Por María Beatriz Muñoz Ruiz
Hoy he tropezado con una película en Amazon Prime que me ha cautivado y me ha sacado una boba sonrisa hasta el final. Bueno, vamos a ir primero a mi lado superficial, lo cierto es que el protagonista, Nicholas Galitzine está de muy buen ver, y todas las que tenemos una edad nos hemos motivado viendo como Anne Hathaway, una cuarentona mamá de una adolescente, se podía liar con un veinteañero. Cuando ha terminado la película me he visto en mi mente diciendo “¡Toma ya! ¡joderos, jovencitas!” entonces me he mirado y me he dicho “puedo ser también una cuarentona buenorra, solo necesito ir al gimnasio, sustituir la cerveza por agua, dejarme flequillo y esperar un año a que me crezca la melena, bueno, eso y comer menos y más sano”, puf, va a ser complicado, pero todo el mundo me dice que estoy estupenda, que parezco mucho más joven y que para mi edad estoy genial. Entonces pienso… ¡como odio esa frase! ¿para otra edad no estoy genial? Sí, llevo fatal esto de cumplir años, y que conste que para mi edad estoy genial… y ahí va de nuevo la misma frase que hasta yo misma me repito.
En fin, después de mostraros mi lado más superficial, voy a analizar profunda y filosóficamente la película, porque no se trata solo de una historia de amor, se trata de una historia de amor en la que la edad para ellos no importa, porque en realidad, la edad no debería importar nunca. Nuestro cuerpo es una capa de piel, una cobertura de algo más profundo, porque nuestra esencia es nuestra alma, nuestra energía y nuestra actitud. ¿Y si no existiesen los años? ¿y si no supiéramos contar? Entonces sí que creo que nuestra vida empezaría a contar.
Mucha gente se sorprende al saber que tengo formación en educación infantil cuando no me gustan los niños, y después de hacerme yo la misma pregunta, he llegado a la conclusión de que me habría encantado tirarme al suelo y jugar con ellos, reír y desordenar los juguetes, dejar de ser adulta, el problema es que yo sería la adulta y se esperaría de mí que lo fuera, por eso sería un desastre.
La gente dice que estoy muy loca, pero yo creo que es por las múltiples personalidades que he tenido que desarrollar a lo largo de mi vida. Mi esencia; ser una niña, mi obligación; ser madre responsable, y mi madurez; amar a mis hijos por encima de todo y protegerlos del mundo.
Por otro lado, esta película también aborda un tema, por desgracia, bastante real en la actualidad que estamos viviendo; las redes sociales, el daño que puede hacer una sociedad que esconde sus comentarios perversos tras un perfil.
La gente no se da cuenta del daño que pueden hacer sus comentarios, del acoso al que muchas personas se ven sometidas por ser simplemente personajes públicos, porque, supuestamente, si eres un personaje público tienes que asumir que la gente te critique, te acosen o te persigan.
Y ya no estamos hablando de que seas un personaje público, esto se está dando a niveles de institutos, una edad en la que eres especialmente vulnerable. Todos intentamos preparar a nuestros hijos para que tengan precaución y afronten cualquier problema, pero hay momentos en los que no nos podemos dar cuenta del dragón al que se están enfrentando; si llueve les das un paraguas, si graniza intentas darles un paraguas más resistente, pero si lo que les caen son piedras, nada puedes hacer si en ese momento no estás para cubrirlos con tu cuerpo.
Bueno, resumiendo, la película me ha parecido preciosa, llena de romanticismo y sensualidad. Gracias por regalarnos ese cine de pausa en un mundo tan agetreado.