La militarización

Héctor A. Gil Müller

En los últimos años, en México hemos visto una importante participación militar en varios aspectos de la vida pública. La actuación del ejército en actividades de administración, gestión, coordinación, resguardo, construcción e incluso sanitaria genera diversos problemas que es conveniente advertir. En psicología del color el verde exige respeto, incluso un temor reverencial, esta es la razón que la mayoría de los monstruos sean de color verde. El traje militar implica esa reverencia ante una disciplina total, construida para generar resultados, un resultado que no concilia, que no consensa, que se impone.

El Presidente Mexicano ha construido una importante red de participación con el ejército para todos aquellos espacios en los que ha concluido existió corrupción o tienen un riesgo de ataque. Pero no se restringe a la defensa, sino a la operación. Los países no deben militarse, al menos no los que han madurado sus instituciones. Y si en un futuro eso termina; ¿Cómo se logrará la recuperación civil de esas funciones?, ¿el ejército está dispuesto para dejar de percibir los beneficios económicos?

Uno de los problemas que enfrenta el ejército es que son tantos los frentes de una batalla que no se resuelve con fusiles, que su desgaste es conclusión evidente. Los fallos son posibles, pues el acuartelamiento no significa el genial talento, como debimos haber aprendido durante el milagro mexicano y ese enfoque en no tener que importar nada para solo obtener el beneficio de la exportación, el resultado; un atraso en tecnología, calidad y madurez de fabricación que nos limitó a maquilar y no a crear.

Si hoy el ejército es constructor, ¿estará preparado el gobierno para retomar su genuina función cuando así lo requiera?, el ejército ha debido aumentar su personal y gasto para hacer frente a estos compromisos, ¿qué pasará cuando se acabe la necesidad de su participación? No hay evidencia de un manejo a largo plazo de una militarización de cualquier Estado que sea provechosa. El repliegue de cualquier ejército nunca ha sido grato, al contrario, ha sido convulso. El aprendizaje requerido ha sido también largo, pues el ejército está disciplinado para concluir situaciones. Su visión no es de repliegue, de resistencia o de continuidad, es de batalla y las batallas por lógica se ganan o se pierden no se mantienen.

Pero, así como en nuestro lenguaje mexicanizado aunque los trenes van por vías y los carros por carriles, los trenes se descarrilan y los carros se desvían. Así el país madura dejando de responsabilizarse de sus propias funciones. Siempre he pensado que un enfoque pleno en derechos humanos implicaría la inexistencia de las armas, ¿no lo cree?, si la vida fuese sagrada o se considerase el primer bien, no hubiese ningún tipo de arma, mucho menos construidas por el propio estado. ¿cabe entonces la militarización en ese futuro? Vivimos en el reino que Goytisolo había descrito: Erase una vez / Un lobito bueno / Al que maltrataban / Todos los corderos / Y había también / Un príncipe malo / Una bruja hermosa / Y un pirata honrado / Todas estas cosas / Había una vez / Cuando yo soñaba / Un mundo al revés.

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