Entrevista al novelista Wilson Rogelio Enciso

Por Teresa Mascarenhas

Hace unos días tuve el placer y el privilegio de conocer al gran escritor colombiano Wilson Rogelio Enciso, nacido en Chaguaní, Cundinamarca en el año 1958.

Wilson Rogelio ha recibido algunos reconocimientos como el International Latino Book Award por mejor novela de ficción en español titulada “La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe”, (Los Ángeles,California 2019) en el segundo puesto; y el séptimo Premio de Microrrelatos Revista Guka 2019, (Buenos Aires, Argentina) con la obra titulada “El día soñado”, y mención especial en Microrrelatos Revista Guka 2020, con la obra titulada “El perdón”.

En esta asombrosa e interesante entrevista nos habla de su trayectoria como novelista, de sus proyectos, y de sus maravillosas obras y excelente trabajo.
Desde su escondite literario tropical, nos abre las puertas de su corazón y nos permite entrar en él.

—Wilson Rogelio, ¿cuál es el objetivo principal de esa iniciativa que lleva por nombre: “Una novela para cada escuela” ? ¿Cómo surgió esa idea?

— ‘Una novela para cada escuela’ busca incentivar la lectura en los jóvenes precisamente desde el aula de clase. Me llena de nostalgia pensar que la juventud cada día pierde el entusiasmo y el amor por la lectura; o que nació sin ese aliciente, sin esa neurona literaria. Si no leen de jóvenes, imagínense cuando lleguen a adultos y el tiempo, las preocupaciones y el agite cotidiano no les van a permitir abrir un libro e interpretar correctamente el mundo.

La idea, era una espinita que traía desde joven. En mi pueblo, en esa época, no había bibliotecas. Ahora hay una. Las vine a descubrir cuando llegué a los once años a Bogotá. Fue un hallazgo maravilloso. Pasaba tardes enteras leyendo en la biblioteca del Concejo y en la de Luis Ángel Arango.

Por eso, al llegar a viejo, cuando pude comenzar a desempolvar y publicar mis garabatos, decidí que mientras pudiera, llevaría mis obras y las donaría en cuanta biblioteca, lugar lejano y joven lector que topara por ahí.

Por ahora son casi doscientos ejemplares entregados en varias partes de Colombia y el mundo. La meta inicial son 1150 ejemplares. Acepto apoyos.

En Colombia, así como en casi todos los países subcontinentales, la cultura, la educación, la dotación a bibliotecas, poco y nada cosechan electores y no dan votos. A los políticos casi no les importa y a los electores ni les va ni les viene. Tal vez por esto, aunque sale costoso donar libros, el saber que algún joven lector se comunicará conmigo a través de mis letras y el universo que construí para él, me produce una infinita sensación de alegría.

Esto se convirtió en un deseo inmenso e incontrolable y hasta terapéutico. De hecho, no solo llevo obras a las bibliotecas. También, como me ha pasado, cuando veo a un joven leyendo, donde quiera que esté, si es posible lo abordo y lo hago partícipe de la iniciativa.
Para mí es un bálsamo sobre la herida social o recibir un vaso de agua bajo un rayo de sol inclemente. Además, va con mi lema: ‘Escribo para ser leído, aunque no sea vendido’. Pero, si logro vender mis libros o vincular más personas a la iniciativa, más ejemplares puedo donar.

—¿Cuándo comenzó en la vida de Wilson Rogelio esta dedicación y amor por la escritura?

—Se dio a la par con el descubrimiento de los libros, sobre todo de las novelas, los cuentos y las narraciones románticas en las bibliotecas bogotanas. Desde adolescente andaba con un cuaderno y un esfero y cada vez que observaba algo que me gustaba o impactaba, lo garabateaba o rasguñaba en el cuaderno. De adolescente escribí cuentos, novelas y poesías que se perdieron de trasteo en trasteo, de inquilinato en inquilinato.

Sabía que tenía que trabajar, estudiar por la noche y si quedaba tiempo, el cual después se hizo esquivo, vendría la escribidera. Y por allá en el 82 hasta llevé mi primer manuscrito a una editorial en Bogotá, La Oveja Negra. Desde luego que ni me lo recibieron.

Luego me casé, llegaron los hijos, las obligaciones… en fin, la escribidera y la posibilidad de publicar se hizo más lejana. Decidí entonces, que lo haría cuando lograra asegurar algo de patrimonio y renta de alguna manera para sobrevivir, lo logré después de los 55 años.

Sin embargo, seguí rasguñando cuadernos y tecleando en el computador. Mi primera publicación fue en 2016, con ‘La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe’. Esta obra fue finalista en un concurso en Columbus, Ohio, USA. La editora Ani Palacios McBride me propuso y patrocinó para que la publicara. Cuando salió esta primera novela, tenía al menos otras diez terminadas, unas cuantas en proceso y un buen número de narraciones románticas y relatos subcontinentales por ahí guardados. Estaba resignado a escribir para dejar los manuscritos por ahí, para ver quién o cuándo alguien se los topaba y hacía algo con ellos.

—¿Cómo es su día a día como escritor?

—Después de cumplir los 55 años dejé los trabajos remunerados, de salario mensual y me dediqué a escribir. Asumí esta labor de leer al mundo y escribir sus llantos y gritos como mi nuevo y definitivo trabajo, cuya máxima remuneración es dejar huella. Oficio este que siempre quise hacer por allá desde los once años. Por eso, mi horario de escritura es el de oficina, de casi ocho horas diarias, o más, de lunes a sábado y uno que otro domingo cuando la inspiración llega o acosa.

Lo hago, no solo en mis dos escondites literarios tropicales, el urbano en Bogotá y el rural en las laderas de Oriente, sino por donde voy. Porque las ideas y los argumentos de mis obras salen del trasegar, del día a día, de las personas que van por todo lado y me hablan con sus ademanes y posturas comportamentales, antes que con palabras. Entonces, leo sus mensajes, cuando no es que, sin pedírselo: ¡zas!, me cuentan sus vidas en par segundos. Entonces, corro a transcribirlos usando el pincel de la transfiguración literaria.

—¿Qué autores han influido de alguna forma en su trayectoria como escritor?

—Todo escritor tiene un poder increíble. Al plasmar en letras su pensamiento y descripción del mundo y su sociedad compleja, imprime en estas su esencia y magia. De tal manera que, cuando el lector le permite ingresar a su alma, el contagio es inevitable. A tal extremo que, sin darse cuenta, casi siempre pasa, que ese lector comienza a pensar y actuar como aquel escritor lo dejó plasmado en sus letras… y sin siquiera notarlo.

Por tal razón, es bueno leer obras de autores buenos.

Así las cosas, Teresa, y para responder su pregunta, creo que todos los que he leído: Platón, Aristóteles, Homero, Dante, Gógol, Dostoievski, Dumas, Shakespeare, Cervantes, Espinel, Bécquer, Quevedo, Virginia, Neruda, García Márquez, Rubén Darío, Vargas Llosa…Todos han contagiado e influenciado mi espíritu. Creo que sus huellas bien podrían estar en mis garabatos incorregibles… sin siquiera darme cuenta.

Entre ese montón de autores con quienes he interactuado desde los ocho años que llevo leyendo, hay unos que se incrustaron para siempre en mi mollera: Dumas, Gógol, Neruda, García Márquez, Dostoievski… principalmente.

Entre las obras que me engancharon y que aún me mantienen engarzado a ellas, diría que: ‘El conde de Montecristo’, ‘Almas muertas’, ‘El poema XX’, ‘La hojarasca’, ‘Crimen y Castigo’… por solo citar una de las obras de cada uno de los autores referenciados.
Muchas no solo me han impactado, sino que son fuente de mi inspiración perenne, por ejemplo, el encanto desparpajado de Dulcinea y su errante caballero enamorado; la espera de aquellas oscuras golondrinas en el balcón aquel; la aridez social que ampolla en Comala; esa noche de insomnio cuando iban a matar a Trujillo; también, la desequilibrante alternancia circunstancial de las muertes de Romeo y Julieta… ¡por ejemplo!

—¿Qué género literario prefiere a la hora de escribir?

La carrera que estudié para ganarme la vida, que era la única que estaba a mi alcance por horario (nocturno) y bolsillo (en una universidad pública), poco y nada tiene que ver con las artes de la escribidera bonita y sin errores. Aunque en el programa académico había metodología y redacción, solo era un módulo de veinte horas al comienzo del primer semestre.

Por lo tanto, responderé esta pregunta con el mismo riesgo que corro cuando escribo, es decir, me podría equivocar, seguramente.
Creo que lo mío se puede ubicar en lo narrativo. Esto, porque lo que escribo son novelas, relatos y narraciones románticas, todo en prosa rítmica y acudiendo a la ficción social, por lo general histórica, inmersa en otro de los conceptos que me inventé: nostalgia social subcontinental.

— ¿Cuál es su leitmotiv?

—El motivo o tema central, el más recurrente en toda mi obra, es la nostalgia social subcontinental. Este es un concepto que me inventé… o que acuñé para describir ese sentimiento profundo de impotencia ante las cosas que el individuo medio de la sociedad contemporánea (también, en la pasada y en la que vendrá) no puede cambiar y sí, por el contrario, debe aceptar a puño si no se quiere meter en problemas con el sistema imperante, por demás desequilibrado e injusto sea en el régimen que sea, pero que a la larga le permitirá subsistir medianamente, siempre y cuando se mantenga obediente y quedo… ‘calladito se ve más bonito y se evita líos’.

—¿Cuántas obras ha publicado? Hablemos un poco de ellas.

—En cuanto a novelas van ocho. Seguramente, cuando salga esta entrevista, serán nueve. Durante los últimos cuatro años he publicado cerca de setenta relatos subcontinentales imperfectos en Revista Latina NC, USA, Revista One Stop, España, Revista Guka, Argentina y en otros medios en la Internet.

También, publiqué una compilación de narraciones románticas: ‘Amé en silencio, y en silencio muero’, en 2017. Este es un canto al amor ingrato, una despedida a la juventud y un saludo lánguido a la inexorable y temida llegada de la vejez. Porque, ¿quién no tiene por ahí, en el imposible olvido, un amor perdido que no se ha ido… ni se quiere dejar partir?

En cuanto a las novelas, tenemos:

La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe, 2016. Historia de un gamonal perverso al servicio del poder nacional, hasta cuando mostró debilidad y dejó de ser útil… razón por la cual, su frívola esposa Idalia Gómez lo abandonó.

Con derrotero incierto, 2017. Descripción novelada de cómo la pobreza, especialmente la rural, afecta la vida de las personas desde la infancia hasta el día del postrer adiós. Como le pasó a la protagonista. Ella quiso amarlo, pero su alma herida desde niña se lo negó.
Enfermos del alma, 2018. Al mal enamorarse, Rodrigo ingresó a un manicomio. Allá el sistema escondía terribles verdades y sin saberlo, se involucra en la muerte de un temido malandro y mercader de medicamentos, con inmenso poder y respaldo oficial. Esto selló su suerte. Aquel era un país donde la política y la salud pública constituían el gran negocio de unos pocos.

El frío del olvido, 2019. Fotografía en letras de una sociedad subcontinental condenada a repetir su calamitosa historia. Así lo sentenció el padre Sarmiento en Oro Guaní a comienzos del siglo XX y lo ratificó y perpetuó el doctor Abelardo Uribia Morales durante sus dos mandatos consecutivos… casi una centuria después.

Matarratón, 2021. Carlos y el Tigre Montesiano trenzan sus vidas en unas diligencias disciplinarias cuando el primero rechaza el soborno al senador para que haga lo que no es debido. En ese momento, Carlos supo que algún día perdería la vida.

El valle de las apariciones – Novela Coral, 2022. El escritor (protagonista) solo quería respirar el aire prístino de la ruralidad durante aquel periplo por los municipios de aquellas laderas brumosas de la cordillera Oriental, donde encontró e interactuó con algunos personajes de novela coral que le trastocaron sus letras… y la vida.

Berenice, una mujer feliz, 2022. Tras veintidós años de separación la promesa de volverse a encontrar se hizo efectiva de manera parcial. Sin embargo, los ropajes que usaban en esos momentos eran antagónicos con los de entonces.

Sin afán ni olvido, 2023. Cipriano afán no tenía, tampoco olvido. Lo movía el desquite, lo caracterizaba su frialdad pasmosa en todo lo que pensaba, hacía y decía. En algo coincidía con José Juan Encino Urrego. El asesor de cabecera del coronel Villafuerte Muñiz, además de confidente durante el tiempo que este oficial de la República fue director de prospectiva institucional en el Comando Central.

—¿Qué significa para usted representar a Colombia en la compilación de Canto Planetario que será publicada próximamente con Ayame Editorial?

—Teresa: ¡este es un proyecto literario-ambiental interesante, retador y prometedor! Me quito el sombrero a Carlos Javier Jarquín gestor cultural planetario y compilador de esta obra monumental, con más de doscientos cincuenta participantes, de más de cien países de todos los continentes y con setenta y cinco lenguas involucradas, siendo el español el anfitrión. Una obra única y creo que irrepetible.

Sí, soy uno de los escritores invitados de Colombia. Es un honor y una oportunidad únicos. Espero estar a la altura de este compromiso universal.

Participé con un relato sobre economía, ambiente y subsistencia contemporánea rural, empapado de nostalgia social subcontinental.

—A raíz de esta obra nace un nuevo proyecto, una novela referencial. ¿En qué consistirá esta novela?

—Así es. Desde cuando Carlos concibió la idea de su monumental proyecto planetario, me comenzó a compartir sus avances, así como una infinidad de anécdotas interesantes. De ahí salió la idea de escribir una novela referencial.

En esta, de transfigurada manera literaria inician un periplo por el planeta. Tanto los protagonistas como los demás personajes son ficticios, aunque alguien podría cotejarlos con personas de la vida real, siendo solo eso, coincidencias lectoras, ¡únicamente! El recorrido comienza en el lugar donde aparece de primero el sol y termina donde se oculta de último.

En ese periplo, que es algo así como un viaje de ensueño por el mundo, Icardo Jardín y su compañera Mirka van de país en país, no a todos, por los ataques feroces de los detractores, entrevistándose y hablando de temas literarios y ambientales con artistas en sus respectivos países.

Se trata de la continuación de Canto planetario, pero esta vez en versión novela de ficción social.

—¿Tiene algún libro inédito? ¿nos puede adelantar algo?

—Interesante pregunta, Teresa. Gracias por formularla. Son varios libros, tanto de novelas como de narraciones románticas y relatos.

En cuánto a novelas, sin citar títulos, porque estos pueden variar durante la edición, son doce las que esperan su turno en el cajón de los secretos del abuelo, como les digo a mis nietos. Sin incluir las que están en proceso creativo, como la novela referencial que acabo de mencionar, ni las que por ahora, son bosquejos.

Tengo pensado, porque el tiempo, a medida que se deshoja el almanaque, corre más a prisa e inmisericorde, ir publicando al menos dos o tres por año. Me gustaría disfrutar de la divulgación de todas mis obras, antes de que algún traicionero ventarrón me lo impida… dado que los huesos suelen darme avisos y cada vez más seguido.

En cuanto a relatos subcontinentales, hay dos libros listos. Están editados y solo falta el soplo final. Lo mismo pasa con la segunda compilación de narraciones románticas. De estas le puedo anticipar sus títulos.

‘Momentos idos’ Las dos compilaciones de relatos, una es: ‘Relatos subcontinentales imperfectos’ y la segunda: ‘Relatos subcontinentales incorregibles’.

Espero, no solo publicar todas mis obras, también, ojalá, pudiera morir con el lápiz en la mano o aporreando el teclado, plasmando los pormenores de esta sociedad subcontinental en la que en suerte me tocó vivir, ojalá escuchando los acordes de Predestinación.

—Háblenos de su próximo libro a publicar.

—Teresa, le tengo una primicia. Es probable que, cuando esta entrevista salga, mi novela número nueve, décima obra que publicaré, esté mostrando sus narices o a punto de hacerlo. Esta lleva por título… prefiero no mencionarlo todavía, al respecto soy supersticioso. Si le parece, le puedo anticipar algo de su reseña.

— Desde luego, adelante con la reseña, gracias por la primicia, Wilson Rogelio.

Gracias, Teresa. Con seguridad, el buen lector y entendedor podrá extraer de aquí el título, o al menos imaginarlo:

“Los Alarcón Rojas nacieron en las laderas del páramo, del cual decían que era el más grande del mundo. Allá se criaron, se conocieron, se amaron, trabajaron la tierra, sus hijos y aventuras tuvieron, frutos le sacaron al campo, fortuna hicieron y a su manera felices fueron… hasta cuando envejecieron. Entonces, sus herederos, dicen que para mejorarles la calidad de vida, o eso dijeron para evitarse el cuido y gastos extras que ninguno quería asumir, a un caserón en las afueras de la gran ciudad los llevaron.

Manchas llegó tras morir el mayor de sus hijos: Leónidas. Aquel amigo amoroso y peludo, aparecido de la nada, vendría a ser, no solo el depositario de las historias guardadas de cada uno de los viejos, sobre todo las de Tobías, también, su custodio fiel hasta cuando estos para el otro toldo partieron.

Para entonces, el expresidente Uribia Morales precio le tenía a su cabeza por todo lo que en los ambidiestros medios se decía que de él y de la historia patria escondida el minino sabía, según lo que el nonagenario en las entrevistas contó, después del frustrado robo al caserón que, al parecer, su esposa y casi tullida octogenaria con un bate de goma evitó y a unos malandros a golpes molió. Fue lo que apareció en los diarios.

Al quedarse solo en el caserón, como Tobías le recomendó antes de morir, Manchas desapareció minutos antes de la llegada de los guardias que envió el innombrable ex presidente para darlo de baja.

Regresó a sus orígenes donde la premonición paramuna en leyenda lo convirtió, a la sazón de los versos de Predestinación.”

—Gracias, Wilson Rogelio, interesante historia, creo que me imagino el título. Bueno, para despedirnos, no sin antes agradecerle por su tiempo, letras, conocimiento e información compartida, una última pregunta.

Gracias a usted Teresa, a los medios que publiquen y repliquen esta entrevista, a la infinidad de sus lectores y seguidores, así como a Carlos Jarquín, por su ingente gestión y difusión cultural planetaria y labor de contacto y enlaces certeros. A todos los llevo en mi alma y letras.

—¿Cómo siente a la juventud de hoy en relación con su interés por la literatura? ¿Qué consejos les daría? ¿dónde podrían adquirir sus libros?

—Los jóvenes tienen un reto inmenso y complejo, mucho más difícil si entienden que son ellos los que pronto tendrán el mundo en sus manos y que este se encaminará hacia donde sus mentes, abonadas o no, marquen la senda.

Teresa, hacia donde ellos hagan girar la bola, según lo que hayan leído e investigado en libros, para allá irá a par la humanidad.

Espero que encuentren o entiendan que la lectura y la información correcta son herramientas para lubricar sus mentes y los ejes de sus carretas, como en la milonga aquella. De lo que le den de comer al cerebro, ojalá sean buenas lecturas, así dependerá su viaje cuando lleguen a ser adultos.

Un libro que abra mentes es la mejor y más efectiva de las herramientas para lograr una sociedad equitativa y solidaria, no solo con sus congéneres humanos, sino con cuanto ser exista en este pedacito de universo azul que tenemos en préstamo y a corto plazo.

Encontrarme y contactarme es fácil, así como obtener mis obras y patrocinar directa o indirectamente la iniciativa “Una novela para cada escuela”. Con solo colocar en cualquier buscador mi nombre: Wilson Rogelio Enciso o el de mí página: wrenciso.com ahí aparezco. Mis obras están por ahora, en todas las plataformas y formatos de Amazon.com, así como libros impresos POD, en Autoreseditores.com.

En redes figuro como wrenciso y Wilson Rogelio Enciso. Mi correo es wrenciso@yahoo.com

En el siguiente enlace podrá mirar un vídeo en el que hablo de mi última novela publicada: https://youtu.be/nr7e2XFZQCw

Gracias, nos encontraremos y comunicaremos a través de las letras de algunas de mis obras.

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