Héctor A. Gil Müller
“Nadie sabe el bien que tiene hasta que lo ve perdido” reza un popular refrán, siempre he sido muy respetuoso de los dichos populares, son perlas que encierran el tiempo de muchas vidas, el refrán para poder nacer significó muchas experiencias, buenas o malas, tantas que terminó por aceptarse y se reconoció. Es sabio quien los atiende, los guarda y los aplica. La paremiología es la ciencia encargada de su estudio, y es el sentido común quien se encarga de su resguardo y perpetuidad. Pero como el sentido común es el menos común de los sentidos, ahí andan los pobres refranes famélicos viendo a ver quién los usa, viviendo entre los puentes poéticos sintiendo que solo valen por la rima y no por el texto.
Damos por sentada la democracia, la sabemos tan común que asumimos que está garantizada, pero no es así. La democracia, como la vida es un bien que puede escurrirse si no asumimos que es una recompensa y no un regalo. La democracia se presenta como recompensa y la tratamos como si llegase cual regalo, bendición inmerecida. Ella exige sus cuidados, sobre todo el celo que afirma no llevarla a los extremos, el extremismo y populismo en el plano político se alza como una amenaza que debilita el poder político en muchos países del mundo y forma regímenes que cualquier, tras ver la historia de nuestra civilización, supondría que jamás volverían a existir.
El fascismo, en palabras de Madeleine Albright parece que dejó de ser una ideología política para convertirse en un medio para conseguir y mantener el poder, y ahí el gran reto, entender que muchas joyas no son el resultado de la dadiva, sino de la recompensa.
El éxito no es un suceso, es un proceso lo mismo ocurre con la libertad, la democracia y la legalidad. El mes patrio es recompensa, no es una dádiva, significa una conquista cuyo impacto es tan grande que termina por perfumar el tiempo. Porque hay logros tan fuertes que se estampan en el tiempo siendo este tan abstracto. Hay fechas que se celebran o se conmemoran y significa que en ellas se vivió tan intenso que las horas o días no son suficientes para encerrar lo ocurrido.
Vivimos entre meta propuesta y meta conquistada, cuando la vida tiene enfoque e intencionalidad, cuando no es así vivimos entre necesidad descubierta y satisfacción alcanzada. No confundamos la satisfacción que se domina en el placer con la recompensa que se conquista en la razón.
Asumir que la democracia se mantiene solo por el derecho a votar es un error por su restricción de un todo, dinámico y visible por un elemento que a final de cuentas no contiene en su acción la democracia. La democracia no son boletas, ni votos si quiera, es una aceptación que debe mantenerse.
Este septiembre yo festejo a México, pero le festejo por sus recompensas a las que me comprometo a cuidar, porque cuando mi generación acabe y se pierda en el tiempo, que es el mejor maestro, pero pésimo cuidador, se diga que no perdimos la encomienda, que triunfamos recibiendo también la recompensa.
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