Staff/RG
- Cuando los abrazos no alcanzan a cubrir de los balazos, la sociedad debe actuar más, advierte el también jesuita
- Señala que los sistemas le apuestan al olvido, pero “nosotros le apostamos a la memoria”
Ayer, que se cumplieron 100 días de que fueran asesinados en Cerocahui, Chihuahua, los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora (y dos personas más), el Padre Javier Ávila Aguirre, presidente de la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos y quien vive en la sierra tarahumara, visitó la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
El ‘Pato’ Ávila agradeció que se le haya invitado a la IBERO para participar en la mesa de discusión ‘Las caras de la violencia’, porque eso le dio la oportunidad de que la muerte de sus hermanos jesuitas “se mantenga en el candelero. Los sistemas le apuestan al olvido; nosotros le apostamos a la memoria, no podemos perder la memoria”.
Reconoció que los eventos trágicos que son los asesinatos muchas veces se van olvidando, porque “los muertos de hoy sepultan a los muertos de ayer”. Pero el dolor que generó a una familia o a mucha gente el muerto de hace 20 años, es el mismo que está generando a la familia del muerto de ayer.
El Padre, quien opinó que él y quienes le escucharon en la IBERO se encontraron con la idea de buscar caminos para hacer visible lo invisible y hacer creíble lo increíble, dijo que “no debemos acostumbrarnos a la muerte”, y pidió no seguir poniendo los reflectores nada más en Javier y Joaquín, sino ampliarlos para darse cuenta de que hay miles de muertos.
Ávila, quien participó en Expo ARU 2022: ‘Más allá de las violencias: propuestas y acciones’, confesó, sin vergüenza, que ha tomado plazas, calles y puentes con la gente, siempre buscando ser solidario. Pero de la noche a la mañana, por lo ocurrido a Campos y Mora, sintió que ya no era solidario, sino que era parte de los dolientes.
“Hoy los jesuitas de la Tarahumara nos sentimos dentro del dolor que nos genera este evento, nos sentimos profundamente agradecidos con la Historia y con el Dios de la vida que nos ha hecho ser parte de los dolientes. Todos, exigimos la verdad y exigimos la justicia; ya no sólo somos solidarios con el dolor del pueblo, somos participantes del dolor del pueblo”.
Dicho esto, volvió a pedir que se revise el proyecto de seguridad pública, “porque no vamos bien”. En un país invadido por la violencia y la impunidad, aseveró que su tono es pacífico, pero alto y claro, al invitar que las acciones del gobierno finalmente acaben con la impunidad imperante en la sociedad, “ese manto que lamentablemente está cubriendo todo el país… Me consta, lo he vivido”.
Aseveró que la violencia no se resuelve con estrategias que implican la ampliación de las capacidades del Ejército, como ha quedado demostrado, y reiteró su exigencia, a nombre de muchas personas, de que se revise el modelo de seguridad en todo el país, porque no está funcionando.
“Y lo decimos desde donde se padece la inseguridad, el miedo, la amenaza, la violencia, la muerte; no desde Palacio de Gobierno. La impunidad es ofensiva y muy descarada. Con todo respeto lo repito, lo abrazos no nos alcanzan para cubrir los balazos”.
Concluida su participación en la mesa, que formó parte de la 11ª Expo ARU 2022, ‘El Pato’ concedió una entrevista a Prensa Ibero, para ampliar lo dicho al estudiantado y profesorado que con antelación le escuchó.
¿En qué convierte a México tanto asesinato de mujeres y personas religiosas, defensoras de los derechos humanos y de la tierra, periodistas, y las y los miles de desaparecidos?
Lamentablemente, en un punto vergonzoso de atención de todo el mundo. Están volteando a vernos y se están preguntando qué pasa en México, cuando hay una autoridad capaz de revertir esa situación, de dar pasos atrás o de frenarla.
¿Cómo prender los reflectores en otros que no sean sólo sus hermanos de Cerocahui o Ayotzinapa?, por mencionar estos dos casos.
Simplemente ampliar las luces donde se prendieron. Javier y Joaquín prendieron los reflectores, Ayotzinapa prendió los reflectores. El sistema dice, ahí déjenlos, váyanlos olvidando, pero hay que ampliar su luz y caer en la cuenta de que son miles de muertos, miles de desaparecidos los que se suman a Javier, Joaquín y a los de Ayotzinapa.
Si no están funcionando los abrazos ni los balazos, ¿qué podría servir como estrategia de seguridad para terminar con la violencia y la impunidad?
Son muchas cosas, no nada más una sola salida. Las autoridades deben cumplir con sus responsabilidades de pastorear, de dirigir, de ayudar, de cuidar un país del que no son dueñas, las/los dueños somos los y las habitantes. Pero al gobierno, en este momento, le falta mucho para cumplir realmente con sus responsabilidades.
Y la sociedad no tenemos que dejar al gobierno solo para que nos lleve el país, porque miren cómo nos va de mal. Hay que cooperar todos nosotros para llevar el país que queremos, pero hagámoslo, no seamos tan apáticos. Hay mucha apatía ahorita porque el proceso que ha llevado nuestro país a muchos los ha orillado a la apatía.
Tenemos que hacer más, actuar más como sociedad y en comunidad, y desde la óptica que tenemos, desde nuestra propia opción, empresarial, estudiantil, sacerdotal, cada persona tiene una responsabilidad y papel que cumplir.
¿Qué pueden hacer, en específico, figuras religiosas como usted, para ayudar a combatir la violencia y tratar de construir paz?
No tener ningún miedo a levantar nuestra voz y cumplir realmente. Gente como nosotros, comprometidos por una opción religiosa, no debemos tener miedo a poner en práctica el Evangelio de Jesús de Nazaret, que por ser muy claro y definitivo lo mataron. Pero a nosotros todavía no nos matan, y los que no nos han matado tenemos que hablar, tenemos que exigir, tenemos que señalar, a la manera del Señor Jesús.
Esa es nuestra misión, no la hacemos desde una plataforma política, y eso yo lo he aclarado mucho. Yo, mi actuar, no es desde una plataforma política, es desde una opción de vida, de seguir a Jesús de Nazaret por el camino que Él anduvo.
Ser doliente, ya no solamente acompañante de las víctimas, ¿en qué ha convertido su trabajo pastoral?
Me hace mucho más sensible al dolor de los demás, lo entiendo más, me hace más humano. No lo siento en teoría, no acompaño, sino que soy parte de los que caminamos en el dolor. Me ha hecho entender más lo que sufre la gente, las familias de desaparecidos, los familiares de los muertos.
¿Hay riesgo de que el asesinato de los cuatro de Cerocahui quede en la impunidad, de que no se detenga a ‘El Chueco’?
Esperamos nosotros encargarnos de que no quede en la impunidad, que no se olvide y que no muera. De eso nos vamos a encargar y no vamos a callar hasta que no veamos resultados.
¿Tiene usted miedo de seguir viviendo en la Sierra Tarahumara?, ¿por qué continuar siendo un hombre de frontera?
No, nunca he tenido miedo. Es más, soy feliz, estoy profundamente agradecido con mis superiores, porque me han mantenido ahí; profundamente agradecido con Dios, porque me permite acompañar al pueblo desde el lugar de los hechos. Soy feliz en Tarahumara, no tengo ningún miedo. Bueno, un miedo normal, de no hacer imprudencias, ni mucho menos, pero Tarahumara es mi casa, es mi tierra, cómo voy a tener miedo de vivir en mi casa; para nada.
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