Deskubre Málaga
Eran las 9:30 de la mañana del 4 de agosto de 1892. Abby Borden cambiaba las sábanas en el cuarto de invitados, en la vivienda número 92 de Second Street. Su marido había salido poco antes al centro de Fall River, en Massachusetts. Cuando la mujer se puso de espaldas a la puerta, alguien entró como una ráfaga, con un hacha en la mano, y le asestó diecinueve golpes en la cabeza. Su cráneo quedó destrozado por los impactos del metal, con el cuero cabelludo levantado y el cerebro asomando por las grietas. Abby cayó al suelo, bocabajo, rodeada por un charco de sangre que fue creciendo por momentos.
Una hora y media más tarde, su marido, Andrew Borden, llegó a casa y se tumbó a descansar en el sofá del salón. Cuando quedó dormido, y sin darle oportunidad a defenderse, alguien le atacó con la misma hacha. El filo de la hoja le rebanó la nariz y le produjo heridas que llegaron al hueso. Un ojo se salió de su cuenta.
Finalmente… murió. Todas las sospechas de este doble asesinato recayeron sobre la hija de Andrew, Lizzie Borden. Según las evidencias, la mala relación con su padre y con su madrastra le había empujado a cometer aquellos horribles crímenes Pero… sorprendentemente… un jurado popular condicionado por el entorno social y por el apellido de aquella mujer, la declaró inocente a pesar de las pruebas. Desde entonces, Lizzie Borden fue señalada como una parricida, una persona sin piedad que fue capaz de matar con premeditación. Fue conocida como… la asesina del hacha…
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