Por: Dr. Alfredo Sandoval Villalbazo,
Académico del Departamento de Física y Matemáticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México e Investigador Nacional
· El fenómeno está vinculado con sequías derivadas del calentamiento global
· Análisis de datos muestra un aumento sostenido en el tiempo de duración de los incendios forestales en la presente década
La deforestación es una de las principales causas del calentamiento global. El aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre da lugar a un incremento en la densidad de la radiación retenida en nuestro entorno, favoreciendo la ocurrencia de eventos extremos tales como los incendios forestales.1,2 Los incendios registrados desde hace semanas en la Amazonia son particularmente graves y reflejan una deficiente relación entre las comunidades científicas y las instancias responsables de tomar decisiones en las sociedades.
Los ambientes secos favorecen la propagación incontrolada del fuego durante las conflagraciones. La frecuencia de incendios se ha incrementado sustancialmente en la selva amazónica y, en países como México, la duración de los mismos también ha aumentado (ver figura 1).
Durante años se ha ignorado el hecho de que la disminución de la humedad del suelo ha hecho insuficientes las prácticas de prevención tradicionalmente empleadas en países como Brasil. Si a esto se le añade el retiro de apoyos a la conservación de los bosques, producto del desdén a la evidencia científica, y a intereses comerciales, se obtiene un caldo de cultivo destructivo capaz de afectar a todo el planeta.
Varios años atrás se consideró controvertido el vínculo entre el fenómeno del calentamiento global y el aumento en la frecuencia y furia de los incendios forestales. A lo largo del siglo XXI han sido publicados diversos estudios que muestran claramente que el problema de los incendios forestales se agravaría, y emitieron recomendaciones a gobiernos y planificadores para prevenir tragedias, como la que actualmente se registra en la Amazonia.3 Pero la mayor parte de esos estudios fueron insuficientemente difundidos e ignorados por los tomadores de decisiones.
Mucho se ha insistido en la necesidad de aplicar la ciencia básica en beneficio de la sociedad. La crisis climática actual muestra que no basta la existencia del trabajo científico desarrollado para anticipar riesgos. Sólo en el caso de que dicho trabajo sea ampliamente difundido a una sociedad apropiadamente cientifizada será posible evitar catástrofes como la que ocurre actualmente en la selva Amazónica.
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