La separación

Héctor A. Gil Müller

Hace un par de semanas la Secretaría de Salud de México emitió el boletín epidemiológico acorde a su sistema de vigilancia epidemiológica del año, y en el dedicó buen espacio a tratar el desarrollo histórico de la Lepra, infección bacteriana causada por el bacilo de Hansen. México ha logrado disminuir significativamente los casos de lepra entre su población, en el añ0 1989 hubo registro de 16,694 casos, al año 2022 México tiene 300 casos detectados y diseminados en 28 estados. Se han definido 12 municipios del país como prioritarios para las acciones de contención, tratamiento y erradicación de la enfermedad, por mostrar una alta prevalencia, es decir, más de un caso por cada 10,000 habitantes del municipio.

En la antigüedad la lepra significaba separación. El enorme estigma social que aun pesa sobre este mal vuelve difícil la búsqueda de ayuda y diagnóstico de la enfermedad. Según comentario de la OMS, en el mundo se presentan cada año un aumento de 200,000 casos nuevos. Pueblos como el hebreo edificaban ciudades para los leprosos y les obligaban a provocar sonidos cuando caminaran para advertir a otros que un “leproso” se acercaba. El dolor de la enfermedad no era solamente tópico y físico, sino emocional y social. Las marcas en la piel laceraban igual que las marcas en el alma que minaban cualquier intento por sanar desde el interior para el exterior. No se podía ser paciente en esa dolencia, porque se es paciente cuando se tiene esperanza solamente.

Siglos han pasado y aun seguimos entregando una pesada carga al enfermo. Lo alejamos sin razón de una vida común. La incorporación y destrucción de barreras e inclusión parece más esforzado entre lo sexual que entre lo físico, anímico o social. En la lepra la afección empieza con unas pequeñas manchas indoloras en el cuerpo que fácilmente la persona puede ignorar, así también nuestros mas graves problemas sociales, empezaron sin doler. De ahí la importancia de la crisis y del recuerdo de la crisis, nos permite estar atento. Cuando la crisis pasa, pensamos que ha quedado recluida en el pasado y es fácil desestimar cualquier otro indicador de desafíos. Así como la salud puede traernos desinterés del cuidado, la bonanza también lo hace de la prevención

La incubación de la lepra, es lenta y puede presentarse su sintomatología entre un año y hasta 20 años. La bacteria de la lepra ataca las terminaciones nerviosas y destruye la capacidad para sentir dolor, el sujeto sin la alerta del dolor puede sufrir laceraciones y ulceraciones que conducen a infecciones y deformidades. Los dolores de la enfermedad parecen ser los dolores de la sociedad ante los problemas que como enfermedades nos van insensibilizando.

Desde 1981 la lepra es tratada exitosamente, confiemos que así ocurra con todas las afecciones, los laboratorios sociales sufren la desbandada del desaliento y pensamos que el desarrollo no tiene cabida para quienes están al margen. Nos desensibilizamos ante la situación de extrema necesidad, hemos convertido en una condición la situación. La inseguridad en diversos puntos del país parece insensibilizarnos y mostrar que el futuro será peor mientras nos seguimos acostumbrando, amoldamos la vida al dolor. Parece que construimos Estados enteros en los que hemos regularizado la violencia, la inseguridad, el atraso educativo, la pobreza extrema, la depresión o el suicido. Dolencias que traen estigmas y cuyas alertas más que sanar parecen condenar.

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