Por Rodolfo Herrera Charolet
Cómo olvidar a aquel sujeto con pistola en mano y ceño fruncido, vestido a la usanza de los mafiosos de barrio, custodiando una urna repleta de votos en una colonia perdida del municipio de Puebla, durante la elección interna del PRI por la candidatura presidencial en el ni tan lejano año 1999.
Cómo no recordar al héroe de aquella película que publicó la revista Proceso, en su número 1202, que dejó mal parado al aún partido en el poder, antes de que perdiera por primera vez la presidencia de la República, el célebre encabezado y la fotografía evidenció las viejas prácticas de los delincuentes electorales: “Las mentiras del PRI”.
Desde aquella portada, que dio la vuelta al mundo reconfirmando los estertores de un partido que un año después sería echado de Los Pinos por un Vicente Fox enarbolando la bandera de un “cambio” que nunca llegó. El héroe de esa película, Héctor Laug, ha logrado acumular en 20 años un recorrido difícil y contradictorio.
Para ser honestos, quien publicó la fotografía en primera plana en 1999, fue el periódico extinto AL de Puebla, en donde por aquella época en la que yo escribía algunas secciones y columnas, además de ser el Representante de Partido ante el naciente Consejo Electoral, por el entonces llamado Convergencia por la Democracia Partido Político Nacional. En un inicio nadie lo había identificado, pero se los dijo un pajarito y le pusieron nombre y apellido al hombre que aparecía con pistola en mano robándose una urna electoral.
Desde entonces a Héctor Laug lo recuerdan con aquella emblemática fotografía y siempre le endilgan el apelativo de “mapache electoral“, pero nunca ha dejado de ser un eficiente operador político, al menos lo había sido, hasta que perdió el PRI en el 2000, 2006 y 2018, en donde el partido en el poder quedó en tercer lugar y los ex priístas inconformes con los abusos del poder los echaron.
Su antigua forma de operar políticamente, nos recuerda en el 2010 como delegado político del PRI en Tehuacán, cuando en Puebla por primera vez perdió la plaza y nuevamente los priístas fueron echados, pero ahora de Casa Puebla.
Para acabarla de joder, los cerebros priístas designaron en el 2018 a Héctor Laug, representante del PRI ante el Instituto Electoral del Estado (IEE), en sustitución de Silvino Espinosa Herrera cuando exigió que se designaran perfiles idóneos para los consejos distritales. Lejos de la congruencia designaron los mismos rostros desgastados de la vieja mapachería y desde luego que perdieron, se entregaron, dejaron a la maquinaria morenovallista que hiciera de las suyas, convalidando el triunfo fraudulento de una mujer que ahora afirma que es objeto de despojo.
Pero el Héctor Laug recargado, que no es el Héctor de la portada de Proceso, sino su hijo… un Héctor de apellidos Laug Hernández, abogado de profesión quien se encontraba en el Registro Federal de Electores, quien por desgracia padece la mala fama que le dió su padre y que de paso le endilgo el mismo nombre y por ende apellido.
Ahora, a toro pasado, no hay duda de que a Enrique Doger la estrategia electoral y política por Casa Puebla no le funcionó y el nombre de Héctor Laug, padre e hijo, quedan marcados también por la derrota y el viejo recuerdo de las mapacheras tricolores que no se cubrieron de gloria.
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