Hector A. Gil Müller
La Organización Mundial de la Salud lleva tiempo utilizando la palabra “infodemia” para referirse al peligro por la sobreabundancia de información falsa y a su rápida propagación actual. Hace mucho tiempo que la información dejó de ser la base de la sabiduría, incluso del conocimiento, el concepto que la información es poder ha sido mermado para ahora incluírsele; que la información veraz es poder. Sin embargo, en nuestra cotidianidad y bajo nuestra debilidad, hemos continuado trayendo poder solamente con la información.
Nos gusta ser los primeros en los grupos en compartir información que resulta falsa, recientemente en Saltillo, mi ciudad, un mensaje alertando de dulces contaminados repartidos entre los niños aterró, no dudo que el odio sea capaz de perpetrar tal crimen, pero como después tranquilizaría los organismos de seguridad, el mensaje era falso. La muerte del Saltillense Ociel Baena, famoso por su lucha ante la equidad e igualdad de las personas no binarias, trajo muchas hipótesis que circularon y cuya falsedad ha ido mostrándose.
Los vacíos tienden a llenarse, ese es un principio físico, pero está presente también en nuestras necesidades de información. Ante preguntas que aún no se pueden contestar, llenamos de información. Las hipótesis se presentan, comunican y creen quitándoles el adjetivo hipotético y presentándolas como verdad absoluta. Porque informar es poder, aunque sea falsa la información. Es una condición tan humana, con la que se busca agradar a otros, las noticias siempre endulzan el oído, y ha acompañado muchos episodios de la historia.
Saúl, el primer rey de Israel, se encargó de hacer la vida imposible a David, quien se convirtió tras su muerte en el segundo rey. Sin embargo, aunque Saúl cayó en batalla e imposibilitado para escapar decidió morir aventándose en su propia lanza. Un Amalecita decidió contarle a David, que el mismo había matado al rey. Con esta falsa noticia seguramente buscaba congraciarse con el valiente David. David actuó sabiamente y no solo desoyó el rumor, sino que además sancionó al engañador. Resulta evidente que las falsas noticias tienen también un trágico final, el encanto o desencanto que producen no está soportado en la verdad y siempre la verdad ha de salir.
Aunque estamos mas conectados parece que estamos mas incomunicados. Tenemos acceso a múltiple información, pero su contaminación con falsedad arruina el producto final. En este tiempo en que nos tenemos solo a nosotros, la mente busca llenarse y las redes sociales son medios idóneos para compartir sin ningún filtro, sin ninguna censura y llegar a cualquiera con la necesidad de hacerlo.
Pero hay que saber también que estar ante lo desconocido es decidir no compartir hasta conocer. Luchar contra la emoción buscando la razón. Una noticia que tiene que viajar la distancia más larga de la humanidad, los treinta centímetros que separan el corazón de la cabeza. ¿Qué difícil verdad? Ese saber debe frenar ese apetito por difundir, y aumentar el apetito por conocer.
En tiempos de silencio, todos escuchan al que más fuerte habla, aunque no tenga una verdad que decir. Y a la infobesidad y la infoxicación se suma ahora la infodemia. Desinforma el que miente, por mas forma que tenga de verdad.
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