Margarita Bokusu Mina
Apareció un 19 de noviembre con un: “Hola, ¿Qué tal?” y pronto le respondí que había estado observando que había visitado mi muro de Facebook y que había visto que era artista, que sabía que escribía, que en un relato sobre su bisabuela había usado el verbo
“barruntar”… Todo esto se lo dije en un mensaje de audio y contestó con otro, simpático, contento por mi acento andaluz, lento en el hablar. Me dijo que era charneguito, que había visto uno de mis vídeos, que yo tenía que ser artista, que hacía collages aunque prefería
llamarlos mixturas, me preguntó si quería que intercambiásemos algún libro y que “un abrazo”. Así de entrada también me invitaba a participar en su revista, una que lleva con un amigo del País Vasco, que lo podía hacer con un relato, con un cuento, con una poesía…
Había visto que participo, de vez en cuando, en una revista literaria de Chiapas y me dijo que nunca había estado allí pero que sabía cosas de ese lugar y que le tiraba Andalucía, que escribe, de tanto en tanto, sobre ella. Le dije la verdad: que me sorprendía que tan de
repente me invitara a colaborar y a intercambiar libros porque también me ofrecía a ello siempre que conocía a alguien. Entonces le hablé de una entrevista que me habían hecho dos semanas antes en una emisora de radio de Valencia, por si quería oírla y así saber de
mi parecer con respecto a la literatura. También le comenté que no solamente escribo artículos en esa revista mexicana sino que también lo hago, desde hace casi una década, en dos diarios de mi ciudad y que últimamente lo había hecho en otros medios digitales.
Intercambiamos enlaces: los de mi blog y mis novelas, los de sus mixturas y sus textos. Me dijo que había publicado con mi editorial, en la que estoy desde hace una década, pero que la dejó y entonces le dije que por eso quizás mi entrevista en la radio no le iba a parecer tan interesante o provechosa porque había hablado principalmente de mis novelas y de cómo funciona esa editorial. Me dijo que le escribiera sobre mis libros, pero hoy, a un día de la Nochebuena, es decir, cuando ha pasado más de un mes de estar hablando todos los días, aclaro que, a la hora de la verdad, no aceptó mi texto sobre mis novelas, por lo visto su compañero no dio el visto bueno, aunque sí me ha publicado en el blog de la revista un pequeño relato, un poema y dos autorretratos.
Ahora llevo cuarenta y cinco minutos esperando a que se conecte por whatsapp y ver qué excusa me pone para justificar el retraso ya que he dejado de hacer las maletas solo por quedar con él, bueno también estaba cansada. Aquel primer día no solo hablamos de literatura, de la nuestra sobre todo, sino también de música, que le gusta la Rosalía me dijo y yo, al comentarle que me gusta Tabletom, entendió el reguetón y le aclaré el asunto. Quería enviarme una foto para que le conociera aunque dijo que lo mejor era en persona y que él estaba dispuesto a venir donde vivo. En un principio se imaginaba bajando en verano, con su tía que tiene una casa a unas horas de aquí, pero a medida que fue pasando el tiempo se imaginaba viniendo en avión. Me contó que había estado casado hasta el 2011, durante ocho años, y que por eso había viajado a Perú cuatro veces y que la última había sido un desastre. También hablamos de drogas, de que no creíamos que una llevara a la otra, que él había estado fumando mucho tiempo marihuana y no había probado después nada más, lo que pasa es que cuando se divorció sí.
Me dio también por comentarle que estaba apenada por alguien que había conocido en las redes sociales hacía siete años y que había fallecido recientemente: una tía que que escribía muy bien, que era muy culta y cuando le dije el nombre se sorprendió porque él
también la conocía pero no sabía que ha
bía escrito una novelita de la que soy admiradora. Se mostró interesado y se la pasé, todavía no la ha leído, él se la pierde, tampoco mi
segundo libro. A mí me falta terminar su segundo poemario. Así estamos.
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