Rosario Robles, AMLO: Justicia, posible ajuste de cuentas y otras cosas más

Ricardo Homs

El caso de Rosario Robles y la “Estafa Maestra” tiene dos componentes que se repiten desde hace muchos sexenios y muestran el rostro de nuestra justicia.

La rapidez con que se actuó y la severidad de la medida cautelar, prisión, pareciera indicar que se sigue aplicando la “ley del Talión”, igual que en los sexenios anteriores. Con haberle retirado el pasaporte o imponerle algún control electrónico, hubiera sido suficiente.

Por un lado, debemos considerar aplaudible la aplicación de la ley en contra de quien se sospecha ha cometido un delito, que en este caso sería el abuso de confianza respecto a nuestros bienes nacionales, como es el dinero esfumado en un alambique de complicidades gubernamentales. Sin embargo, por otro, parece ser que en la forma, se repite lo mismo: lo selectivo de la aplicación de la justicia.

En este país, para recuperar la confianza, necesitamos “justicia a secas”, porque de otro modo, como es este caso, queda la sospecha de que la motivación que mueve el engranaje justiciero no es aplicar la ley, sino un ajuste de cuentas.

Se ha documentado que en el escándalo del “señor de las ligas”, durante la gestión de nuestro presidente al frente del gobierno del Distrito Federal, hubo varios organizadores, quienes pusieron una trampa al “señor de las ligas” y lo grabaron en video recibiendo el dinero. Uno fue e empresario argentino radicado en México Carlos Ahumada, de quien se dice tuvo una relación cercana con Rosario Robles. Él pagó cara su osadía, con cárcel.

Sin embargo, la prensa consigna otros personajes más, como la hoy detenida Rosario Robles, ex Jefa del Gobierno del Distrito Federal y el abogado Juan Collado, también encarcelado, de quienes se dice ayudaron a filtrar ese video a la prensa, desatando el escándalo que llevó a Bejarano a la cárcel y de paso enlodó a quienes hoy gobiernan.

¿En qué se parecen estos dos casos actuales a las prácticas justicieras de antes?.

Pues nos recuerdan el sonado caso de la detención del líder sindical de PEMEX Joaquín Hernández Galicia, apodado La Quina, quien seguramente tenía, igual que como se presume hoy, mientras las autoridades lo comprueban en los casos de Robles y Collado, actividades constitutivas de delito. Sin embargo, siempre quedó la sospecha de que la Quina realmente no fue a dar a la cárcel por las actividades delictivas, sino por haber ofendido al presidente Salinas durante la campaña presidencial, financiando la edición de un pasquín donde lo acusaba del asesinato de una sirvienta cuando era niño.

La llegada a la cárcel de Raúl Salinas de Gortari, quien seguramente había hecho negocios ilícitos como se manejó en el juicio, se debía más bien a la forma grosera en que corrió al presidente Zedillo de la casa presidencial de Acapulco, con todo y familia, mientras ellos vacacionaban en esa ciudad, cuando él era secretario de educación pública y el otro, hermano del presidente.

Seguramente la caída en desgracia y encarcelamiento de la dirigente magisterial Elba Esther Gordillo, también sustentado todo en un enriquecimiento inexplicable, del que fueron testigos todos los presidentes, desde Salinas hasta Calderón, mientras ellos le llenaban de elogios y apapachos, no fue como respuesta a esta acusación, sino a la forma soberbia con que ella se dirigió al presidente Peña Nieto, calificándose ella a sí misma en sus discursos, como “guerrera”.

Sólo así se explica que de repente, en tiempos de la 4T y su combate a la corrupción, todas las acusaciones contra la profesora, de un evidente enriquecimiento inexplicable se diluyeran, se le liberase y se le devolvieran sus propiedades, mismas que no corresponden a los ingresos de un dirigente sindical.

La pregunta en el aire es: ¿Cuándo habrá justicia a secas en este país… que no sea detonada por un agravio?.

Al presidente Juárez se le atribuye, entre tantas frases, una que destaca la tragedia de la aplicación de la justicia en México: “para los amigos justicia y gracia… para los enemigos la ley a secas”.

Solo castigar a los caídos en desgracia y perdonar y proteger a los cercanos o afines, es hoy y parece que será la historia de México por siempre.

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