LA JORNADA
Ciudad de México. Hombre del sistema por excelencia, desde el poder y la oposición, figura central en la política nacional durante más de 60 años, Porfirio Muñoz Ledo y Lazo de la Vega fue un político controvertido y ambicioso. Pilar fundamental del avance democrático en el país, se formó en el partido de Estado; quemó sus naves en distintas fuerzas desde 1988, y en todas se reinventó y con todas rompió.
Polémico hasta el final, presidió la Cámara de Diputados en dos momentos históricos para la democracia mexicana: en 1997 como primer diputado de oposición que respondió un Informe presidencial y en 2018, ya en Morena, cuando entregó la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador. Nunca alcanzó, sin embargo, su mayor anhelo: ser presidente de la República.
Luego de su frustrado intento por democratizar al PRI en los 80, y al que terminó renunciando tras conformar la llamada Corriente Democrática, Muñoz Ledo vivió siempre en medio de controversias y no pocos escándalos, uno de los primeros y más sonados fue su remoción en 1985 como representante permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Hombre culto, lector compulsivo, excelente orador y polemista, tribuno por excelencia, célebre bailarín de pasodobles, autodefinido “bebedor gastronómico, trascendió los últimos 11 sexenios: desde el de Adolfo López Mateos hasta el de Andrés Manuel López Obrador y tiene ya una página de la historia entre los protagonistas en la transición democrática de México.
Nació en la Ciudad de México el 23 de julio de 1933, fue hijo de dos profesores de educación básica: Ana Lazo de la Vega Marín y Porfirio Muñoz Ledo Castillo, de quienes recibió las primeras luces de su formación intelectual.
El político cursó su educación básica en el Instituto México y el bachillerato en el Colegio Universitario México, una escuela marista. Padeció de niño una marcada tartamudez que, según consignan varios autores, logró superar debido al empeño de su madre quien le impuso una férrea sesión diaria de lectura, que a la larga lo convirtió en consumado orador.
En 1951 ingresó a la Facultad de Derecho de la UNAM. Fue parte de la llamada generación Medio Siglo, considerada una de las más brillantes de esa casa de estudios, y que estuvo conformada por personajes como Arturo González Cosío, Víctor Flores Olea, Javier Wimer y Carlos Monsiváis, y profesores de la talla de Mario de la Cueva y Jaime Torres Bodet. Desde la presidencia de la Sociedad de Alumnos, conoció al entonces secretario del Trabajo, Adolfo López Mateos, quien años después sería central para su incorporación a la política.
En 1958 obtuvo una beca para La Sorbona de París. Ahí se doctoró en derecho constitucional y ciencia política y fue catedrático de la Universidad de Toulouse. A su regreso a México, en 1960, se incorporó como docente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. También impartió clases en El Colegio de México, la Universidad de Oxford, el Instituto de Estudios para el Desarrollo Económico y Social de la Universidad de París y la Escuela Nacional Preparatoria, por citar algunas.
Durante esa época, en una reunión en la casa del diplomático José de Iturriaga se reencontró con López Mateos, quien ya era presidente de la República, y lo invitó a ser su asesor. Y en 1961 fue nombrado subdirector de Enseñanza Superior y Administración Científica de la SEP. Empieza también una larga militancia en el PRI.
Gustavo Díaz Ordaz ya en la Presidencia lo designó consejero cultural de la embajada de México en Francia (1965 a 1966) y hasta el fin de ese sexenio ocupó la secretaría general del IMSS.
Fue con la administración de Luis Echeverría cuando Porfirio ascendió a los círculos más cercanos al poder presidencial. Primero fue el responsable de sus discursos como candidato, después ocupó la subsecretaría de la Presidencia de la República (1970-1972) y posteriormente fue secretario del Trabajo (1972-1975).
Esas mieles del poder le forjaron por primera vez el sueño de ser presidente de México. Esta vez, sin embargo, el elegido fue José López Portillo y él, como hombre del sistema, aceptó dirigir al PRI y encargarse de coordinar la campaña presidencial.
López Portillo lo nombró titular de la SEP (1976-1977) donde elaboró el Plan Nacional de Educación. También se empeñó en “modernizar” al Canal Once TV (IPN) lo que le trajo severas críticas de algunos priístas que consideraron que, desde plataforma, hacía oposición al gobierno y eso le costó el cargo en diciembre de 1977.
Muñoz Ledo colaboró en 2015 en el entonces GDF. Foto Cristina Rodríguez
En 1979 se le reivindicó al ser designado representante de México ante la ONU. Durante los seis años de su encargo, su inteligencia y tenacidad le acarrearon relaciones de amistad estrecha con personajes de la talla del francés Francois Mitterrand; del ex canciller alemán, Willy Brandt; y del primer ministro de Suecia, Olof Palme.
Su desempeño en las Naciones Unidas lo llevó de nuevo a ilusionarse con la idea de ser el candidato del partido oficial. En 1981, Porfirio se “auto destapó” frente a López Portillo, quien lo había convocado sólo para conocer su opinión sobre los prominentes priístas en la mira para la sucesión. Y él no figuraba en ese grupo.
Miguel de la Madrid no lo invitó a su gabinete, pero lo dejó en la ONU cuatro años más y debió regresar a México a raíz de un escándalo documentado en los medios de la época por amenazar con pistola a un estadunidense que habría ocupado el espacio destinado a su automóvil.
Desde su estancia en Nueva York, Muñoz Ledo comenzó a delinear la necesidad de democratizar al PRI y que a la postre resultaría en su renuncia al tricolor para tomar la senda opositora.
Impaciente, intolerante, hiriente
Junto a Ifigenia Martínez y Cuauhtémoc Cárdenas, intentó la democratización del PRI en 1988, y fueron arrollados por el entonces partido de Estado. Renunciaron a la militancia en el tricolor y lograron la candidatura presidencial de Cárdenas en 1988, primero bajo las siglas del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana y luego, tras la declinación de Heberto Castillo, con el Frente Democrático Nacional.
En un proceso electoral cuestionado por la “caída del sistema” que, se asegura, arrebató el triunfo a Cárdenas Solórzano, se unieron a otras denominaciones políticas de izquierda a nivel nacional y fundaron el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Colocado en la cresta de aquel movimiento, Muñoz Ledo ganó un escaño. Al inicio del periodo de sesiones del Congreso de la Unión, el 1 de septiembre de 1988, como integrante de una escuálida oposición de apenas cuatro representantes y, en un gesto inusitado hasta entonces, el senador interpeló públicamente al presidente Miguel de la Madrid, quien ese día presentaba su sexto y último Informe de gobierno.
En el PRD en 1989 fue nombrado secretario de Organizaciones, en 1991 buscó la gubernatura de Guanajuato y dos años después fue electo presidente nacional del partido.
En plena campaña presidencial de 1994 tuvo algunas fricciones con Cuauhtémoc Cárdenas, quien buscaba por segunda ocasión la Presidencia de la República, meses después esas diferencias se volvieron insalvables.
En agosto de 1995, Muñoz Ledo convocó al Congreso de Oaxtepec para redefinir el rumbo del PRD. Las disputas con el grupo de Cárdenas eran cada vez mayores. En medio de intensas discusiones, el sector que apoyaba las propuestas de Porfirio se impuso, y tras ese cónclave, el sol azteca aprobó alcanzar acuerdos con el gobierno de Ernesto Zedillo, lo que se tradujo en la reforma electoral que ciudadanizó el IFE en 1996 y la celebración del primer proceso electoral para elegir jefe de gobierno en el Distrito Federal.
Muñoz Ledo buscó la candidatura para la ciudad, pero el PRD decidió por Cárdenas. Ante ese revés, el entonces presidente nacional del PRD, Andrés Manuel López Obrador, le propuso encabezar la lista de diputados federales. Los resultados de la elección intermedia de 1997 fueron inéditos, la oposición se llevó la capital del país y por primera ocasión en la historia posrevolucionaria, el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados.
Las cuatro fracciones opositoras (PRD, PAN, PT y PVEM) agrupadas en el denominado G4 lo eligieron como presidente de la mesa directiva. El priísmo intentó fallidamente impedir su asunción al frente de la cámara, para que no contestara el tercer informe de Zedillo.
“Ya no hay espacio para que ningún poder quede subordinado a otro (…) el ejercicio democrático del poder es, ciertamente, mandar obedeciendo”, le reprochó desde tribuna al mandatario, evocando la máxima zapatista. Como legislador promovió el diálogo entre las fuerzas parlamentarias e impulsó la construcción de nuevas instituciones, aunque esa actitud contrastaba con señalamientos de sus opositores y hasta aliados, quienes lo tachaban de “impaciente, intolerante e hiriente”.
Su ambición de llegar a la presidencia se frustró una vez más, cuando las corrientes del PRD se inclinaron nuevamente por Cárdenas como su candidato para la campaña de 2000. Como consuelo, López Obrador le planteó ser candidato a la jefatura de gobierno del Distrito Federal, pero lo rechazó. Fue entonces que renunció al partido y a su curul como coordinador perredista en San Lázaro para buscar la presidencia como candidato del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana.
Meses después, en plena campaña, declinó en favor del aspirante panista, Vicente Fox, quien como presidente electo lo nombró coordinador de la mesa de estudios para la reforma del Estado, y cuando el guanajuatense tomó posesión, lo envió como embajador de México ante la Unión Europea.
Regresó a México en 2004, dispuesto a promover de nueva cuenta la reforma del Estado. El proceso para desaforar a López Obrador lo hizo romper en definitiva con Fox y de inmediato se sumó al movimiento del tabasqueño: en abril 2005 participó en la Marcha del silencio contra el desafuero, no sin encontrar el rechazo de los asistentes, que le reclamaban su acercamiento con el ex presidente. Con todo, Porfirio no abandonó el templete.
Meses más tarde fue pieza central en la elaboración de la plataforma electoral de la Coalición por el Bien de Todos, en la estrategia contra el “fraude” de 2006 y en la conformación del Frente Amplio Progresista.
En 2009 se convirtió en diputado federal por el PT, propuso reformas como la revocación de mandato y que el régimen de gobierno pasara de presidencial a parlamentario. Y fue también un severo crítico de la estrategia de guerra contra los cárteles de Felipe Calderón.
Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto coordinó los trabajos de la Comisión Ejecutiva para la reforma política de la Ciudad de México, que culminaron con la promulgación de la Constitución capitalina, en enero de 2016.
Calentura reeleccionista
En 2018, Muñoz Ledo volvió a sumarse al movimiento que llevó a López Obrador a la Presidencia. A pesar de algunas voces internas, logró los consensos -incluida la oposición- para que presidiera la cámara, cargo desde el que entregó la banca presidencial a López Obrador.
Si bien desde 1997, los nuevos arreglos democráticos definieron una rotación anual de la presidencia de la cámara, Muñoz Ledo buscó romperlos para relegirse en septiembre de 2019, en jornadas que paralizaron a la cámara.
Sin embargo, las protestas de la oposición, en particular del PAN, por la ilegalidad del proceso, e incluso tras un regaño público del Presidente, lo llevaron a hacerse a un lado. “¡Renuncio! ¡Se puede tener el poder y no pasar a la historia! ¡Se puede pasar a la historia sin tener el poder!”, soltó al momento de anunciar su decisión.
Harto con los modos de su bancada, en la sesión del 4 de septiembre de 2019, soltó desde su curul en la presidencia: “¡Chinguen a su madre, qué manera de legislar!”
Ese fue el inicio del rompimiento con Morena.
Fue célebre su debate -avivado por preguntas que le lanzaba la oposición- contra la denominada Ley Zaldívar en la sesión del 23 de abril de 2021, cuando reclamó a su bancada: “¡No somos manada, no somos cardumen!” Ausente el coordinador de Morena, Ignacio Mier, Muñoz Ledo lo obligó a regresar al salón con la siguiente frase: “¡Nacho, Nachito! ¿Dónde estás?”
Meses después, todavía herido, Muñoz Ledo se enzarzó en un agrio debate con Mario Delgado, a la sazón coordinador de la bancada, a quien le advirtió que publicaría un artículo con sus razones de por qué no debió ceder la Mesa Directiva al PAN.
Delgado le soltó, en la plenaria de la bancada del 22 de junio de 2020: “Ojalá cuentes la verdad, porque llamas a no tenerle miedo a la Corte, pero tampoco hay que tenerlo a la ley: para que volvieras a ser presidente habría que hacerte un traje a la medida y qué bueno que no caímos en esa calentura releccionista tuya.”
Ave de tempestades, se promovió a sí mismo en enero de 2020 como embajador de México en Cuba. La ruptura definitiva vino cuando no fue incluido en las listas de candidatos en 2021.
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