Gaspar Henaine Capulina; el Rey del humorismo blanco

EL CONFESIONARIO
Por: Ray Zubiri

Platicar de mi paisano Gas­par Henaine Capulina, quien fue actor, comediante, músi­co, cantante, productor de ci­ne, además de guionista, es rememo­rar una época de la televisión, el cine y el teatro que lamentablemente parece que ya no regresará, en mi particular punto de vista.

Don Gaspar nació el 6 de enero de 1926 en Chignahuapan, Puebla, aun­que a los seis años se mudó con su fa­milia a Ciudad de México. En 1943 co­menzó su carrera artística como can­tante y actor. Participó en el cuarteto Los Excéntricos del Ritmo y más ade­lante en el trío Los Trincas.

Fue en 1952 cuando conoció a Mar­co Antonio Campos Contreras Viru­ta quien más tarde se convertiría en su compadre por el bautizo de uno de sus hijos, a quien le propuso formar un dueto cómico.

La pareja empezó su trabajo bajo el título Capulina y Don Viruta en la radio. En 1953 comenzaron a filmar algunas películas con las que se hicieron famo­sos en toda América Latina. Al princi­pio su estilo se parecía mucho al de los comediantes Laurel y Hardy, conocidos como El gordo y el Flaco, sin embargo, con el transcurso del tiempo, desarro­llaron un estilo distinto que atrapaba a las familias en el televisor y en las sa­las de cine.

Por algunos años condujeron el pro­grama televisivo Cómicos y canciones, en Telesistema Mexicano, y tiempo des­pués la pareja se separó por diferencias irreconciliables entre ellos.

Tras esta lamentable situación, las películas que Capulina protagonizó es­tuvieron dirigidas al público infantil y en algunas de ellas compartió escena con Roberto Gómez Bolaños Chespiri­to, quien fue el guionista de la mayor parte de sus producciones.

Trabajó con grandes personalidades como la leyenda de la lucha libre mexi­cana, El Santo, en el filme El Santo vs Capulina (1968), otras fueron Mi padri­no (1969), El hermano Capulina (1970), El investigador Capulina (1975), La som­bra del otro (1957), Se los chupó la bruja (1958) y Muertos de miedo (1958), un total de 84 películas, 58 de ellas des­pués de haberse separado de su socio Viruta; también incursiono en la mú­sica, grabando 12 álbumes.

Hoy en día, a pesar de la tecnología y todo lo que conocemos –y esta demás mencionar–, es considerado uno de los comediantes más queridos del siglo XX, por ello el mote de El rey del humorismo blanco y esto se lo tiene bien merecido, pues nunca utilizó palabras obscenas, doble sentido, albures o situaciones de contenido para adultos en sus bromas. Perteneció a la Época de Oro del cine mexicano y es referente de comedia pa­ra toda la familia.

Capulina también fue torero, actor de teatro y comediante de escenario. Fue el iniciador del primer circo enca­bezado por un artista de renombre, El Circo de Capulina, con el que viajó por América Latina. Su último trabajo ac­toral fue en 1999 en la telenovela El diario de Daniela.

Capulina pasó sus últimos días con su familia, con los ahorros que recaudó como actor de cine y televisión. Es pa­dre del también actor Antonio Henai­ne, quien trabaja con el nombre artísti­co Toño Moño y sigue la línea de humor blanco de su padre; con él trabajó co­mo pareja cómica en la última tempo­rada de El Circo de Capulina, en 2001.

En el zócalo de Chignahuapan, si ustedes tienen la oportunidad de visi­tarlo, está la figura de Capulina creada por el artista poblano César González Alarcón. La pieza es uno de los atrac­tivos más visitados por los turistas lo­cales y nacionales que llegan al pueblo mágico y recuerdan que en ese rincón de la Sierra Norte nació el Rey del hu­morismo blanco. La escultura de bron­ce fue develada en 2009 en una cere­monia en donde estuvo presente Gas­par Henaine.

El 21 de septiembre del 2011 Capuli­na fue hospitalizado, debido a una obs­trucción intestinal por náuseas y vómi­tos que se complicó con un cuadro de neumonía, en un nosocomio en el sur de Ciudad de México. Falleció el 30 de septiembre de 2011 a los 84 años de edad, a consecuencia de un paro car­diorrespiratorio.

Capulina dejó frases famosas como: “Yo ero un hero-e”, “Sipirilí”, “¡Qué bo­chorno!” y “No sé… pude ser… a lo me­jor… ¡quién sabe!”

La columna de esta semana ha ter­minado, pueden ir en paz.

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