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La ley tiene como objetivo acabar con las prácticas racistas y violentas, así como las desigualdades arraigadas en la sociedad rumana.
No obstante, los insultos racistas y el discurso de odio aumentaron en las redes sociales durante la pandemia de COVID-19, y algunas personas llegaron a culpar a los romaníes, que son la minoría étnica más grande de Rumania, de la propagación del virus.
“El discurso de odio está especialmente presente en tiempos de crisis”, dijo el presidente del Consejo Nacional para Combatir la Discriminación, organismo contra la discriminación y la igualdad de Rumanía.
Csaba Ferenc Asztalos asegura que en tiempos de crisis “los recursos son menores, la sociedad está más tensa, la competencia es mayor y entonces la gente recurre a los prejuicios, a las noticias falsas, para ganar o mantener el poder económico o político. En este contexto, los romaníes son objeto de prejuicios”.
Fuerza legal cuestionada
Muchos se preguntan si la ley, que hasta la fecha no cuenta con condenas, será efectiva para frenar el discurso de odio. Un exmiembro del parlamento que encabezó la ley, Daniel Vasile, la considera esencial para proteger los derechos humanos básicos de la minoría romaní de Rumanía.
“Esta ley es para castigar la deshumanización de los seres humanos, cuando ya no se trata a las personas como humanos”, dijo Vasile.
“Hay manifestaciones de odio que se basan en la percepción de que los romaníes no son en realidad seres humanos. Entonces, se necesita un mecanismo legal para defender nuestro derecho fundamental, es decir, nuestro derecho a la vida”.
En los márgenes del sistema
El nivel de vida en Rumanía ha mejorado rápidamente en los últimos años, con algunas de las tasas de crecimiento económico más altas de la Unión Europea. Sin embargo, muchos gitanos todavía tienen que soportar la exclusión social y económica, además del discurso de odio y la discriminación.
Por toda Rumanía hay indicios de personas romaníes que viven fuera del sistema, en lugares donde los servicios sociales y los servicios públicos son escasos o inexistentes.
“La falta de infraestructura trae mala educación, y la mala educación trae malos trabajos, o ningún trabajo, y así sucesivamente. Si vas a una comunidad gitana aún hoy, entenderás lo que es, porque ahí se acaban los recursos”, dijo Ciprian Necula, defensor de derechos humanos y periodista, quien ha dedicado gran parte de su vida a cambiar la narrativa sobre el pueblo gitano.
Cada vez que te acercas a una comunidad gitana “puedes ver que el camino se está acabando, la electricidad se está acabando, el agua se está acabando, todos los recursos se están agotando”, agregó.
Estas desigualdades están arraigadas en la sociedad rumana desde hace cientos de años. “Básicamente, los romaníes eran esclavos en el siglo XIV en Rumanía. Y esa es la historia de los Roma durante los próximos 500 años. Hemos sido esclavos durante 500 años y nada más”, afirmó Necula.
La legislación contra el discurso de odio, junto con muchos otros esfuerzos de los defensores de los derechos humanos, tiene como objetivo abordar algunas de las injusticias del pasado, frenar el discurso de odio y la discriminación en sus manifestaciones actuales y allanar el camino hacia un futuro mejor.
Escribiendo un nuevo guion
“Tuve que luchar contra lo que la historia dispuso para mi vida, la caja donde me encasilló la historia y el hecho de que nacer mujer romaní en la sociedad rumana no es el boleto ganador”, dijo Alina Serban.
Serban es actriz y la primera persona en su familia que no solo terminó la escuela secundaria, sino que también continuó sus estudios universitarios. Además, es la primera mujer romaní en ser aclamada como directora de teatro y cine en su país.
Serban, cuyas obras han llegado al escenario del Teatro Nacional Rumano, dijo que lo que la ha llevado a perseguir el éxito es en parte la necesidad de representar a su comunidad, pero asegura que ser abierta sobre sus raíces es un arma de doble filo.
“Si cometo un error, es ‘ah, son los gitanos, sabía que ustedes se comportarían de esta manera’”, explicó Serban, insistiendo en que cualquier otra persona tendría una segunda oportunidad.
“Dadas las ideas de la mayoría, si vives en esta sociedad, es prácticamente imposible que los sentimientos antigitanos no salgan a la luz”, dijo Daniel Vasile, exdiputado, y señaló que lo que comienza como un discurso de odio puede terminar fácilmente en violencia.
Inocente golpeada
“Quería ser cooperativa, comunicarme con ellos”, comenta Andreea Dragomir, quien fue maltratada por guardias de seguridad en un hipermercado en su Brasov natal en 2020, cuando tenía 18 años.
Su caso llegó a los titulares después de que una organización nacional de noticias publicara su historia en el canal Observator Antena1 Rumania.
Dragomir dijo que era sospechosa de robar en tiendas, simplemente porque es gitana. Luego fue insultada y golpeada, y las cámaras de vigilancia la absolvieron de haber actuado mal, documentando claramente el abuso.
“Vino el jefe de los guardias, estaba muy indignado, diciendo que yo robé”, recordó Dragomir. “A las acusaciones le siguieron una serie de ofensas muy feas, diciéndome que soy gitana y que las gitanas roban. Siguieron las agresiones, y después los golpes”, dijo Dragomir.
Agresiones como estas son las que impulsaron la acción legislativa. “Necesitamos definir estos actos que se basan en el racismo y el odio contra los romaníes. Regular y sancionar estos hechos como delitos”, dijo Vasile.
Lecciones aprendidas
Defensores de los derechos humanos como Ciprian Necula y Csaba Ferenc Asztalos no creen que la legislación sea especialmente eficaz para desarraigar los prejuicios contra los romaníes.
Argumentan que lo que se necesita principalmente es más educación, junto con el diálogo entre las comunidades, para lograr cambios fundamentales, tanto en las actitudes culturales como en la aceptación social.
“Te han educado de una manera que ni siquiera sabes que eres racista. Ese es el problema”, dijo Necula. “No digo que debas culparte o condenarte por eso. Lo que digo es que nosotros, en primer lugar, necesitamos ser educados, y esta dimensión de prevención, educación, etc., todavía no existe”.
Una cuestión de educación
Cuando se le preguntó quién es responsable de educar a la gente en Rumania, Serban aseguró: “No me corresponde a mí educar a la gente. Depende de otros rumanos, los no romaníes, hacer eso, cuestionar su privilegio. Definitivamente ser racista es tan fácil, más que lo contrario, de ser consciente de tus privilegios, de cuestionar el racismo”.
Expertos en derechos humanos de la ONU, incluido el relator especial sobre cuestiones de las minorías, Fernand de Varennes, han emitido advertencias sobre los altos niveles de incitación al odio que demonizan a los gitanos. También han pedido más educación sobre la matanza de cerca de medio millón de romaníes en el Holocausto.
“Para resolver un problema, hay que afrontarlo. Debe decir sin rodeos que Rumanía tiene un gran problema con el racismo, con el racismo estructural”, mantuvo Serban. “Y si decimos que no tenemos un problema y que los romaníes son el problema, no llegamos a ningún punto, y situaciones como el Holocausto definitivamente pueden volver a ocurrir”.
Prevenir la repetición de las tragedias de la Segunda Guerra Mundial está en la mente de muchas personas en estos días.
Los activistas creen que se necesitará legislación, diálogo, educación y esperanza.
“Mi mayor razón para continuar es la luz en los ojos de las personas que me ven en el trabajo, que ven mi trabajo. Esa luz significa esperanza”, señaló Serban sobre su carrera como actriz, que a menudo transmite mensajes de justicia social para combatir diversas formas de discriminación. Esa luz significa que están siendo vistos “como los gitanos, como una comunidad, como un colectivo: ‘Te veo. Te respeto. Siento tu dolor’”.
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