorme desigualdad tanto entre países como dentro de ellos.

Conceição agregó que esta inequidad se traduce en que los grupos con más poder se benefician de la explotación de la naturaleza y limitan la capacidad de actuación de la población más pobre.

La publicación considera que resolver esa desigualdad requiere el desmantelamiento de los desequilibrios de poder y de oportunidades que imperan actualmente. También aclara que el cambio de los modelos de desarrollo no implica un retroceso.

No hay dilema

“El desarrollo humano no debe entenderse como un dilema entre personas y el medio ambiente. Por el contrario, si sacamos el máximo provecho a las innovaciones, abordamos la desigualdad y trabajamos con la naturaleza, el desarrollo humano puede ayudar igualmente a las personas y al planeta”, dijo Conceição.

El director regional del PNUD para América Latina y el Caribe, Luis Felipe López Calva, sumó su voz al responsable del informe para destacar la necesidad imperiosa de buscar soluciones de desarrollo basadas en la naturaleza y de cambiar las normas sociales.

Asimismo, abogó por un incremento de los incentivos a la generación de energías limpias y una suspensión de los subsidios a la industria de los combustibles fósiles.

Ambos expertos coincidieron en que el concepto de desarrollo se refiere también a la posibilidad de participación e incidencia en la toma de decisiones.

América Latina

Al hablar sobre América Latina, López Calva recordó que es una región con una profunda desigualdad y que la relación entre las personas y el planeta “tiene un impacto diferenciado en los distintos grupos de población: mujeres, grupos indígenas, afrodescendientes, así como los estratos socioeconómicos más bajos siempre son más golpeados, además de que hay gran desigualdad en el poder de decisión”.

En este sentido, sostuvo que la crisis ha sacado a la luz un problema de gobernanza. “Hacen falta nuevos actores para la elaboración de políticas que zanjen el impacto diferenciado”, acotó.

El director regional mencionó los casos de varios países latinoamericanos y caribeños, destacando el liderazgo de Costa Rica en cuanto a las políticas basadas en la naturaleza y añadió que Chile se ha comprometido con la neutralidad de carbono para 2050. Citó también a Paraguay como uno de los países con mejor interacción con la naturaleza al producir energía hidroeléctrica.

López Calva destacó la asociación de Perú, Chile y México en la emisión de un bono de aseguramiento contra impacto de terremotos y adelantó que ahora están contemplando asociarse con otros países para un instrumento de aseguramiento contra las inundaciones relacionadas con fenómenos climáticos.

Con respecto a Brasil, dijo que es un país que representa de forma muy clara las características estructurales de la región: “Tiene retos de crecimiento económico, de desigualdad y vulnerabilidad”, acotó y recalcó que la Amazonía es un activo regional que precisa de políticas coordinadas para su protección y gestión, toda vez que los incendios son efecto de la gravedad de la interacción humana con la naturaleza.

De la sequía en Bolivia, que suma ya cien días, advirtió que, dependiendo de las decisiones que se tomen, el fenómeno se podría agudizar con consecuencias de desestabilidad política, desplazamientos masivos de población y mayor pobreza. “Por otra parte, si se respeta el Acuerdo de París, estos periodos de clima extremos podrían disminuir”.

Uruguay, por su otra parte, se mencionó como ejemplo del índice ajustado por su impacto en el planeta ya que pese a ser un país de renta alta que ha crecido en su indicador de desarrollo humano, ha puesto gran presión sobre sus recursos naturales al producir alimentos para más de 30 millones de personas aunque sólo tenga 3,5 millones de habitantes. López Calva aclaró, no obstante que el gobierno uruguayo ya están considerando un cambio en la manera de pensar la política pública.

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