Áreas verdes y azules, mecanismos urbanos de enfriamiento ante ondas de calor

Dr. Juan Manuel Núñez

Los materiales artificiales presentes en las ciudades absorben el calor durante el día y lo liberan lentamente por la noche, explica el Dr. Juan Manuel Núñez, investigador Ibero

Si bien es importante vegetar nuestros espacios en el corto plazo, se necesita incorporar las áreas rurales a la planeación urbana

Las ondas de calor son un fenómeno que ha ocurrido en el pasado, sin embargo, el cambio climático está haciendo que sean más frecuentes, más prolongadas y extremas. Las ondas de calor son períodos de clima inusualmente caluroso, que suelen durar más de dos días consecutivos con temperaturas por arriba del promedio en un área determinada[1].

Pero ¿qué onda con el calor en las ciudades? ¿por qué sentimos más calor durante las noches? La respuesta es el efecto conocido como isla de calor urbana, término que se emplea para describir ciudades o áreas urbanas que son más cálidas que las áreas rurales circundantes que las contienen. Esto sucede porque los materiales de construcción de los edificios, los pavimentos de las vialidades y otras estructuras de las ciudades absorben y atrapan más calor del sol que las áreas verdes o azules como bosques y cuerpos de agua. Mientras que los materiales artificiales presentes en las ciudades absorben el calor durante el día y lo liberan lentamente por la noche –lo que genera temperaturas nocturnas más cálidas–, la vegetación y los cuerpos de agua brindan sombra y enfriamiento por evaporación, lo que ayuda a bajar las temperaturas.

Debido a que nuestros entornos urbanos suelen tener menos árboles y cuerpos de agua en comparación con materiales artificiales, existe menor sombra y evaporación del agua para refrescarse. La diferencia entre el exceso de materiales de construcción que absorben calor y una menor cantidad de áreas verdes y azules que lo disipan, definen la intensidad de la isla de calor urbana.

Por esta razón, las islas de calor urbanas pueden hacer que las ciudades se sientan mucho más cálidas que las áreas circundantes, especialmente durante los calurosos días y noches con ondas de calor. Adicionalmente, las áreas urbanas con edificios altos y diseños compactos pueden impedir el flujo de aire, lo que limita la ventilación natural. Todo este calor adicional puede hacer que sea incómodo para las personas y también puede afectar cosas como el uso de energía, la calidad del aire e incluso la salud de nuestras mascotas.

Pero entonces, ¿qué podemos hacer para que nuestras ciudades sean más frescas y cómodas? Los esfuerzos hasta ahora planteados por la ciencia y el urbanismo se han enfocado hacia la creación de espacios verdes y el uso de materiales que no absorban tanto el calor. Pero ¿son suficientes estos esfuerzos para ayudar a reducir el efecto de la isla de calor urbana? Los resultados hasta ahora obtenidos parecen indicar que podemos hacer mucho más.

Un estudio recientemente publicado[2] en el que se explora el efecto de la isla de calor urbana superficial en catorce ciudades del Corredor Industrial en El Bajío mexicano, muestra que los incrementos de temperatura son más pronunciados en ciudades con mayor conglomeración urbana, así como en aquellas donde hay pocas áreas verdes y una superficie industrial o mixta de gran tamaño, con pocos o ningún cuerpo de agua. Además, el incremento de la temperatura se intensifica con la presencia de ciertos cultivos ubicados alrededor de áreas urbanas que utilizan el barbecho como práctica agrícola durante los meses previos a la siembra, lo que minimiza la posibilidad de áreas vegetadas permanentemente.

Para el periodo de mayo del 2020 evaluado en el estudio, las temperaturas promedio para áreas boscosas y con cuerpos de agua, muestran valores de entre 7 y 9 grados centígrados respectivamente por debajo de la temperatura promedio de áreas construidas. Un valor significativamente menor al de las áreas verdes urbanas que apenas disminuyen en 4 grados centígrados la temperatura promedio de los materiales urbanos.

Es decir, si bien es importante vegetar nuestros espacios, incorporar materiales frescos en el diseño de construcciones y promover la ventilación natural, como una medida a corto plazo para aminorar el calor sofocante de estos días; resulta imprescindible establecer a mediano y largo plazo una visión de paisaje que incorpore las áreas verdes y azules a la planeación urbana como mecanismos de enfriamiento para las ciudades.

Estos incluyen medidas como la incorporación de las áreas rurales a la planeación urbana, el incremento de espacios verdes y azules, así como repensar el diseño urbano para mejorar el flujo de aire y reducir la absorción de calor. Todas estas estrategias de mitigación implican una planificación urbana que incorpore una visión sustentable para reducir el efecto de isla de calor urbana promoviendo la conservación de nuestros ecosistemas y mejorando la calidad de vida de las personas.

*El Dr. Juan Manuel Núñez está adscrito al Centro Transdisciplinar Universitario para la Sustentabilidad (Centrus) de la Universidad Iberoamericana

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