Superar las divisiones y suprimir los obstáculos a la recuperación

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  • Buongiorno a tutti voi

Muchas gracias por su cálida bienvenida. Gracias también a la Universidad Bocconi y al ISPI, presidente y coordinador nacional del T-20, por invitarme a este importante evento del G-20. Estoy encantada de compartir el debate de hoy con Mario y Paolo[i].

Estoy convencida de que los alumnos de la Universidad Bocconi, como todos los jóvenes, están ansiosos por volver a las aulas de forma presencial, con energía y optimismo renovados.

Esto me lleva a las buenas noticias sobre la economía mundial. En los últimos 10 meses, las vacunas han salvado la vida a millones de personas. Esto, unido a las extraordinarias políticas de respaldo, nos ha dado el empujón necesario para dejar atrás la crisis e iniciar la recuperación.

Pero esto solo es una parte de la historia.

Afrontamos ahora una recuperación mundial que sigue obstaculizada por la pandemia y sus repercusiones. Algo nos impide caminar bien, como cuando tenemos piedras en los zapatos.

El obstáculo más inmediato es la “gran división de las vacunas”: demasiados países con acceso insuficiente a las vacunas, lo cual deja a demasiadas personas sin protección frente a la Covid.

Al mismo tiempo, los países siguen profundamente divididos en cuanto a su capacidad de respuesta, de poder respaldar la recuperación y de poder invertir en el futuro.

De todos modos, asegurar una recuperación más sólida y conformar un mundo pospandémico mejor para todos es posible, pero solo si trabajamos codo con codo para superar estas divisiones.

Este será el eje central de las Reuniones Anuales la semana próxima.

2. Perspectivas mundiales: Divergencia, inflación y deuda

Fijémonos en el panorama económico.

En julio, proyectamos un crecimiento mundial del 6% para 2021. Como verán en las Perspectivas de la economía mundial actualizadas la semana que viene, las previsiones indican ahora que el crecimiento se suavizará ligeramente este año.

No obstante, los riesgos y obstáculos a una recuperación mundial equilibrada se han vuelto todavía más pronunciados; las piedras en los zapatos nos hacen cada vez más daño. Aquí me centraré en tres de estas piedras.

La primera es la divergencia en el crecimiento económico.

Estados Unidos y China siguen siendo motores esenciales para el crecimiento, aunque están perdiendo fuelle. Unas pocas economías avanzadas y emergentes siguen cobrando impulso; entre ellas, Italia y Europa en general.

En cambio, en muchos otros países, el crecimiento continúa empeorando, obstaculizado por el escaso acceso a las vacunas y la limitada respuesta de política, en especial en algunas naciones de bajo ingreso. Además, esta divergencia de las dinámicas económicas se está afianzando.

Se prevé que el producto económico de las economías avanzadas volverá a situarse en las tendencias de antes de la pandemia en 2022. En cambio, la mayoría de los países emergentes y en desarrollo tardarán muchos años más en recuperarse.

Este retraso en la recuperación económica hará que sea todavía más difícil evitar las cicatrices económicas prolongadas, entre otras cosas como consecuencia de la pérdida de empleo, que afectó sobre todo a los jóvenes, las mujeres y los trabajadores informales.

La segunda “piedra” que tenemos en el zapato es la inflación.

Las tasas de inflación general han aumentado con rapidez en unos cuantos países, pero aquí también unos se han visto más afectados que otros.

Aunque sí prevemos que las presiones de los precios se moderarán en la mayoría de los países en 2022, se espera que estas presiones persistan en algunas economías emergentes y en desarrollo.

Una de las cosas que más preocupa de la inflación es el aumento de los precios mundiales de los alimentos, que han subido más de un 30% en el último año. Esto, unido al incremento de los precios de la energía, ha aumentado todavía más la presión sobre las familias más pobres.

En términos más generales, las perspectivas de inflación siguen siendo muy inciertas. Un incremento más sostenido de las expectativas de inflación podría provocar un rápido aumento de las tasas de interés y un fuerte endurecimiento de las condiciones financieras.

Esto plantearía serias dificultades a las economías emergentes y en desarrollo con niveles de deuda elevados.

Lo cual me lleva a la tercera “piedra”: la deuda.

Según nuestras estimaciones, la deuda pública mundial ha aumentado en casi un 100% del PIB[ii], esencialmente debido a la necesaria respuesta fiscal a la crisis y las cuantiosas pérdidas de producto e ingreso originadas por la pandemia.

Se observa aquí otra profunda división, que afecta más a unos países que otros, sobre todo en el mundo en desarrollo.

Muchos de ellos abordaron la pandemia con muy poca capacidad fiscal. Ahora, sus presupuestos ofrecen un margen todavía menor, así como una capacidad muy limitada para emitir deuda nueva en condiciones favorables.

En resumen, les esperan tiempos difíciles y están atrapados en el lado equivocado de la división de financiamiento fiscal.

3. Sólidas medidas de política: Vacunar, calibrar, acelerar

Así pues, ¿qué podemos hacer para quitarnos estas “piedras” de los zapatos y superar estas divisiones y obstáculos a la recuperación?

La respuesta es: vacunar, calibrar y acelerar.

En primer lugar, vacunar al mundo.

Todavía estamos a tiempo de alcanzar el objetivo establecido conjuntamente por el FMI, el Banco Mundial, la OMS y la OMC de vacunar por lo menos al 40% de la población de cada país antes de que termine el año, y al 70% en el primer semestre de 2022.

Sin embargo, necesitamos un empujón más grande.

Debemos aumentar considerablemente la distribución de dosis de la vacuna al mundo en desarrollo. Las naciones más ricas deben cumplir sus compromisos de donación de forma inmediata. Juntos debemos dar impulso a la producción de vacunas y las redes de distribución, y eliminar las restricciones comerciales a los insumos médicos. Además de las vacunas, debemos cerrar también la brecha de USD 20.000 millones con financiamiento en forma de donaciones para actividades de detección, rastreo y herramientas terapéuticas.

De lo contrario, grandes partes el mundo quedarán sin vacunar, y la tragedia humanitaria se prolongará, lo cual frenaría la recuperación. En los próximos cinco años, podríamos asistir a un aumento de las pérdidas del PIB mundial de hasta USD 5,3 billones[iii].

En segundo lugar, calibrar las políticas según las circunstancias de cada país.

Cuanto más tiempo nos acompañe la pandemia, más persistentes serán las divisiones entre países, y más complejas y variadas serán las decisiones de política.

Pensemos en la inflación y la política monetaria. Si bien los bancos centrales pueden en general hacer caso omiso a las presiones de inflación transitorias y renunciar a la aplicación de medidas de endurecimiento monetario hasta que haya mayor claridad sobre la dinámica de precios subyacente, deben estar preparados para actuar con celeridad si el fortalecimiento de la recuperación económica es más rápido de lo esperado, o si los riesgos de que las expectativas de inflación aumenten se concretan. Algunos países que ya enfrentan crecientes expectativas de inflación y presiones más persistentes en los precios se han visto obligados a tomar medidas restrictivas, una decisión difícil en plena recuperación errática.

Tampoco podemos olvidar la supervisión de los riesgos financieros —como las tensiones en las valoraciones de los activos—, muy variados según el país.

Calibrar las políticas significa también adaptar cuidadosamente las medidas fiscales. Cuanto más dure la pandemia, más restrictivas serán las limitaciones fiscales, lo cual planteará difíciles disyuntivas entre proporcionar ayudas de emergencia a los ciudadanos, respaldar la economía a corto plazo y promocionar los objetivos estructurales a largo plazo.

Los países de bajo ingreso enfrentan retos particulares, debido a sus enormes necesidades de financiamiento, la elevada carga de deuda y —esto de forma más reciente— un fuerte incremento de los costos del servicio de la deuda. Estos países necesitarán ampliar la movilización del ingreso, aumentar el financiamiento concesionario y recibir más ayudas para abordar los problemas de la deuda.

Para afrontar estos retos, los gobiernos necesitan reforzar la credibilidad de las políticas, con sólidos marcos a mediano plazo para garantizar el equilibrio adecuado entre la prestación de apoyo inmediato y la reducción progresiva de la deuda, para obtener la confianza de ciudadanos y mercados.

A la vez que lidian con la necesidad de vacunar a la población y calibrar las políticas, los países deben mirar al futuro, un futuro más verde, más inteligente y más justo.

Lo cual me lleva al tercer imperativo en materia de políticas: “acelerar” las reformas necesarias para transformar las economías.

En medio de los radicales cambios a nivel mundial que se producirán en los próximos años —y décadas—, consideramos que los temas prioritarios de la estabilidad económica y financiera son tres: el cambio climático, el cambio tecnológico y la inclusión.

Somos conscientes de que la lucha contra el cambio climático es fundamental para el planeta y la prosperidad. Las funestas advertencias sobre el cambio climático que se hacen en el reciente informe del IPCC no dejan sombra de duda: hay que actuar ya.

Debemos establecer un precio robusto para las emisiones de carbono, ampliar considerablemente la inversión verde en las dos próximas décadas y apoyar a los grupos más vulnerables de cada sociedad, y a los países más frágiles. De este modo, lograremos asegurar una transición que nos beneficie a todos y que, además, sea justa.

La transición verde nos brinda también oportunidades extraordinarias: el cambio en favor de las energías renovables, nuevas redes eléctricas, la eficiencia energética y la movilidad con bajas emisiones de carbono. Si esto lo hacemos con una combinación de políticas de oferta, podríamos conseguir un aumento del PIB mundial de aproximadamente el 2% en esta década, y crear 30 millones de nuevos puestos de trabajo.

Sin lugar a dudas, el financiamiento del sector privado será determinante, lo cual obliga a redoblar los esfuerzos globales para mejorar los datos, las declaraciones y las taxonomías.

La revolución digital también nos brinda enormes oportunidades. Es fundamental aumentar la inversión en infraestructura digital y combinarla con la inversión en educación y salud de las personas, y en investigación básica. De este modo, conseguiremos economías más productivas, y más inclusivas.

Para liberar este potencial, se requieren sistemas tributarios más justos y eficientes. Cerrar el acuerdo sobre un impuesto mínimo de sociedades a nivel mundial es indispensable si queremos ayudar a movilizar ingresos para inversiones transformadoras.

Si trabajamos juntos, podemos asegurar una transformación del sistema monetario internacional que nos beneficie a todos.

He aquí un ejemplo: un nuevo proyecto piloto[i] indica que las monedas digitales emitidas por los bancos centrales pueden reducir a segundos el tiempo que se necesita para efectuar pagos transfronterizos, con lo cual permiten también rebajar enormemente los costos. Evidentemente, las posibilidades y los peligros de la nueva tecnología deberán gestionarse con cuidado.

*****

Habida cuenta de la magnitud de los retos de política que se plantean para superar estos obstáculos, deben tomarse medidas contundentes a todos los niveles, nacionales y multilaterales.

Por nuestra parte, desde el FMI mantenemos inalterable nuestro compromiso con los países miembros. Seguimos calibrando nuestro apoyo financiero, como también lo hacemos con nuestro análisis de políticas y el asesoramiento técnico. Además, aceleraremos nuestra propia transformación, con el fin de adaptarnos a las necesidades cambiantes de nuestros países miembros.

Hemos redoblado nuestros esfuerzos de una forma sin precedentes, proporcionando USD 118.000 millones en nuevo financiamiento a 87 países y alivio del servicio de la deuda a los países miembros más pobres.

Gracias a la voluntad colectiva de nuestros países miembros, realizamos una nueva asignación de derechos especiales de giro por un monto de USD 650.000 millones en agosto. Se trata de la mayor emisión de la historia del FMI, en medio de esta crisis sin parangón. Aproximadamente USD 275.000 millones de dicha asignación se destinaron a países emergentes y en desarrollo.

La tenencia de los nuevos DEG como parte de sus reservas oficiales ha reportado beneficios inmediatos a los países, lo cual puede favorecer la confianza y reducir los costos de financiamiento.

Algunos de estos países ya están utilizando una parte de los DEG para cubrir necesidades prioritarias, o tienen previsto hacerlo. Nepal los destinará a importar vacunas. Macedonia del Norte, a gastos sanitarios y ayudas relacionadas con la pandemia. Senegal, a ampliar su capacidad de producción de vacunas. Y en Haití, que ya se encuentra en una situación muy complicada, los DEG ayudarán a financiar importaciones esenciales.

Aun así, todavía podemos hacer más para ayudar a los países a eliminar los obstáculos a la recuperación. Podemos amplificar el impacto de esta asignación y asegurarnos de que los países más necesitados reciben más DEG. Instamos a los países con sólidas posiciones externas a canalizar sus DEG en forma voluntaria.

Esto significa incorporar nuevos DEG al Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza, lo cual ampliará nuestra capacidad de ofrecer préstamos con tasa de interés cero a países de bajo ingreso. Asimismo, estamos estudiando con nuestros países miembros la posibilidad de usar los DEG para crear el Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad, con el objetivo de ayudar a los países de bajo ingreso y los países de mediano ingreso vulnerables a generar un futuro sostenible y próspero.

Sacar el máximo partido de estos nuevos DEG es bueno para la recuperación mundial, para los países y para las personas.

4. Conclusión

Antes de terminar, permítanme unas reflexiones finales.

A menudo me inquieto pensando en el mundo que mi nieta y los demás jóvenes van a heredar. No obstante, el escenario en el que nos encontramos hoy es fuente de inspiración y esperanza.

Aunque nos separa un océano, nos hemos reunido para concebir un futuro mejor. Los estudiantes aquí reunidos —los excelentes alumnos de la Universidad Bocconi— tienen la energía, el entusiasmo y la sabiduría académica necesarios para superar los obstáculos que tenemos por delante.

Hemos aprendido tantas cosas en los últimos 18 meses. Esta crisis extraordinaria nos ha dividido, pero también nos ha dotado de una serie de conocimientos que nos permiten cambiar la forma de pensar sobre nuestro futuro.

Resulta muy apropiado hablar de estos temas en Bocconi, puesto que el progreso económico y social está profundamente arraigado en la historia de la Universidad.

Ahora debemos aprovechar esta clarividencia y las lecciones que nos ha dado la crisis para ir suprimiendo los obstáculos que vayan apareciendo en nuestro camino —esas piedras que se nos han metido en los zapatos—, y seguir avanzando hacia un mejor futuro para todos.

Molte grazie.

[i] Mario Monti, Presidente de la Universidad Bocconi, y Paolo Magri, Vicepresidente Ejecutivo del Instituto Italiano de Estudios de Política Internacional.

[ii] Nueva estimación del FMI. Deuda pública mundial al final de 2020.

[iii] Esto refleja el “escenario endémico”, en el cual grandes partes del mundo siguen sin vacunar, y las economías se adaptan a “convivir con la Covid”.

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