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Era sábado de primavera en plena campiña inglesa, en la base aérea de Silverstone que había sido utilizada durante la Segunda Guerra Mundial. El ruido ese día provenía de otros motores y la expectativa, alimentada por pilotos de carreras. Mandaba el sonido de los ocho cilindros en línea de los todopoderosos Alfa Romeo 158, las Alfeta, capaces de erogar 350 caballos a 9.300 revoluciones por minuto. Aunque también rugían un puñado de Talbot, viejas Maserati y unos ERA… De acuerdo con las crónicas de la época, unos 120.000 espectadores aguardaban el 13 de mayo de 1950 el comienzo del Grand Prix d’Europe, nombre oficial de la primera carrera del naciente Campeonato Mundial de Fórmula Uno.
Después de aquel primer Gran Premio hubo 1.017 más hasta que la cuenta quedó detenida al final de 2019 y ahora se aguarda el desarrollo de la pandemia de coronavirus imaginando cuándo y dónde podrá ser retomada. Luego de aquella cita en Inglaterra, ¡70 vueltas a la pista que entonces tenía 4.639 metros, poco más de 325 kilómetros de competencia!, el campeonato del mundo sufrió altibajos hasta su arraigo, crecimiento global y consolidación como el certamen ecuménico del automovilismo deportivo. Poco es hoy como era entonces. Sí, los autos siguen teniendo cuatro ruedas y son conducidos por un piloto. Y no tanto más.
La única marca que ha corrido en todos los Mundiales, con participación en el 97,3% de las carreras, no compitió en la primera. Ferrari no presentó sus coches en Inglaterra porque le pareció insuficiente la oferta económica de los organizadores. También en aquel tiempo los modelos V12 con compresor fabricados en Maranello, aunque más modernos que las Alfeta, tenían unos 50 caballos menos y eso representaba una gran desventaja en las largas rectas de Silverstone. La primera curva del recorrido entonces era Woodcote. Luego aparecían Copse, Maggots, Becketts y Chapel, más adelante Stowe y Club antes de arribar a Abbey, la última.
Si el promedio de edad de los 20 participantes del cancelado Gran Premio de Australia que se disponía a abrir en marzo pasado la temporada 2020 no llegaba a los 27 años, la media etaria de Gran Bretaña 1950 fue de 39. Tres de los 21 pilotos que se acomodaron en la grilla de formato táctico futbolero (4-3-4, sí: la primera fila tenía cuatro integrantes; la segunda, tres; la tercera, otros cuatro y así sucesivamente) superaban los 50 años: Louis Chiron, Luigi Fagioli y Philippe Etancelin. Este último, francés, había nacido en el siglo XIX (1896) y tenía 53 años. Otros cinco participantes tenían más de 40, incluido el ganador Giuseppe Farina (43), y el competidor más joven era el británico Geoffrey Crossley, de 29.
El primer Gran Premio del hoy septuagenario Mundial tuvo entre los corredores a un licenciado en Ciencias Políticas, un prínciple, un noble, un músico y un mecánico argentino. Todo surrealista si se lo compara con una hipotética grilla de 2020. Aquella carrera en el condado de Northamptonshire contó con la presencia de los reyes británicos: George VI, el monarca tartamudo que luego fue personificado por Colin Firth en la película “El discurso del rey”, padre de la actual reina Isabel II, y su esposa la reina Elizabeth asistieron como invitados especiales y vieron la carrera desde un pequeño mangrullo de caños levantado especialmente que tenía una lona como techo. Con ellos fue la princesa Margaret, de 19 años, hermana menor de Isabel. George VI saludó a todos los pilotos, incluido el joven local Stirling Moss, quien tenía 20 años y ese día compitió en la carrera soporte de 500 cc. El rey le entregó la copa al italiano Farina, el vencedor, graduado en Ciencias Políticas en la Universidad de Turín y sobrino del extraordinario diseñador Battista “Pinin” Farina.
En la pista, la realeza estuvo representada por Birabongse Bhanudej Bhanubandh, conocido como el príncipe Bira, nieto del rey Mongkut de Siam (hoy Tailandia). El príncipe piloto, que iría tejiendo sólidos lazos con la Argentina, donde conoció a su segunda esposa, abandonó aquel sábado en Silverstone porque su Maserati se quedó sin combustible. El barón suizo Emmanuel “Toulo” de Graffenried, que en 1949 había ganado allí la primera carrera internacional realizada en Silverstone, tampoco alcanzó la meta. Su 4CTL-48 feneció por problemas en el motor. El noble De Graffenried había recibido educación en el exclusivo colegio Le Rosey, aún hoy considerado uno de los más prominentes y caros del mundo. Más tarde, hasta participó como doble de riesgo de Kirk Douglas en la película “El circuito infernal” (The racers, en inglés).
El último de la parrilla de salida era Johnny Claes: había sido ¡18 segundos más lento que Farina en clasificación! Con su Talbot Lago terminó la carrera a seis vueltas del triunfador, en el 11° lugar. Octave John Claes tenía entonces 33 años. Había nacido en el barrio londinense de Fulham. Su madre era escocesa y su padre, belga. Recibió instrucción secundaria en la prestigiosa Lord William’s School. Nat Gonella le dio unas cuantas lecciones como trompetista y para 1935 trabajaba en Nest Club, en Londres. Más tarde se integró a una banda de jazz. Luego se mudó a Holanda, donde tocó con la multiinstrumentista Valaida Snow y el extraordinario saxofonista Coleman Hawkins. Además, trabajó con la banda de Jack Kluger en Bélgica. De vuelta en Inglaterra, a comienzos de los 40 formó Claepigeons. Dejó la banda en la segunda mitad de la década y se radicó en Bruselas. Dirigió The Esquire Club y escribió para la revista belga Jazz Hot. Cuentan que había descubierto el automovilismo en el Gran Premio francés de 1947, mientras se desempeñaba como intérprete de los pilotos británicos. Al año siguiente debutó como piloto.
El mecánico argentino Juan Manuel Fangio era una de las tres “Fa” del poderoso equipo Alfa Romeo, con Farina y Fagioli. La cuarta Alfeta le había sido confiada al inglés Reg Parnell, quien no pudo seguir el ritmo de sus compañeros, atropelló una liebre que le dejó el capot abollado, pero aprovechó el abandono de Fangio y colectó su único podio en Fórmula Uno. El Chueco, que había partido en primera fila, peleó con Farina por el liderazgo hasta su deserción poco antes del final debido a una válvula defectuosa.
Dos de los pilotos que corrieron aquella prueba iniciática jamás volvieron a competir en Fórmula Uno. Ambos eran británicos. Leslie Johnson, que se había destacado en rallies, trepadas y en vehículos sport -terminaría tercero en las 24 Horas de Le Mans de 1952-, abandonó poco después del comienzo por un problema en el compresor. Joe Fry, de lejano parentesco con la tradicional familia chocolatera Fry, compartió su Maserati y el 10° lugar, y se mató dos meses después mientras practicaba para una trepada en Blandford. Su paso por la Fórmula Uno fue efímero. Estuvieron sólo en la primera carrera, hace 70 años. Nada menos.
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