El futuro de Occidente pasa por el estudio de la Grecia antigua: experto

Por: Ana Barberena Aramburu

Profesora de asignatura del Departamento de Filosofía de la IBERO

· Bernardo Souvirón afirma que su legado es trascendental al haber puesto “al ser humano al centro del sistema”

El futuro de Occidente pasa por el estudio de la Grecia antigua, pues ahí se sentaron las bases teóricas y prácticas de la vida pública, afirmó el académico español Bernardo Souvirón, en una entrevista realizada por la maestra Ana Barberena Aramburu, profesora de asignatura del Departamento de Filosofía de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

Souvirón (Córdoba, España, 1953), escritor, profesor de lenguas clásicas y especialista de la cultura helénica, ofreció la conferencia ‘La antigua Grecia y el futuro. Humanismo, educación y democracia’, organizada por el Departamento de Letras, en la que recalcó la importancia de revisar a esta civilización, pues su legado es trascendental al haber puesto “al ser humano al centro del sistema y es la única que lo hizo hace tanto tiempo”.

—¿Cuál es la importancia de la cultura griega? ¿Qué podemos seguir aprendiendo de ella?

—Tratar de reinterpretar a los griegos es lo mismo que volver hacia la obra de Borges o la obra de García Márquez. Son obras eternas justamente porque son clásicas y no están sujetas a los vínculos temporales y espaciales de un momento dado. Yo creo que una de las características de la cultura griega es justamente su trascendencia, esto debido a que los griegos dieron vueltas permanentemente a los conceptos que todavía hoy seguimos manejando. En Grecia se practicaron todas las teorías y todos los sistemas políticos que conocemos hoy porque son ellos mismos quienes los inventaron.

Tomando cualquier ejemplo de la mitología griega, siempre hay algo que tiene que ver con el ser humano en sí mismo y que no está sujeto al ámbito temporal de Grecia sino que lo trasciende. Por ejemplo, el problema de Antígona ante el conflicto entre la ley escrita y la ley no escrita. Esta historia muestra cómo la conciencia individual es un problema eterno y nos permite entender la evolución histórica atendiendo a la naturaleza humana y las circunstancias. Los griegos no sólo nos abrieron las puertas, sino que nos mostraron el camino. En ciertos aspectos pensaron mejor que nosotros. En cualquier caso, nos han dejado una herencia que resulta impagable porque seguimos dándole vueltas a lo mismo: qué es la democracia, qué es la libertad, qué es la justicia. Los griegos estaban convencidos de que valía la pena transmitir lo que estaba detrás de todo eso y por eso escribieron tanto en épocas en que era tan difícil hacerlo. No había manera de escribir más que en piedra, trozos de madera, hojas de árbol, papiros, etc. Estaban convencidos de que ésa era la herencia que podían dejarnos: lo aprendido. Aunque la frase no es suya, es lo que decía Newton: somos lo que somos porque caminamos a hombros de gigantes y desde esa altura podemos ver el horizonte y los gigantes sobre los que nosotros caminamos, son los griegos, sin ninguna duda.

—¿Cuál es el concepto griego que más te interesa?

—No es fácil elegir uno, hay muchos muy atractivos pero si pudiera elegir dos, serían los siguientes: el primero, el que define a Grecia frente a cualquier otra civilización humana, que es la filantropía y significa amor por el ser humano. En realidad, toda la civilización griega está centrada en el amor por el ser humano y en ponerlo en el centro de su universo, de forma que la medida de todas las cosas, como decía Protágoras, es el ser humano. En otras civilizaciones es exactamente lo contrario, el hombre está hecho a imagen semejanza de Dios, o bien, en otros casos, el hombre ni siquiera tiene rostro como en religiones como el islam. Para los griegos:

ánthropos, que engloba hombre y mujer, era lo importante. Lo demás, era secundario. Que esto se fundamenta como concepto desde el punto de vista filosófico ético y que sucediera hace tanto tiempo, es admirable.

Otro concepto que me gusta mucho es el de cosmopolites. Los griegos se dieron cuenta de que lo realmente importante trataba de ser polites del cosmos, es decir, ciudadano globalizado. En México, esto se ve muy bien en la convivencia de distintos tipos de personas. En un momento como el que vivimos, la idea de ser ciudadano del mundo, del cosmos, de sentirnos como en nuestra propia casa en España, en México o en Turquía, me parece que es fundamental. Somos una sola especie y lo que hacemos aquí afecta a los que viven del otro lado. Esta idea, que nos hace a todos iguales en derechos es algo que tarde o temprano se impondrá porque creo que no hay otro camino.

—Imaginando una conversación en el tiempo. ¿Cuál es el personaje de la antigüedad con quien querrías hablar?

—Hay un personaje al que desde hace mucho tiempo admiro pues es quién expresa mejor la idea de escribir para enseñar algo. Se trata de Tucídides, un historiador del siglo V a. C. Tucídides vivió la guerra de su patria Atenas, contra Esparta y escribió una obra que independientemente de los sucesos que relata, está escrita desde una perspectiva que hoy llamaríamos científica puesto que escribe sobre la naturaleza humana que siempre es la misma. La obra de Tucídides nos muestra cómo las cosas que sucedieron en Atenas y en la Grecia antigua nos pueden servir a generaciones futuras para aprender y no cometer los mismos errores. Por otro lado, es notable la capacidad abstracta de Tucídides por entender los hechos, penetrar en las líneas de pensamiento y de acción que nos llevan a estos hechos; entenderlas e intentar incluso preverlas. Me parece algo fascinante para una época como aquella. Hay autores teatrales extraordinarios, como Sófocles, Esquilo o Eurípides, o tantos otros con quienes me encantaría tener una conversación, pero si tuviera que escoger a uno solamente, este sería Tucídides porque estoy seguro de que me entendería perfectamente. Lo que no sé, es si yo le entendería a él. Los dos nos encontramos en la misma línea de pensamiento, pero su capacidad de abstracción -inducida, entre otras cosas, porque hablaba una lengua que tiene una facilidad enorme por crear términos abstractos – sería, sin duda, mayor a la mía a pesar de que vivió dos mil quinientos años antes que yo.

—¿Cuál es tu impresión de México?

—Una primera impresión es que hacen falta muchos más días para tener una impresión más ahondada de la que tengo ahora mismo. He viajado por el ámbito del mundo antiguo, especialmente del Mediterráneo donde se desarrollaron las civilizaciones que marcaron el rumbo de Europa, pero nunca había puesto el pie en América; ni del norte, ni del sur, ni del centro. La primera vez sucede en México que es un lugar con el que creo que los españoles tenemos un vínculo de relación inconsciente, aunque no tengamos familia directa en México. A veces con hurgar un poco en el árbol genealógico, acaba uno dando con alguien que tiene relación con este país.

Yo tenía muchas ganas de venir a México, sobre todo porque tengo una vaga idea de las civilizaciones que se desarrollaron antes de la llegada de los españoles y el cambio cultural que esto supuso y creo que es de los pocos sitios donde se puede estudiar bien ese choque entre dos mundos, para bien y para mal, como el que se dio a partir de la llegada de Cristóbal Colón y, sobre todo, después, de la llegada de los llamados conquistadores. Desde ese punto de vista, ya me atraía venir a Mexico. La visita a los sitios arqueológicos ya muestra hasta qué punto era un mundo distinto al del siglo XVI europeo.

Cuando llegas y te esfuerzas por moverte un poco, saliéndose de las rutas del turismo clásico, descubres un auténtico mundo. Yo creo que podría acostumbrarme a vivir en un lugar como México porque tiene ese punto de desorden que también hay en España a pesar de la Unión Europea, que es también muy propio del Mediterráneo. Ese punto de desorden no solo lo hay en Grecia, en la Italia actual, en la España actual, sino que además de ese desorden, hay una cosa que es totalmente maravillosa que es que hablamos la misma lengua.

Cuando andas por países donde hablan lenguas muy lejanas a la nuestra, te sientes un analfabeto, en cambio, cuando vienes a México, y te das cuenta de que estás al otro lado del océano, y se habla la misma lengua, tienes una cierta sensación de milagro. Algo quedó para bien después del encontronazo entre España y América: que podamos hablar la misma lengua, aunque cabe destacar que el habla es muy otra en México. Me llama la atención la enorme riqueza de la lengua con respecto a la española.

Esto se ve muy bien en autores como Carlos Fuentes y Octavio Paz, y en general, en los autores latinoamericanos. Encuentro que hay una enorme capacidad para inventar palabras o para adaptarlas a la realidad desordenada del país. Ese desorden es un buen motor para crear conceptos e ideas. Aparte del afán cultural e interés por conocer las antiguas civilizaciones de México, me he sentido bien con el México actual. Yo sé que es un país que tiene muchísimos problemas como otros tantos. Pienso que países como este están a la vanguardia de la esperanza por el cambio en general. Yo creo que los cambios no vienen nunca de la comodidad y del confort, sino de esos mundos en los que bullen las contradicciones, los problemas, etc. En ese sentido, México es un auténtico modelo.

—¿Cuál es la actualidad de la concepción griega en un país como México?

—La vinculación que en México puede tener con la antigua Grecia es la misma que puede existir en cualquier otro lugar del planeta tierra. En Grecia están las bases, por eso me gusta la idea de la antigua Grecia y el futuro. No somos más que lo que hemos sido. La historia no es un ámbito en el que los protagonistas sean gentes que vivió hace tiempo y que una vez muertos, ahí se quedaron; es gente que sigue viviendo con su pensamiento con sus obras de arte, algunas nunca mejoradas hasta ahora. En el fondo, no importa que sea México, que sea Colombia, que sea Wisconsin. Hay una civilización que puso al ser humano en el centro del sistema y es la única que lo hizo hace tanto tiempo. Si uno lo estudia con calma, creo que ninguna otra lo tuvo así de claro. En la medida en que nos separamos de esa idea, yo creo que nos equivocamos. Lo que somos, en occidente en general, se lo debemos a esa concepción que fue la que hizo posible el desarrollo en todos los aspectos desde esa época hasta el día de hoy.

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