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En un mes será el Día del Padre y estos días, mis hermanos, mi madre y yo no queremos pensar en lo peor, es decir, queremos creer que va a salir del hospital.
Cuando comenzó el año fue a urgencias porque tenía un dolor en el costado. Lo acompañó mi hermana. Le dijeron que era de no ir al baño, no le recetaron nada. Siguió con su dolor y fue al médico de cabecera y éste le mandó antibiótico, pero tampoco tenía mejoría, así que hace un par de jueves llamó no sé a dónde (relato lo que me contó mi madre) y la persona al teléfono pensó que un doctor tenía que hablar con él en ese momento y este le anunció que le enviaba una ambulancia. A eso de las once de la noche llegó con mi madre al hospital. A las cuatro de la mañana le hicieron unas pruebas y a las ocho le aconsejaron que se quedara ingresado.
Mi hermano me llamó a las once y media, yo estaba en el recreo del instituto. Hicimos una videoconferencia y sabía que cuando terminara mi trabajo, a las tres, saldría para Málaga para estar con mi madre, llevándola a verle, apoyándola, sacando a la perrita de mi padre y para lo que hiciera falta.
Mi hermana acudió ese viernes y pasó unas horas con él y con mi madre y luego lo acompañó también los cuatro días siguientes, siempre por la mañana. Mi madre y yo íbamos por la tarde, pero no podía subir a verle con ella porque solamente dan dos pases y uno se lo quedó mi hermana y otro era para mi madre y cuando terminaba de verlo no quería prestármelo y esperarme, quería regresar a casa. Los hospitales, los médicos, la ponen mala.
Tenía cinco días de permiso, creo que como cualquier trabajador en España. Desde verano del año pasado dan estos días ya que antes eran menos. Un horror me parece porque la persona que lo desee debería poder estar todo el tiempo que le apetezca acompañando a un enfermo querido.
Regresé ayer domingo para incorporarme hoy a mi trabajo, pero no me encontraba bien y en el ambulatorio me han dado cuatro días de baja. Si me hubieran dado toda la semana quizás hubiese vuelto a Málaga, aunque había un problema: mi perrito se hizo daño en la oreja y hay que operarlo el jueves.
Se van a arreglar entre mi madre y mis hermanos.
Mi hermano vive en Barcelona, pero todas las semanas coge un tren y se desplaza a Sevilla a trabajar. Tanto estudiar para esto. Dos licenciaturas, un doctorado Cum Laude, un máster en Escocia, un año trabajando en una universidad norteamericana, siete años en otra colombiana y aquí así lo tienen: atravesando semanalmente la Península Ibérica, con una niña pequeñita a su cuidado y al de su compañera. Tiene jornada reducida para atenderla mejor.
El viernes volveré a ir y hoy mi hermano lloraba porque se ha enterado de que a mi padre le van a hacer una biopsia en el hígado, que lo tiene inflamado, también le dio un pequeño ictus.
II
Han pasado nueve días desde el Día del Padre, hoy es el cumpleaños de mi hermana. Esta mañana íbamos a ir, mi madre y yo, a verla a su campo, a su terreno, y a irnos a comer a una venta, ayer incluso habíamos reservado mesa para tres, pero el cielo estaba gris, chispeaba, había alerta amarilla en toda Andalucía y esto nos hacía dudar. De todas formas, mi madre no quería preparar el almuerzo e íbamos a salir, aunque fuese por aquí cerca.
Es Semana Santa y la estoy pasando junto a mi madre. Cuando hemos salido, hemos vuelto a llamar a mi hermana, que si quería nos veíamos en la venta, sin pasar por su casa porque con el coche de mi padre me daba un poco de miedo, por si lo arañaba, pero ha dicho que ya no quería salir y entonces mi madre y yo nos hemos ido a comer, no a un merendero (chiringuito) como habíamos proyectado, sino a otro tipo de restaurante, también junto al mar, en el que ella ha tomado unos noodles con verdura y ternera y yo un poke de verduras. Le ha gustado, pero de este tipo de comida estoy harta, también del pescaito frito. Me gustaría ir a restaurantes donde cocinen bien, ya sea cocina casera malagueña o de cualquier lugar del mundo.
Estoy un poco triste, en shock, o enfadada, no sé describirlo muy bien, porque hace un rato mi hermana ha llamado con muy mala onda y la he tenido que bloquear, como ocurre de vez en cuando desde hace mucho tiempo, desde que está claro que tiene problemas mentales. Esta vez ha reprochado que no fuéramos a comer con ella y también ha vuelto a insistir en que del coche de mi padre quiere su parte. Mi madre le ha tenido que decir que lo que le corresponde lo tendrá cuando lo dictamine un notario, que no va a ser ella la que diga lo que vale, ni lo que se le debe y que si lo estoy cogiendo ha sido por las circunstancias. Mi padre decía que ese auto iba a ser para mí dentro de dos años, cuando él dejara de conducir. Siempre comentaba que me lo iba a vender, nunca hablaba del precio y yo no tenía ninguna intención de dejar el mío este año, lo llevo usando desde el 2005, cuando lo compré de kilómetro cero ya que en realidad es del 2003, pero hace unas semanas lo llevé a cambiarle el aceite y en el taller le dieron un golpe lo cual me obligó a coger el de mi padre y a irme hacia Cádiz con él y desde entonces lo estoy utilizando. El mío lo voy a vender, creo que por unos cientos de euros menos de lo que podría sacarle, por hacerlo rápido, ya que en un mes le tengo que dar de baja en el seguro. Creo que voy a obtener menos de la mitad de lo que podría y me da pena porque tampoco es que tenga tantísimos kilómetros y funciona bien, aunque también la casualidad es que ahora se le ha gastado la batería y el tipo que vino a recargarla dijo que podría estar interesado en adquirirlo. El coche de mi padre no está perfecto. Como él decía: tiene un porito en una rueda, pierde aire, es algo que tengo que arreglar, quizá lo que consiga por el antiguo lo voy a tener que invertir en este.
Mi hermano, con su familia, anda ahora por Alemania y en una semana y media pasará por aquí, tres o cuatro días, con las dos mujeres de su casa, así que volveré en tres o cuatro fines de semana, será abril. Luego también para finales de mayo y digo yo que para finales de junio o ya julio, por acompañar a mi madre y pasear a la perrita. Aunque solo para un día y medio cada vez. Ya no quedan vacaciones, ni siquiera un puente, hasta verano.
Para junio mi madre me dirá si quiere que pida como destino Málaga y a ver qué ocurre, es decir, a ver si el curso que viene trabajo porque el venirme a esta ciudad supone eso: que a lo mejor solamente me llamen unos meses para hacer sustituciones. Por tanto, el piso que compré el verano pasado (con la ayuda de mis padres, un tercio del precio), mi primer piso en propiedad, parece que no voy a llegar a habitarlo ni un año seguido. Si lo alquilo a algún profesor se amortizará algo. Después de tanto decir que tenía ganas de tener mis cosas, mis cachivaches, decorándolo ahora las voy a tener que empaquetar otra vez. A saber durante cuánto tiempo. Por lo menos tendré ingresos a través de él y también me planteo que, si no trabajo mucho, podré escribir bastante. Y leer. Aburrirme seguro que no me aburro. O eso espero.
Mi hermana y yo no tenemos la sensación de que a mi padre le trataran muy bien en el hospital. Allí duró solamente dos semanas. Al final de la primera lo dejé sentado sobre la cama, almorzando. En un par de ocasiones lo lavé con esas esponjas que se humedecen y llevan el jabón incorporado y también paseé con él por un pasillo donde le di un par de besos y le acaricié la cabeza, cuando nadie pensaba que le quedaban unos días de vida. La biopsia fue como la última estocada. Al parecer tenía cáncer de hígado. Pasé con él sus últimas horas.
Mi hermano, al enterarse del padecimiento, estuvo la segunda semana llorando desconsoladamente, pero no fue capaz, ni tampoco mi hermana, ni yo por teléfono, de comunicárselo claramente a mi madre.
Lo que vivimos aquellas últimas horas mi padre y yo se lo he contado en varias ocasiones a mi madre. Esta semana, al principio, aún le daba muchas vueltas al asunto, pero no quería seguir machacándose y ha conseguido no hablar de ello más. A algunas vecinas se les saltaron las lágrimas al darnos el pésame. Mis dos primos pequeños lloraron a lágrimas vivas en el entierro y mi madre besó el ataúd y le pusimos La Internacional mientras los cuatro alzamos el puño y lo metían en el nicho. Era su deseo, aunque faltó la bandera republicana. Su epitafio dice: “Luchador, altruista y progresista. Una estela en la mar”. Descansa junto a su madre y mi tía, la hermana de mi madre, fallecida hace un año.
Mi hermana dice que desde el fatídico veinticuatro de febrero ha soñado con él en algunas ocasiones. En uno de los sueños incluso discutían porque le mandaba a hacer muchos recados.
Mi padre no se llevó conmigo bien desde que cumplí los dieciséis años, es decir, la mayor parte de mi vida y solo desde la pandemia empezamos a congeniar. Tanto mi madre como yo tenemos quejas del trato recibido en general, sin embargo no es así por parte de mis hermanos, que son más jóvenes.
III
¡Ay, Manuelito! Ya veo cómo echas de menos a tu Agathe…
Quizás a finales de esta semana tenga mi móvil, mi hermana parece que me lo va a enviar por correo certificado este martes. Lo necesito para trabajar. Ya te aviso cuando lo tenga por si quieres que hablemos.
Llevo un par de semanas tosiendo, no había recordado tomar miel y limón ni té de tomillo. También me duele un riñón y bebo infusión de grama, sauco, rompepiedra y cola de caballo, todo junto. Hace un par de años aproximadamente estas hierbas hicieron su efecto, pero ahora llevo dos meses regular, a ver qué dice el médico este viernes, a ver si no es nada malo.
Mañana otra vez a trabajar, me quitarán más las ganas los sinvergüenzas. Por esto también quizás no sea mala idea alquilar este pisito a partir de septiembre y vivir con mi madre y Afro, la perrita de mi padre, desde este verano. Duermen mejor si estamos por allí mis perritos y yo. Y creo que si me voy a Málaga no voy a trabajar desde septiembre, va a ser difícil que me den una vacante, probablemente haga algunas sustituciones, pero no importa porque podré cobrar el desempleo de vez en cuando y no perderé el cotizar a la Seguridad Social para cobrar la jubilación si es que llego a ella.
Quería escribir sobre mi padre, no a ti sino en un texto que he comenzado para presentarlo en un concurso, o dos, sin ánimo de ganarlos, solo para que me sirva de desahogo y de poder compartirlo en los quince medios digitales donde me publican siempre que envío algo, que hace tiempo ya. Pero me cuesta. Escribirte a ti no, aunque intuyo que poco o nada te importa ¿Verdad?
Salud y libertad.
IV
París, 1/4/24
Sí me importa, mucho. La escritura, el arte en general, por cosas… Que se resucita uno, no sé cómo explicarte. Tú misma lo haces, sabrás por qué. Y me gustan las mujeres así, un poco ese estilo, no veas cómo me las como por la parte blanda en mi mente siempre caliente. En fin, te decía que me gustan tus pelos, que todo me ha gustado siempre y que te quería lamer el tórax, digo leer el tarot.
V
Falta casi una semana para que un concurso me dé una frase que tiene que aparecer en este texto si quiero participar. A partir de entonces tendré un par de días para enviarlo. El año pasado ya lo hice con un relato que se tituló: “Los 48 del carpintero”. Un amigo pensó que se lo estaba dedicando porque cumplía esa edad.
Mi hermano llegó este miércoles a visitar a mi madre. Se suponía que al día siguiente lo hacían su compañera y su hijita, pero a esta le dio fiebre y entonces él duró menos de veinticuatro horas en Málaga.
Ayer me llamaron desde Chile porque este texto, hasta donde escribo las palabras “salud y libertad”, ha sido seleccionado, de entre más de setecientos, para formar parte de una antología donde habrá menos de cuarenta escritores, pero no apareceré porque no voy a pagar cincuenta euros.
No he pagado por publicar mis novelas, ni por que me entrevisten, tampoco por salir en medios digitales, excepto por dos microrrelatos que aparecieron en sendas antologías porque no costaban más de veinte euros.
Otra cosa, me he informado un poco más de cómo funciona esto de ser docente. Si bien voy a intentar vivir con mi madre el próximo curso, nada me lo asegura ya que Málaga es un destino muy codiciado, no como la ciudad en la que estoy, así que más vale solicitar esta también para seguir trabajando cerca de donde quiero: o mi madre o mi pisito, porque si no pongo este pueblo, llamémosle Narcolandia, me podrían mandar a Málaga sí, pero como dice mi madre: a secar pasas, es decir, al quinto pino.
VI
Son las trece horas del 19 de abril. Acabo de leer la frase a incluir en este texto. Estoy en un aula con seis alumnos disruptivos. Cuando salga de aquí, pasearé con mis perritos, almorzaré rápidamente e iré a visitar a mi madre, dos horas conduciendo. La visita será ajetreada porque hay que localizar unos documentos para gestionar la herencia de mi padre. A saber dónde estarán. Cuando el año pasado recogí mis cosas comprobé que me faltaban algunas y sospeché que mi padre las había tirado, aunque quizás no busqué bien. Entre ellas tengo interés en las 48 cartas que mi padre escondió el siglo pasado. Hace unas semanas mi madre me dijo que él se escandalizaba de las cosas que leía en mis diarios
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