Arturo Tecuatl
Tal vez por ser la primera vez que encabeza la ceremonia del Grito de Independencia, fue notoria una nerviosa prisa por cumplir con un adelantado protocolo. La mandataria Lorena Cuéllar Cisneros pasó sin pena ni gloria lo que se esperaba una nueva forma de vitorear a las mujeres, a la democracia a los pueblos originarios, a la libertad.
Así como su falta de concentración la delata dispersa en entrevistas que en mejores circunstancias habría aprovechado para poner sobre la mesa temas de relevancia nacional e internacional con un estilo definido: el de la menuda política que se hiciera enorme por su discurso asentado, inteligente, que respondiese al cambio verdadero, a la frase de ataque primero los pobres, y en el caso muy particular de Lorena, Primero las Mujeres.
¿Por qué la prisa?
¿La distrajo estar preocupada por la salud de la gente?
Puede ser. Pero en lo personal noté a una jefa del Ejecutivo estatal incapaz de sacudirse la cascada de problemas que la agobia en su naciente administración. Desde las finanzas en bancarrota, hasta los graves cuadros de maltrato a empleadas y empleados echados a la calle en plena pandemia, con los bolsillos vacíos y el resentimiento de haber sido humillados al despedirlos.
Probablemente la sacudió comparecer ante una pequeña porción de público henchido del corazón por el fervor patrio en tan significativa fecha. No era cualquier día. Era la primera vez que la mujer víctima de múltiples obstáculos llegaba al balcón de Palacio a expresar emocionada: mírenme, aquí estoy, honrando a los héroes que nos dieron Patria y a mi amada bandera. Compartiendo con los presentes y los demás que me acompañen en las imágenes de la televisión, la emoción de ver coronada una vida de esfuerzos, varias guerras sin tregua, cambios de partido y hasta la adopción de una doctrina, la Cuarta Transformación, con la que no nací, pero bien que me sirvió para ganar la gubernatura.
Acaso le preocupaba que entre la multitud y la noche libre, alguien se atreviera a gritarle: ¡devuelve la notaría!, ¡serena a tus hijas!, ¡no seas injusta con los trabajadores!, ¡resuelve el rompecabezas de Pensiones!, ¡repara el daño moral en el Instituto de Personas con Discapacidad!
Quienes la acompañaron hicieron su mejor papel. Los representantes de los Poderes, el alcalde Jorge Corichi y su lectura a veces atropellada; la gallardía de la trompeta de órdenes y la impecable participación de elementos de la XXIII Zona Militar.
Vamos hasta las luces y estruendos de los fuegos de artificio hechos por artesanos tlaxcaltecas, y la nueva fisonomía de la Plaza de la Constitución, fresca, ordenada, recién regada y con flores apenas plantadas.
¿Le quedó grande la ceremonia? No creo. Pero sí debería hacer un alto en esta parte de su vida. Poner orden en su caos interno y dedicarse a disfrutar del mando, cumpliendo al pie de la letra la premisa: No Robar, No Lastimar, No Traicionar.
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