Dra. Ivonne Acuña Murillo
· Las salidas de Germán Martínez y Josefa González tienen diferente cariz e impacto dentro de la nueva administración.
En una semana, dos funcionarios de la administración del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) —el primero, del gabinete ampliado, y la segunda, del gabinete legal— presentaron su renuncia. Por diversas razones, que bien conviene analizar, Germán Martínez Cázares, ahora exdirector general del Instituto Mexicano del Seguro Social, y Josefa González Blanco Ortiz Mena, hoy ex secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), decidieron abandonar sus funciones sin que el primer mandatario se los impidiera.
El 21 de mayo, Germán Martínez hizo pública su renuncia al IMSS a través de una carta en la que expone ampliamente los motivos de su decisión. En primer lugar, los hechos: “Ahorro y más ahorro, recortes de personal y más recortes de personal, y un rediseño institucional donde importa más el ‘cargo’ que el ‘encargo’”, afirma el exfuncionario. Estos recortes apuntan directamente a la política de austeridad con la que el primer mandatario pretende no sólo reducir gastos sino reorientar el presupuesto en función de un proyecto de nación que busca rescatar a Pemex y elevar la calidad de vida de los sectores más vulnerables. Sin embargo, no son los únicos hechos, el otro es que el IMSS es una institución tripartita, cuyo patrimonio no se conforma sólo con las participaciones gubernamentales, sino con las aportaciones de trabajadores y patrones y “si acaso Hacienda cree que los ahorros en el IMSS los puede desviar a otros fines, es necesario recordarle que ‘el Instituto no estará obligado a concentrar en la Tesorería de la Federación sus ingresos’, según dispone el artículo 277 C de la ley del Seguro Social”, recuerda Martínez Cázares.
En segundo lugar, la denuncia: “Algunos funcionarios de la Secretaría Hacienda (sic) tienen una injerencia perniciosa en el IMSS y ponen en riesgo la vocación igualitaria, de justicia y, concretamente, de prestación de servicios de salud que tiene el Seguro Social (…) intentan una remodelación cosmética del IMSS, anular a los Delegados que este Consejo Técnico aprobó (el del IMSS) (y) nombrar, en todo el país, una suerte de ‘delegados administrativos estatales’ (…) para que ellos (…) administren desde lo local al IMSS”. Desde este punto de vista, habría una injerencia directa del secretario de Hacienda en los asuntos del IMSS en detrimento de la autoridad del director general de la institución y del manejo de ésta. Habría que preguntarse si esta intromisión se mantendrá una vez que Zoé Robledo fue nombrado por AMLO en sustitución de Martínez.
En tercer lugar, la acusación: “Además acusó que los funcionarios de Hacienda no quieren dialogar con el IMSS, quieren imponer”, pues a decir del mismo exdirector intentó en varias ocasiones un acercamiento con la secretaría de Hacienda sin recibir respuesta. Primero, con el envío de dos oficios que no fueron respondidos: 1. Para solicitar criterios específicos de control presupuestario conforme al marco jurídico aplicable del IMSS.
Para autorizar las contrataciones de personal y participar en el rediseño de la estructura organizacional. Después, a través de un correo electrónico en el que señalaba los objetivos, estrategias, indicadores y líneas de acción que deberían ser incluidos en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 y que fueron omitidos. El último intento se dio a través de una cita, concertada para el 2 de mayo, la cual se canceló de última hora, sin explicación alguna. Aquí cabe preguntarse si los intentos de Martínez fueron infructuosos porque deliberadamente, en Hacienda, se decidió ignorarlo o si él no siguió los causes indicados para hacer llegar su mensaje.
En cuarto lugar, la postura de Germán Martínez, el denunciante: “Claro que el IMSS se debe transformar, como lo ordena el presidente. En el IMSS no se desobedece al presidente. Sólo creo que el eje de su reforma deben ser las personas que se atienden en el IMSS, y no los funcionarios que trabajan en el IMSS. Se requiere una gran reforma LEGAL, y no una pequeña reforma REGLAMENTARIA. La cuarta transformación no son cambios burocráticos, sino revolución cultural”. (Las mayúsculas corresponden al texto original). En este caso y aunque Martínez afirma su intención de seguir las órdenes del mandatario, cuestiona el eje de sus reformas.
En quinto lugar, Martínez afirma: “Creo y defiendo al Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, porque no es gerente de los que se creen dueños del país. No es florero de nadie, como él mismo lo dice. Yo seguiré su ejemplo: tampoco yo seré florero en el IMSS de decisiones tomadas fuera del IMSS (…) Gobernar el Seguro Social, encarar sus difíciles retos, domar ambiciones y negocios, cobrar cuotas, ganar juicios, hacer trabajar a sus empleados, y erradicar la maldita corrupción que lo aflige, requiere un Director General fuerte, respaldado por todos, sin dudas, ni vacilaciones”. Con toda razón, Martínez supone que sin autoridad y el respaldo de ésta no hay funcionario que saque adelante a ninguna institución y menos con los problemas que el IMSS enfrenta. Para afirmarlo y a pesar de que al parecer su diferendo es con el secretario de Hacienda y no con el presidente, usa las mismas frases del primer mandatario para dejarle ver que no es “florero” de nadie.
Ante la sorpresiva renuncia de Germán Martínez, AMLO respondió: “Lamento que él haya tomado esa decisión pero, afortunadamente, hay muy buenos servidores públicos en el equipo y vamos a sustituirlo. Seguramente, Germán regresa al Senado y va a seguir manteniendo sus principios. Vamos, a que el Seguro Social mejore y que se acoplen, que Hacienda y el Seguro Social se pongan de acuerdo. Sabía yo que tenían diferencias con Hacienda… y yo creo que se tiene que actuar con libertad, nada por la fuerza”.
Lo anterior lleva a reflexionar en torno a varios temas: Uno. ¿Esperaba el presidente que Germán Martínez ganara la disputa por los recursos y los asuntos del IMSS ante el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa Macías? Y, de ser así, ¿le faltó carácter, experiencia, habilidad a Martínez para ganarle la mano al de Hacienda?
Dos, más allá del primer mandatario, ¿falta coordinación al interior del Gabinete? No es acaso esta una de las funciones del jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, o en su defecto, de la secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero? Porque, obviamente, el primer mandatario no puede ocuparse de todo, incluso de limar asperezas entre los miembros de su equipo.
Tres, ¿Germán Martínez tomó una decisión visceral, sin medir las consecuencias de una carta en la que desnuda lo que se podrían considerar como defectos o errores del recorte de recursos o con toda intención buscó perjudicar a quien olvidando su pasado panista le ofreció una importante cartera en la nueva administración, no el secretario de Hacienda, sino López Obrador, por supuesto? La pregunta no está de más, pues su carta suscitó todo tipo de posicionamientos como el del expresidente Felipe Calderón Hinojosa, quien, ni tardo ni perezoso, insinuó que “la renuncia al IMSS fue producto de la demagogia de AMLO”.
Como fuera, la carta de renuncia de Germán Martínez tiene todas las características de un ‘dardo envenenado’ de quien busca no simplemente salvar su nombre sino hundir el de quien, desde su punto de vista, no le dejó desempeñar su cargo como hubiera querido, en caso de que cinco meses y días sean tiempo suficiente para hacerlo. No conforme, sus afirmaciones tocan también a quien encabeza la Cuarta Transformación (4T) y dan argumentos a sus enemigos políticos para cuestionar los primeros pasos de un largo proyecto.
Sin embargo, y sin restar importancia a lo expresado, lo señalado por el exdirector del IMSS apunta, efectivamente, a la necesidad de corregir aquello que por la prisa de dar resultados se esté haciendo mal; en especial, aquello que daña la salud y la calidad de vida de los sectores que se pretende proteger.
La segunda renuncia de la semana ocurrió el 25 de mayo y se trató de Josefa González Blanco Ortiz Mena, ex titular de la SEMARNAT. Vía Twitter, la exfuncionaria sostuvo: “El día de ayer causé un retraso a los pasajeros y tripulación de un vuelo comercial. El verdadero cambio requiere que nadie tenga privilegios y que el beneficio de uno, así sea para cumplir con sus funciones, no esté por encima del bienestar de la mayoría”.
Antes de lo tuiteado por González Blanco, trascendió que ella se retrasó para tomar el vuelo que la llevaría a Mexicali, desde la Ciudad de México, y pidió a Aeroméxico detener el despegue en espera de su arribo.
La deliberada acción de detener al avión cuando estaba a punto de despegar no pasó desapercibida para los pasajeros y uno de ellos, Jorge R. Rioja (@coACHconsultor), escribió en Twitter el viernes a las 8:49 horas del centro de México: “Voy a Mexicali. A punto de despegar, el avión detiene su marcha el capitán informa que ‘por orden presidencial’ debe regresar por un pasajero”.
Cuando se supo la noticia, una fuente de Palacio Nacional afirmó que se le pidió la renuncia a Josefa González, pues “si ni el presidente lo hace, porque ella sí”, afirmó en Twitter el periodista Salvador García Soto.
Además de anunciar su renuncia, también vía Twitter, Josefa González aclaró que la petición no salió de la Presidencia sino de ella misma, en sus propias palabras “PD. No hubo orden presidencial para retrasar la salida del avión; soy la única responsable de lo sucedido. Presidencia jamás intervino”.
Aunque se trata de asuntos de muy diversa temática y envergadura, es de llamar la atención que Germán Martínez busca ‘enlodar’ a la actual administración sin reconocer ningún error o debilidad de su parte (lo que en psicología se llama locus de control y que refiere, entre otros puntos, a que si la persona percibe que lo que ha ocurrido externamente es gracias a su comportamiento y tiene control sobre las consecuencias externas), mientras que Josefa González asume totalmente la responsabilidad de sus acciones sin buscar pretextos o razones que la exculpe.
Pero, más allá de la psicología y último propósito de ambos exfuncionarios, lo interesante aquí es que el presidente le haya concedido a Josefa González la gracia de presentar ella la renuncia, como una deferencia. A pesar de lo cual, AMLO se mostró firme al no dispensar lo que en otra administración habría sido calificado como ‘un pecadillo’ de la exfuncionaria y bien podría haberle dicho: “Josefa no te preocupes, hay que aguantar”, como hizo Enrique Peña Nieto cuando el PAN acusó a Rosario Robles, entonces secretaria de Desarrollo Social (Sedesol), de uso indebido de recursos públicos.
En lugar de eso, López Obrador afirmó: “(…) ella reconoce que fue un error de su parte lo que hizo y puso a disposición su cargo. Mi recomendación, y ella coincidió, fue en el sentido de que nosotros no podemos fallar, en nada. Y que cuando se comete un error así, tiene uno que aceptarlo y renunciar a una responsabilidad. Aunque pueda parecer que es una medida drástica, enérgica, repito, nosotros no tenemos derecho a fallar”.
En ambos casos, puede preguntarse ¿por qué el presidente no hizo por retener a sus funcionarios y detener el escándalo? ¿Cuál es el mensaje? ¿Cuál es la lección?
El mensaje: en el caso de Josefa González, la respuesta parece obvia: no se permitirán en esta administración los privilegios de funcionarios que por añadidura vulneren los derechos de terceros. El mensaje va no sólo a la población, en congruencia con lo ofrecido durante tres campañas presidenciales, sino al gabinete legal y ampliado, esperando que el efecto demostración haga desistir a otras u otros funcionarios del intento de abusar de sus puestos.
La lección: se sabe que los miembros del gabinete, legal y ampliado, son fichas de ajedrez que pueden moverse a voluntad del primer mandatario y son ‘sacrificables’ en momentos de necesidad política. Por ejemplo, ante un error de la administración federal; un escándalo de corrupción, de malos manejos; de faltas graves que involucren la seguridad de la población; de abusos de poder o influencia; de errores en el manejo del presupuesto y sus recortes, etcétera, serán ellos los que renuncien y no el presidente, y será este último quien decida si se van o se quedan.
A diferencia de González, cuya renuncia evita el desprestigio del gabinete y de la 4T, la carta de Martínez apunta directo al corazón de ésta: a la denuncia del menoscabo, aunque sea temporal, del bienestar de la población a la que paradójicamente se pretende proteger.
Desde este punto de vista, no basta con que desde Presidencia o desde Hacienda se nieguen los hechos, es necesario que se resuelva lo denunciado y que, en la medida de lo posible, no vuelva a ocurrir.
En lo que respecta a Germán Martínez, las razones del presidente para aceptar su renuncia pudieran ser algo más complejas que en el caso de Josefa González, una vez que la carta ‘ventila en público’ asuntos que debieron resolverse en privado, pues como reza el dicho ‘la ropa sucia se lava en casa’, a pesar de tratarse de temas de interés general.
La exposición abierta de Martínez muestra procesos internos, por los que pasa todo gobierno, sin haber dado la oportunidad de resolver los desacuerdos dentro de la misma administración.
Finalmente, si Josefa quedó perdonada, pues pagó con el puesto su falta; Germán no la tendrá tan fácil, pues ha golpeado al presidente de la República y a la 4T, apuntando directo a la credibilidad y a la legitimidad de ambos, y aunque AMLO ha dicho que no odia a nadie, bien hará en no volver a confiar en quien no duda en golpearlo antes de encontrar una solución mejor.
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