Bitácora de futuro: Relato. Colegio Salesiano y otros lugares

Autor Bayardo Quinto Núñez

Esta breve historia, como muchas que les he relatado, son un o mi libro abierto. Para mi es un nuevo comienzo en el tiempo, y quizás, es parte del futuro de las nuevas generaciones. Habrán momentos, en el desplazamiento de su (s) lectura, que el lector tendrá que hacerse algunas imaginaciones, sopesar, que puedan ser adaptables y a lo mejor pueda ser útil para muchos y llenen este mundo de realidades y no de asuntos rebuscados, incongruentes que desembocan en disparates, que mas bien enredan.

El mundo tiene billones y billones interminables de cosas, casos que relatar, pohetizar, musicalizar, teatralizar, entre otras artes. La realidad circundante nos favorece todo, sólo está ahí para ser utilizada, no es necesario inventar el agua helada, ya todo esta inventado, solamente habría que ordenar desde ella misma, así de sencillo, ni es necesario ir al cielo en una escalera, sino veamos a los científicos, todo lo toman de la realidad que observan, pisan, tocan y después hacen una metamorfosis, de lo contrario nunca podrían hacer nada.
Es decir, los científicos son usurpadores, hurtan, explotan la realidad, que no es suya y ya, y quien los detiene, por supuesto que nadie.

Eso mismo, puede hacerse con la cultura de las artes, tomando todas las experiencias de la realidad en que vivimos y la de los mismo científicos o ciencia y hacer lo nuestro. Lo que sucede, que ellos tienen los medios y nosotros apenas un lápiz, papel, un pincel, un instrumento musical y etc. Empero, aunque no se pueda tener todos los medios necesarios, siempre la filosofía de las artes hace y va llenando espacios imborrables.

Veamos. El tiempo se contempló en el espejo difuso y posterior observó de soslayo el comedor y el reloj colgado en la pared. Inclusive, el espejo también observa todo, no se le escapa nada, en fin, eso así ha sido en todos los tiempos y seguirá siendo así, no existe variante, mucho menos dialéctica, solamente, que serán otras realidades en distintas épocas.

En ese instante, eran tiempos como cualquier otro, pero con sus novedades que saborear, del colegio salesiano en el año 1973, pero antes, tuve una travesía escolar por el Instituto Nacional de Masaya en el año 1969, 1970, 1972, pero, debido a las vagancias de joven, pasaron tres años y nunca concluía el año en curso, hubieron otros matices que tampoco lo permitían, en fin, llegó el año 1973 y 1974, en esos años estudié en el Colegio Salesiano-Don Bosco-de mi ciudad natal Masaya Nicaragua.

En este colegio, además de estudiar esos dos años allí, aprendí el deporte del baloncesto, por orientaciones del sacerdote Miguel Alvarado (Q.E.P.D) Director del colegio, e ingresé a la banda de guerra. Fui conociendo algunos compañeros de clase y de otros aulas, había un alumno que estaba en un año superior, le decían “el guardia”, a él yo no le caía bien, y siempre buscaba como provocar para armar peleas, pero hasta que el sacerdote Miguel Alvarado le llamó la atención, dejó de fastidiar.

Fueron días y años de Salesiano, muy bonitos, aprendí cosas interesantes. Con Agustín T., éste se hizo “amigo mío” era alumno que cursaba el mismo nivel escolar que el guardia, pero desafortunadamente sus intenciones eran muy liberales, fumaba, tomaba licor, en fin, poco a poco fue penetrando hasta, que, es la fecha y aún no me explico, cómo caímos varios en sus redes. Conforme el tiempo, hubieron veces, no entrabamos a clases y nos íbamos a fumar cigarrillos y tomar tragos de licor por el vertedero de la ciudad, ubicado en una calle árida, ni las moscas pasaban por ahí. Esto llegó a ser noticia en el Director y Consejero del Colegio, a mí nunca me llamaron la atención, pero, en varias ocasiones llegó a poner quejas el padre Miguel Alvarado a mi mamá: que si seguía así, me iban a expulsar. La cuestión es que, todo se calmó temporalmente.

La relojina, ya no era salirse de clases, era ir al antiguo Club Social de la ciudad a las fiestas, ahí tomábamos licor hasta amanecer, no peleábamos con nadie, pero poco a poco nos íbamos descomponiendo. Claro, el rendimiento académico era muy bajo, yo tenía media beca. Esas tales fiestas, no eran a cada rato una vez al mes o dos meses.

Recuerdo, que, mis amigos de colegio, de aula, hacían viajes a EE.UU., en este caso Danilo V., en determinada ocasión iba para los EE.UU., en intercambio de familia, y me expresó, que si a mí me gustaría ir.

-Y cómo es eso-le expresé-.
-Es que vos vas a los EE.UU., en tiempo de vacaciones y después la familia que te atendió, enviará a uno de sus familiares, para que vos lo atiendas, es decir, tu familia-se refirió Danilo-.
-Me gusta eso-le señalé-.
-Bueno, el padre Miguel y los otros sacerdotes harán el conecte-me respondió Danilo.- Pasó el tiempo y esto no se pudo realizar, porque motivos ajenos a la voluntad de mi familia.

El curso del tiempo prosiguió, los estudios igual. Y, recordando que, un día que no entré a clase, me fui al “bajadero playa de Monimbó”, ahí hay un lugar que se llama “Las Puertas del Cielo”, es algo precioso pasar por ahí, iba con el amigo que le decíamos “NAVAJO” éste jugaba fútbol, no estudiaba en el Salesiano, ahora (Q.E.P.D) Estando en la playa del bajadero de Monimbó, le dije, voy a nadar, me metí, yo no sabía flotar, solamente brasear, el asunto es que me meto e iba braseando y como a unos quince metros quise dar la vuelta, pero me hundí, me estaba ahogando, el amigo no hizo nada, ni se movió, no sé si se enteró que esteba en esa situación fatídica, yo iba rumbo hacia abajo, pero algo, que no se que pude ser me impulsó desde lo profundo del hundimiento que estaba, y así pude salir a flote. Esto lo atribuyo a qué Dios estuvo presente y me ayudó. Me salvé de chiripa

Pasó ese instantes del tiempo, me expulsaron del colegio salesiano, claro la vida no terminaba ahí, seguía su rumbo. En ese entonces tengo apenas diecisiete años de edad, toda una vida por delante. Pero venía no sé si lo peor o mejor.

Cuando salgo expulsado del colegio, por supuesto mi familia inconforme y los señalamientos eran severos, imparables. Pero reaparece, un nuevo tiempo, que ni en sombra sabía que me iba a deparar. Hubo un viaje a Panamá, a Costa Rica, mi mamá, aceleró con mi hermano Amando (Q.E.P.D) a terminar de aprender “el arte del calzado”, y con otros amigos de la familia. Pero, siempre la vagancia, estaba de por medio, con otro aprendiz de zapatería-perico-nos fuimos camino al “Municipio de Tisma, las Flores” sobre el camino íbamos alegres cortando mangos, jocotes, al llegar a un lugar que le dicen “La Piedra” sobre el camino hay una enorme piedra, volví a ver hacia atrás y les dije, idiay hasta aquí llegó el camino, y logré observar que uno de los aprendices con cuchillo en mano me lo iba a enterrar en la espalda, no recuerdo qué pasó después, sólo sé que no sucedió nada.

La vida siguió. Como ex-alumno del colegio salesiano, la mayoría de las tardes llegaba a jugar fútbol o baloncesto. Pero, algo asombroso, todas las veces que asistía, los sacerdotes nunca me dijeron nada, más bien en lo de baloncesto el sacerdote Mario Madrid, y una que otras veces el sacerdote Miguel Alvarado jugaban conmigo y a veces como contrincante, no había resentimiento, o algo por el estilo de parte de ellos, todo era normal como que nunca había pasado nada.

Y. Como el tiempo no se detiene, ingresé de nuevo al Instituto Nacional de mi ciudad, en el año 1975-1976 y en el año 1976 fui el capitán de la banda de guerra. Fue la primera banda en Nicaragua que tenía un poco más de 100 integrantes y mujeres. Quienes gestionaron para que fuese el capitán fue: mi ex maestro de música don Alberto Gutiérrez Laguna (Q.E.P.D) y los músicos Weimar Serrano Caldera (Q.E.P.D) quién años después fue mi maestro de piano y mi primo hermano Gastón Núñez músico trompetista y Gregorio Saballos (Q.E.P.D) músico trompetista Pero debido a intrigas de los egoístas, envidiosos dejé de ser el capitán, eso fue irrelevante, porque el tiempo continúo su psicorumbo. Aparecieron nuevos detalles, cosas de la vida, que iban dejando inmensas experiencias; varios viajes al exterior, Costa Rica, Panamá, México… Y así el tiempo, la vida en todas sus modalidades, estatus sigue, es interminable e indetenible.

Acerca del autor Bayardo Quinto Núñez, Escritor Nicaragüense

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