Niños más pacientes, creativos y empáticos: la otra cara de la pandemia

Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

Tras el confinamiento, los menores aprecian más la vida familiar, tienen más autocontrol y defienden mejor sus ideas.

¿Qué consecuencias ha tenido el confinamiento en los niños? ¿Cómo se están adaptando a las nuevas restricciones, a los casos de contagios en los colegios y a las noticias sobre las consecuencias de la pandemia en la salud? Según los expertos, no todo ha sido negativo. Para Amalia Gordóvil, psicóloga familiar y profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), la pandemia ha tenido también un aspecto positivo y ha propiciado que los «niños sean más pacientes, empáticos y creativos».

Gordóvil, que acaba de publicar, junto con la psicóloga Agnès Brossa, el libro Compartir la vida educa (Eumo Editorial), afirma que «los trastornos relacionados con el confinamiento aparecían principalmente en adultos y no tanto en niños y jóvenes». De hecho, según su experiencia, «a veces los adultos afirman que sus hijos tienen dificultades y, sin embargo, los niños manifiestan abiertamente lo contrario, hasta el punto de declarar que durante el confinamiento estaban “muy bien” porque estaban mucho tiempo con sus padres».

Si bien es cierto que algunos estudios afirman que más de la mitad de los niños vieron perjudicada su salud mental, la psicóloga cree que también es importante preguntarlo a los pequeños y «valorar variables que puedan perjudicar la salud mental, como el estado del niño previo al confinamiento y el manejo emocional por parte de sus padres o cuidadores principales». Según la experta, los niños han tenido, gracias a la pandemia y sobre todo durante las semanas de confinamiento estricto, muchas oportunidades para aprender de las dificultades.

Los conflictos entre hermanos, una fuente de aprendizaje

«A nadie le gusta ver discutir a sus hijos», explica Gordóvil, «es algo que los padres y madres intentan evitar en primera instancia».

Sin embargo, el confinamiento y la convivencia convirtieron estos choques en algo más habitual. Curiosamente, multitud de estudios se refieren a las peleas entre hermanos como algo positivo, porque ayudan al desarrollo emocional.

La profesora y doctora en Psicología defiende el enfoque positivo, y asegura que discutir con hermanos o amigos enseña al individuo a defender su opinión, a expresarla correctamente y a explorar sus límites dentro de cada disputa. «La vida comporta conflictos y situaciones desagradables que tenemos que afrontar, y nuestra manera de hacerlo depende de qué mecanismos hayamos aprendido», explica.

Por tanto, la convivencia y el confinamiento han supuesto una oportunidad para que los niños más pasivos alcanzaran su límite, se expresarán y aprendieran a hacerse oír. Una cualidad que suele aprenderse en los recreos pero que, encerrados en casa, se ha acelerado. En este sentido, «cobra importancia también el autocontrol: varios adolescentes han reconocido que se han controlado más para “no equivocarse” en casa en unos tiempos tan críticos. Así, han aprendido a autocontrolarse y han descubierto que a veces hay que resignarse», dice.

Aprender a valorar la importancia de la familia

Diversas investigaciones concluyen que la familia ejerce una influencia decisiva en el rendimiento escolar de los alumnos.

Gordóvil señala que el confinamiento ayudó a todos los miembros de la familia a conocerse más, un valor difícil de obtener en una sociedad sin tiempo y que algunos núcleos familiares lograron recuperar.

Por ejemplo, los niños y niñas descubrieron que sus progenitores no son seres invencibles y que pueden venirse abajo durante tiempos difíciles. Esto les permitió «desarrollar una empatía más madura, les enseñó a ser más independientes y a colaborar más en casa. Los pequeños entendieron que hay tareas que hacer en casa, que la cocina existe y que cada persona debe responsabilizarse, por ejemplo, de su habitación».

El aburrimiento también es necesario

Numerosos estudios, como el de las psicólogas Karen Gasper y Brianna Middlewood, relacionan el aburrimiento y la paciencia con la creatividad y la curiosidad.

«En una sociedad marcada por estímulos constantes, los pequeños apenas tienen tiempo de desarrollar su paciencia. Los confinamientos les han enseñado no solo a saber aburrirse y a ser más pacientes, sino también a valorar la recompensa de esa espera», dice la profesora.

Gordóvil relata, entre otras, la historia de un niño que descubrió su gusto por el dibujo al aburrirse durante el confinamiento.

«El aburrimiento es una condición que nos lleva a explorar y experimentar. Además, este niño tuvo que esperar varios días para tener algo tan simple como una regla para dibujar. En condiciones normales, esa regla habría llegado a casa en el momento, pero en aquellos meses de confinamiento tardó cinco días. El niño recibió la regla con tal alegría que la trató como un tesoro y aprendió a valorarla», concluye.

Valorar la importancia de lo sencillo, como la naturaleza

Amalia Gordóvil explica que algunos jóvenes han aprendido a valorar cosas que jamás se les habría ocurrido hacer:

«Es el caso de Nerea, una adolescente que salió con sus amigos a las cinco de la mañana para ver salir el sol cuando se flexibilizaron las restricciones. “Un plan de frikis”, según define ella misma, algo que no habría hecho en condiciones normales, pero que disfrutó enormemente después de meses encerrada en casa».

Además incide en que «tenemos que explicar a los más pequeños lo que está pasando, adaptando el lenguaje, pero sin sobreprotegerlos.

No se trata de mentir, sino de dosificar la información, darles consuelo y reforzarlos positivamente». Gordóvil invita, además, a revisar qué fallaba en el día a día de antes de la pandemia, especialmente aquellos aspectos relacionados con la falta de tiempo y la comunicación.

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