¿Te gusta hacer y recibir regalos o lo odias?

Universitat Oberta de Catalunya

Expertos de la UOC explican cómo funciona el cerebro en estas situaciones y dan consejos para gestionar la ansiedad que puede provocar la búsqueda de un obsequio

Ha empezado la carrera para encontrar los regalos de Navidad para familiares, amigos y conocidos. Hay personas que disfrutan del proceso y otros que se agobian, y mucho. Algunos viven el hecho de recibir un obsequio como un momento feliz y reconfortante, mientras que otros lo viven con ansiedad. ¿A qué se debe esto? ¿Cómo reacciona el cerebro ante estos estímulos? ¿Qué consejos se pueden dar para gestionar esta ansiedad? Los expertos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Diego Redolar y José Ramón Ubieto nos muestran las claves.

“Cuando recibimos un regalo hay un doble beneficio: se activan las regiones del placer de nuestro cerebro (sistema neuronal del refuerzo) y también nuestro cerebro más emocional. Las estructuras críticas para el procesamiento de la información emocional se ponen en marcha, sobre todo la amígdala o la corteza prefrontal, más vinculadas a la cognición social”, explica Redolar, neurocientífico y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. “A los seres humanos y a los primates les gusta mucho sentir que alguien se ha preocupado por ellos”.

Recibir como regalo un objeto o una experiencia no produce el mismo impacto en la memoria de una persona. “Las cosas materiales se olvidan más rápidamente. Normalmente, una experiencia corresponde a una memoria episódica que tiene más connotación emocional. Esta memoria episódica depende del hipocampo, y lo que le da el significado emocional es la amígdala”, señala Redolar, también investigador del Cognitive NeuroLab y director de la unidad de Neuromodulación y Neuroimagen del Instituto Brain 360.

Las sustancias químicas de la felicidad, en acción

En el ritual de regalar y recibir obsequios entran en juego sustancias químicas como la oxitocina, la dopamina, la serotonina y las endorfinas. El intercambio de regalos estimula los niveles de estas sustancias y genera sensación de felicidad y bienestar a las personas. La oxitocina, denominada la hormona de la cognición social, es importante en la construcción de la confianza y en el desarrollo de relaciones emocionales. “Abrazar, dar regalos o recibirlos es una manera de provocar que fluya esta hormona”, señala Redolar.

Perseguir un objetivo, empezar a hacer los primeros pasos o lograrlo hace que el cerebro libere dopamina. Así, proponerse conseguir un producto muy buscado para una persona y acabar encontrándolo reporta una recompensa muy gratificante: hemos encontrado lo que buscábamos y pensamos en cómo le gustará al recibirlo.

Además, cuando una persona se siente importante el cerebro libera serotonina. “Este neurotransmisor, relacionado con el control de las emociones, es considerado como una sustancia de crítica importancia para la regulación del estado de ánimo”, apunta el profesor de la UOC. Por lo tanto, hacer un regalo a una persona es una manera de hacerla sentir importante y aumentar así su nivel de felicidad.

¿Y qué pasa con las endorfinas? Pues esta “morfina” endógena del cuerpo, que actúa como un analgésico natural, puede provocar sensación de bienestar y atenuar el dolor. Compartir actividades que nos gustan, como ir dos hermanos a buscar un regalo para los padres o recibir un regalo que uno no se espera, puede hacer elevar de manera natural los niveles de esta sustancia.

Consejos para gestionar la ansiedad al hacer o recibir un regalo

No todas las personas encajan bien el buscar un regalo para un ser querido o el recibir un obsequio. Hay gente a quien le causa ansiedad no saber qué regalar a su familia y amigos. Este es uno de los motivos por los que a veces hay familiares que prefieren obsequiarse con dinero. “La falta de información es la causante de este sentimiento”, advierte Redolar. “Al ser humano, cuando tiene que tomar una decisión, le gusta tener información de contexto. Si no lo tiene, la  corteza prefrontal se ve obligada a hacer un sobresfuerzo para decidir qué hacer, y esto puede generar esta ansiedad”.

De hecho, algunos estudios indican que las expectativas que se generan pueden convertirlo en una experiencia estresante. Cuando se da un regalo estamos en alerta y observamos si hay alguna pista que pueda indicar si la persona destinataria está satisfecha o no. Si no obtenemos la respuesta que esperábamos, como una sonrisa de oreja a oreja, es posible que nos decepcionemos. Del mismo modo, el  destinatario se puede sentir presionado para mostrar satisfacción, incluso si es un regalo que no quiere.

Para Ubieto, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, un regalo es, sobre todo, un don, no es un objeto, es un gesto de dar algo. En este sentido, siempre se espera que el otro quede satisfecho, que haya un reconocimiento. “La ansiedad se da en aquellas personas que están demasiado pendientes del otro, de sí lo complacerá o no; y de aquí surge la ansiedad, de pensar en el hecho de no haber acertado”, remarca.

Con la intención de orientar en la búsqueda de un regalo y rebajar la ansiedad, Ubieto recomienda arriesgar un poco e intentar encontrar algo que el otro no haga habitualmente. Por ejemplo, regalar una excursión, una entrada al teatro, etc. Si finalmente no le acaba gustando, al menos se puede pensar que se ha ofrecido la oportunidad a la otra persona de descubrir una cosa nueva. “Esto nos puede hacer sentir más satisfechos con nosotros mismos”.

También puede ayudar tener presente lo que es particular del otro. Lo que le interesa al otro no siempre tiene que coincidir con lo que a nosotros nos gusta. “Podemos arriesgar y regalar una experiencia nueva teniendo presente qué ámbito de intereses tiene. Quizás es una persona que no va al teatro, pero a quien le gusta todo lo relacionado con el arte”, explica el psicólogo.

Que a una persona no le guste recibir regalos es menos habitual. En estos casos Ubieto recomienda a quien lo recibe que se ponga en la piel del otro y que piense que lo ha hecho con la voluntad de sorprenderlo. “Se tiene que tomar el momento como un reto, como una novedad que puede disfrutar. Si realmente es una cosa que no le gusta, siempre se puede intentar cambiarla, y es una manera de aceptar el don del otro. Es decir, nos puede gustar el gesto de que nuestro hijo nos ha hecho un regalo, pero no el regalo en sí mismo”.

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