Bitácora de futuro: Relato. Se volverán a ver sólo en la imaginación.

Por Bayardo Quinto Núñez

Todo es lo mismo. Éramos un grupo de cuatro o cinco reunidos después de clases. Todos los días volteábamos a ver cuándo pasábamos hacia la cuneta de enfrente, en donde los zapatos negros seguían embelleciendo la ventana de vidrio de la tienda de la muchacha de ojos color almibarados. Pasado un momento, según lo recuerdo, nos ubicamos en nuestro paso alrededor de la ventana de esa tienda y comenzamos, como de costumbre, a elogiar a las muchachas. Eso era diario durante el ciclo escolar. Después solamente quedaron esos maravillosos recuerdos y otros que se realizaron en otros estadios de la vida realista, ahora imaginada.

Creo que fue un mes de marzo de todos los tiempo, cuando levanté la vista y vi la marca en un ropero de madera por primera vez, indicaba una fecha y un nombre con su apellido, así lo recuerdo, primero debo recordar lo que vi después: de previo pienso en el fuego y en la luz amarilla que se posesionaba sobre la página de mi libro, y en el florero redondo sobre el comedor.

Eran días de invierno, y recién habíamos terminado de tomar una taza de café, fumaba (s) un cigarrillo, levanté la vista y vi la otra

marca en la pared por primera vez, y observé “entre el humo del cigarrillo y mi vista” se detuvo un instante en el carbón ardiendo en la estufa, entonces, se me vino a la mente aquella vieja imagen del trozo de tela flameando en el árbol del patio de la casa, me imaginé: los amigos ascendiendo por la cuesta y la roca de la mente. Para mi alivio fue ver la marca en la pared que despistó el pensamiento, pues es una imagen automática, que construí desde niño quizá. La marca era pequeña cuadrada, color gris sobre la pared amarilla.

Por unos instantes me quedé pensativo: Con que astucia, facilidad los pensamientos interceden sobre un nuevo objeto; lo catapultan a uno como un bicho cargando con tanta avidez y luego desaparecen. Y. Si un mísero clavo había dejado esa marca, no podía haber sido por un cuadro, ni por alguna necesidad de alguna tabla de madera caída, es por la belleza o no de una dama de cabello café, de tiernas mejillas empolvadas, labios rojos clavel, esbelta.

Todo es una vanidad falsificada, transformada en realidad desde luego. Los que vivían en esta casa antes que nosotros habrían escogido seguro un cuadro viejo para una vieja habitación.

Pero, también pienso y pienso en ello tan a menudo, en lugares tan extraños, que nunca más los volveré a ver, solo soñar y verlos dentro de mi imaginación, pues nunca supe lo que pasó después, ni qué estará pasando ahora esa realidad. Es algo así: dejando esta casa imaginaria mental para poder cambiar el arquetipo, estilo de esos muebles, en su realidad vista hace años tras años, aunque la inmensa realidad está por decir que, con su opinión, es posible se mejore, pero seguirá siendo realidad de ese tiempo.

Por supuesto. Detrás de todo lo que es vida, es un arte que tiene ideas cuando nos separaron, o nos separamos de ese mundo realístico, que está por servir el café, la comida, tomar la medicina, trabajar, o de la persona que está por golpear la puerta del alma o conciencia pero no cauterizada. En fin, fue todo un misterio.

-No es motivo para la revancha, no es un motivo válido, sería venganza- expresaba la mente a su imaginación.-
-La imaginación se quedó pensativa, pero respondió-no, esto es lo que tu mereces, que se te ignore, así evitamos más males.-

La vida continúa y todo se volvió una burbuja de imaginación como un nuevo (s) episodio (s) de costumbre inveterada y loable imaginación compenetrada con la realidad sea donde sea. Y una deidad, sobre un ámbito determinado.

-BAYARDO QUINTO NÚÑEZ. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Profesor de Educación Física en Instructor Deportiva de Baloncesto, Escritor, Pintor, Músico, Colaborador del Periódico Desde Puebla Puebla México, Nicaragüense. (Correo: tac_tictac@yahoo.com seudónimo Bayquinú)-

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