Universitat Oberta de Catalunya
Distinguir entre timidez e introversión es clave para ayudar a los niños y niñas en edad escolar a encontrar su lugar en el mundo y forjar relaciones sociales satisfactorias
La timidez es un rasgo de la personalidad no siempre comprendido en una sociedad que prima la extroversión y el liderazgo. Tampoco en el ámbito educativo, donde niñas y niños aparentemente tímidos a menudo pueden ser etiquetados como “pasotas” e incluso sufrir aislamiento por su dificultad para relacionarse con sus iguales. Sin embargo, los expertos trazan claras diferencias entre timidez e introversión, dos formas de ser que no tienen nada que ver entre sí, a pesar de compartir características en ocasiones comunes, y que determinan tanto la forma de ayudar a estas personas como su propia visión del mundo.
“Hay una diferencia clave entre ser tímido y ser introvertido, que es el malestar que siente la persona. En ambos casos, la conducta observable es que la otra persona no habla en público, prefiere estar sola, le incomodan las situaciones en las que hay mucha gente, pasa desapercibida… Y eso lo interpretamos como tímido, pero muchas veces es simplemente introvertido”, explica Sylvie Pérez, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Timidez versus introversión
Por lo general, a una niña o un niño callado automáticamente se le etiquetará como “tímido” y se buscará ayudarlo a “superarlo”. Pero los expertos consultados por la UOC subrayan las diferencias entre timidez e introversión. “La persona introvertida se siente bien en esa introversión. Son personas más sensibles a la dopamina, lo que significa que necesitan menos dosis de dopamina para sentir tranquilidad y placer, así que con menos estimulación se sienten bien. No es que busquen activamente estar solas, que a veces sí, sino que no les genera un malestar el no participar en actividades sociales o en la clase. Pasa desapercibida, pero no lo pasa mal porque es un rasgo de su personalidad”, apunta la profesora Pérez.
La diferencia entre timidez e introversión es que la persona introvertida se siente cómoda con su forma de ser, quizás menos sociable y más orientada hacia la vida interior, mientras que la tímida es una persona introvertida que desearía no serlo. Por eso es clave identificar si una niña o un niño es tímido, y, por tanto, necesita un cambio en su forma de relacionarse con otras personas y con el entorno, o si es feliz siendo introvertido. “El tímido se avergüenza de no ser capaz de cambiar su forma de ser y adecuarse a lo que cree que le están pidiendo los demás. La timidez está asociada a un malestar, y de ahí que se hable de “superar la timidez”, porque se entiende que el que se siente tímido, se siente mal. El tímido siente vergüenza de exponerse ante los demás”, relata Sylvie Pérez.
En este sentido, un estudio publicado en la revista Child Development reclutó a varias decenas de niños y niñas y los expuso a la situación de dar un discurso grabado con motivo de su cumpleaños. Los resultados sugieren que alrededor del 10 % de las niñas y niños sufrió estrés ante la necesidad de hablar en público, lo que evidenciaría timidez en lugar de introversión.
De hecho, se cree que casi la mitad de la población es introvertida o tiene tendencia a la introversión, aunque la falta de estudios concluyentes no permite saber con exactitud qué porcentaje de la población es tímida y cuál es introvertida, ni si esos comportamientos tienen un componente social o cultural. Porque, como destaca la experta, en países del norte de Europa, debido a sus condiciones climatológicas, las relaciones sociales son, en general, más calmadas y se producen principalmente en el interior del hogar, mientras que en los países mediterráneos “premiamos más el tocarnos, el sentarnos en la terraza de un bar. Culturalmente, nuestra sociedad del sur es más extrovertida en sí misma, mientras que la del norte es más introvertida. Es adaptativo”, apunta.
En este sentido, incluso una persona tímida puede adaptar su timidez al contexto. “No necesariamente la timidez va a condicionar negativamente las relaciones con otros. Por ejemplo, un niño tímido puede interactuar según sus intereses con otros niños más o menos tímidos o extrovertidos”, explica Jordi Perales, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
Cómo ayudar desde el entorno escolar
Detectar la timidez infantil es clave para ayudar a niñas y niños, ajustando las expectativas sociales que se tiene de ellos a su capacidad y voluntad para relacionarse con el mundo que les rodea. “Lo más importante ante una timidez detectada en una criatura es saber si realmente es tímida o si solo es introvertida”, aconseja la experta, quien subraya que “la sociedad premia al extrovertido, favorece a las personas echadas para adelante”, lo que puede perjudicar a quienes no encajen en estos patrones. “Las personas admiradas siempre han sido las que saben hablar en público, que saben responder ante situaciones o que no sienten vergüenza al exponerse. A la sociedad le cuesta aceptar o entender que no seamos sociables por naturaleza”, explica. Pero es una conducta normal, siempre que no haya patologías que expliquen ese comportamiento.
De hecho, la timidez también presenta beneficios. “Tendemos a pensar que una persona tímida tendrá más puntos débiles respecto a una extrovertida. En cambio, esa misma timidez, siempre que no sea excesiva, le va a permitir analizar con más prudencia una nueva relación, por ejemplo, va a observar más y va a ser mucho más selectiva con sus relaciones”, apunta Jordi Perales.
En este sentido, es imprescindible identificar correctamente la personalidad de cada niña y niño y respetarla para crear un ambiente en el que puedan desarrollarse cómodamente. “Si no sienten malestar, es su forma de estar adaptados al mundo, y hay que respetar y aceptar esa manera de ser. Y ayudarles a encontrar formas de socializar y estar con los demás desde aquello que les genera tranquilidad”, recomienda la profesora de la UOC. Y es que el entorno escolar se puede convertir en un lugar hostil para las niñas y los niños introvertidos o tímidos que no hayan sido correctamente identificados. “Hay niñas y niños que pasan muy desapercibidos. Son invisibles: no molestan y van haciendo. No destacan por nada. Y no suspenden. Pero en las evaluaciones se dice que podrían hacer más. Y luego hay un tipo de criaturas que está en el otro extremo, el de una introversión casi patológica. Parece que “pasan”, pero no lo hacen, solo necesitan estar separados del bullicio, la mirada y la pregunta directa, y desde su tranquilidad son capaces de hacer aprendizaje. Cuando los presionas a exponerse, dan peor resultado que si los dejas hacer tranquilamente desde su sitio”, explica.
Por todo ello, la experta recomienda aceptar, respetar y validar la forma de ser de cada criatura para que ese alumno silencioso, lejos de quedarse aislado por su personalidad, pueda formar equipo con los más extrovertidos y explotar a su favor unos rasgos totalmente normales que, a veces, la sociedad no entiende. “No podemos estar todos en un polo. La normalidad es la suma de todas las diferencias”, zanja Sylvie Pérez. “Al final acabamos relacionándonos con todo tipo de personas, porque las relaciones no dependen solo de la timidez, sino de todo el resto de la personalidad de cada uno. Y eso incluye otras capacidades, como saber escuchar, saber analizar las situaciones, saber buscar solucio
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