LA JORNADA
Ciudad de México. La periodista Elena Poniatowska no fue fotógrafa porque, dice, no puede cerrar un ojo ni para coquetear. Así lo cuenta la reconocida escritora, quien este miércoles recibirá la Medalla Belisario Domínguez, la condecoración más alta que otorga el Senado de la República a un mexicano.
La ganadora del Premio Cervantes 2013 recibió a La Jornada en su casa en Chimalistac para hablar de la distinción; de las vivencias que compartió con sus amigos José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis desde la adolescencia, compañeros suyos en suplementos culturales; de la fotografía como uno de sus intereses, y de la situación actual del periodismo.
Desde un sillón de su sala, respaldada por un ventanal que da a un jardín pleno de color y luz, Poniatowska, a sus 90 años, hizo gala de su memoria y sus respuestas veloces. En ocasiones se adelantó a alguna pregunta o se detuvo a precisar un dato que consideró importante.
En torno al reconocimiento del Senado, la narradora expresó: “Es como el remate de toda una vida, muy elogioso. Muy luminoso. Belisario Domínguez es un personaje al que admiro, a quien conozco gracias a Rosario Castellanos. Es un premio precioso”.
La autora desplegó el domingo pasado su entusiasmo por el político chiapaneco, en un artículo que publicó en este medio, del cual es colaboradora.
En la charla con este diario, Elena Poniatowska (París, 1932) reconoció: “Siento que recibo la Medalla Belisario Domínguez en nombre de José Emilio Pacheco y de Carlos Monsiváis, quienes fueron mis compañeros. Para mí, fue un horror pensar su muerte cuando ellos eran más jóvenes, mejor informados y con mayor formación que yo, que era de rezar y de pedir perdón por los pecados que aún ni cometía cuando tenía 15 años.
“Éramos un terceto que trabajó muchos años con Fernando Benítez en suplementos culturales. José Emilio hizo un gran poema sobre la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, algo que nos unió.
“Monsiváis, Pacheco y yo hicimos testimonios; José Emilio con su gran poesía, Monsi y yo textos de todo lo que vivimos a partir de la masacre del 2 de octubre, y luego de los fenómenos de la tierra que se levanta en contra tuya: los terremotos.”
Poniatowska evidenció su cariño a Benítez cuando emuló sonriendo la forma grandilocuente en que el periodista les decía: “Yo fui el maestro de José Emilio, Carlos y Elena; ahora soy su discípulo”.
Recordó que fue un enorme gusto para ella acompañar en 2018 a Carlos Payán, director fundador de este diario –quien falleció el 17 de marzo pasado–, a recibir su presea Belisario Domínguez.
Poniatowska destacó que para esta ocasión se le dará un premio “a una persona que hizo un libro crítico al gobierno, La noche de Tlatelolco; que ha hecho entrevistas políticas críticas a lo largo del tiempo”.
Ataviada con una cálida pijama morada, la narradora recordó que de joven incursionó en la fotografía: “Mi papá me regaló, no una Rolleiflex, porque era muy cara, pero sí una Rikohflex; fui a un congreso de mujeres, el primero al que asistí, en Viena, llevé mi cámara y tomé fotos; por ahí están los negativos”.
Reiteró: “No puedo cerrar un ojo, ni siquiera a alguien que me gusta, tengo esa dificultad para tomar fotos. Ni puedo coquetear, bueno, pelo los dientes como Bugs Bunny, como conejo, pero no puedo tomar fotos”.
Indicó que está de acuerdo en que el periodismo es como un retrato hecho de palabras, y agregó: “Tengo eso de ser muy fijona en cómo es una casa y la manera de ser la esposa del entrevistado, que cuando yo era joven se asomaba a cada rato para ver cómo iba la entrevista”.
Siempre ha estado ligada al arte de la fotografía, pues su hija Paula es muy buena en esa actividad. Además, trabajó muchísimo con fotógrafos como Héctor García, Mariana Yampolsky y Graciela Iturbide y ha conocido a los grandes artistas de la lente, desde Manuel Álvarez Bravo hasta los de la actualidad.
A los jóvenes periodistas les recordó que “la observación es muy importante, pero también lo es estar bien informado: estar lee y lee. Yo leo mucho libros, el periódico lo macheteo, lo leo diario, y eso me ha servido mucho para estar informada sobre lo que sucede en mi país. No soy muy de ver televisión, pero con mis hijos a veces veo alguna película”.
Sobre sus actuales lecturas, la multipremiada autora contó que lee libros en francés: “Se me facilita mucho, porque es mi idioma materno. Llegué aquí a los 10 años. Últimamente, leí a Sandra Cisneros, escritora chicana que me interesa porque tiene gran apego a México; incluso, se vino a vivir a (San) Miguel de Allende; hizo el esfuerzo de regresar de Estados Unidos, donde las tenía ganadas en todo.
“Me pareció muy bonito. Tiene el mérito de haber regresado. Es encomiable su actitud de amor a sus abuelos. A ella no se la tragó la cultura estadunidense y ha hecho mucho por los chicanos en Chicago. Es importante.”
Una de las palabras que más emociona a Poniatowska es “jóvenes”. Se llena de vigor cuando se comunica con ellos. Destacó que es esencial que ellos sepan lo que ocurrió en el pasado, que se mantengan informados, pues hay mucha posibilidad de hacerlo.
De ahí, se refiere a los asesinatos de periodistas en el país: “Creí que el último periodista muerto a la mitad de la calle, en la Zona Rosa, sería Manuel Buendía, pero ahora el norte es muy difícil: cazan a los periodistas como conejos. Eso es algo contra lo que nosotros nos deberíamos levantar, encontrar la manera de condenarlo.
“Son los más necesarios. Son nuestros héroes y tenemos que insistir en ello. No sólo por hermandad. Tengo hacia ellos una profunda admiración, me conmueven muchísimo los periodistas y los reporteros del interior de la República. Todos mis respetos.”
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